Cerveza

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Siento la mirada pesada del tipo número dos sobre mí. Quiero encararlo, pero no puedo. Sus ojos tienen el mismo efecto que los ojos de Orlando cuando me ve. Me hacen sentir expuesto y vulnerable. Iker sonríe ante el tono de mi respuesta y todo el valor que siento, disminuye. No logro intimidarlo.

—¿Cómo has estado? ¿cómo va tu relación con Orlando? ¡No, espera, déjame adivinar! —grita asustándome—. ¿No me digas que ya se cansó de ti y te botó como a la vil basura que eres? —gruñe, hay odio en sus palabras.

Ríe y palidezco. Oh... No. ¿Será que sabe todo lo que pasó entre Orlando y yo?

—¡¿Por qué este sujeto te habla así?! —Jade intercede, furiosa. Vuelvo a apretarle la mano. ¡Cállate, Jade!

—Escuché algo acerca de que te casaste con él. Es obvio que lo hiciste por su dinero, sino, por qué más. Pero también escuché algo de la anulación del mismo. ¡Oops! —se lleva la mano a la boca fingiendo habler hablado de más.

¿Anulación? ¿o sea que ya no estamos casados?

—Supongo que lo que pase entre Orlando y yo, es algo que no te interesa —suelto.

Mis ojos nerviosos se posan sobre los del ojiverde acompañante y me sonríe, ¿amistoso…? ¿Sarcástico…? No lo sé.

—A mí, no. Pero tal vez a mi amigo sí —musita.

Vuevo a mirar al hombre enfrente de mí y su mirada se torna fría y pesada.

—Tengo el «placer...» —lo dice con tanto énfasis que duele—, de presentarte a Bruno, Bruno Evans. Él, así como «tú» y como yo... es una de las exparejas de Orlando —ríe a carcajadas.

Madre de Dios, no. ¿Así que éste adonis, este casi casi dios griego es ex de Orlando? ¿Y qué fue lo que Orlando vió en mí? No tenemos nada, pero ni el más mínimo parecido. Él es alto, guapo, tiene buen gusto para vestirse y además, cuenta con un cuerpo trabajado. No dudo que sea inteligente y que tenga dinero de sobra e Iker es exactamente igual. Nada qué ver conmigo. El tío de Orlando tiene razón: soy una puta sacada de barrio.

Iker me mira complacido. Disfruta el verme dolido y lo peor es que el maldito lo logra. Sin en cambio, Bruno, no tiene expresión, su semblante es serio y sereno.

—Mucho gusto —me tiende la mano y ni siquiera me molesto en mirarlo a la cara, hago caso omiso de su presencia y lo dejo con la mano estirada. No saludaré a quien pienso, es el amante de Orlando. Sí, yo soy el esposo... O ahora no lo sé, y él, el amante; el sexy y adinerado amante. Aún así, me sigo sintiendo estúpido.

—No tienes por que ser educado con él —Iker se encarga de bajarle la mano—. Éste, no sabe nada de educación.

—Te equivocas, imbécil. Mi hermano tiene más educación que tú —ladra Jade.

—¿Perdón? ¿y a esta gata quien la metió? —dice con un movimiento extremadamente afeminado. Examinando a mi hermana de una forma deplorable, mientras arquea su depilada ceja izquierda.

Mi sangre se calienta y siento que mi cerebro explotará. No sé cómo, no sé de dónde saco el valor, pero lo único que veo es mi puño estamparse contra la nariz perfilada de la Barbie musculosa. Su sonrisa desaparece y chilla mientras cae sobre su trasero en el frío y pulido suelo de la tienda. Miro a Bruno y me mira boquiabierto, no se lo veía venir.

Mi Verdadero VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora