Capítulø 6

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litov (leo)

Chantal revisaba la maleta que se iba a llevar. Le tocaba irse a Rusia a por Virgo, una adolescente de unos dieciséis años. Miró que estaba todo y se puso la chaqueta, seguro allí haría frío.

Salió de la habitación y chocó con Samuel. Miró al chico y este la miró de vuelta.

—¿Seguro no me puedes cambiar? —le miró suplicante a la chica. Chantal puso los ojos en blanco.

—No. Tú debes ir a por ese leo y yo a por virgo.

—¡Pero me da miedo! Mírale —Samuel le enseñó una foto a la castaña—. ¡Parece un asesino! —en la foto de veía a un chico atractivo de unos veinte años, pero de mirada fría y penetrante.  Chantal resopló.

—Te ha tocado, te ha tocado. Punto. —miró a Samuel y este lloriqueó.

Unas horas más tarde los dos se encontraban en el aeropuerto, la chica compraba los billetes mientras que Samuel jugaba con su maleta.

—Aquí están los billetes —Chantal se acercó pero tropezó con la maleta del chico. Los billetes cayeron al suelo—. Mierda Sam, eres tonto.

Una voz femenina se hizo presente a partir de unos altavoces a cada esquina de la gran sala. «El vuelo dirigido hacia Israel saldrá en unos diez minutos». Samuel cogió uno de los dos billetes.

—Nos vemos —salió corriendo y se dirigió a la fila que indicaba el billete. En seguida ya estaba subiendo al avión.

Por otro lado, Chantal cogió el suyo. Lo leyó y abrió los ojos como platos.

—Joder —dirigió la mirada hacia la gran ventana donde se podía ver cómo el sagitario subía al avión—. ¡Samuel! —gritó pero obviamente no le sirvió de nada.

Lo último que vio en esos diez minutos fue a Samuel subiendo en una avión dirigido a Rusia.

◆◇◆◇◆◇◆◇◆

Samuel miraba cómo el avión aterrizaba. Bajó del avión y sonrío. Se extrañó al ver el ambiente.

—No sabía que en Israel hiciera este temporal... —murmuró y fue a por su maleta.

Caminó hacia fuera del aeropuerto, dónde un taxi lo estaría esperando. Lo vió y sonrió, abrió la puerta. El taxista se giró y frunció el ceño.

—Usted no es la señorita ChantalSamuel rió. El hombre tenía un acento ruso.

—Que va, yo soy Samuel. ¿No cree que es un poco raro? Está nevado todo y en Israel hay desierto —subió y se puso el cinturón.

—Eh, señor... Esto no es Israel. Estamos en Rusia.

El sagitario miró incrédulo al taxista.

—Es imposible, yo cogí el vuelo a Israel —el señor negó.

—Esto es Rusia —se acomodó en su asiento y empezó a conducir. Encendió la radio y efectivamente, hablaban en ruso. En el rostro de Samuel se dibujó una leve sonrisa.

De puta madre...

Mientras tanto, Chantal llegaba a Israel con mala cara.

—Estúpido Samuel —fue a darle una patada a su maleta, pero se contuvo.

—¿Usted es la señorita Chantal? —una mujer con un velo se acercó a ella. La capricornio asintió—. Nos informaron del problema, acompáñeme.

Chantal siguió a la mujer, subieron a un taxi y dejó a la chica en un hotel. Mientras, le explicó dónde se situaba el chico leo.

—Está bien, muchas gracias —le dijo a la señora y esta le devolvió una sonrisa.

La joven subió a su habitación correspondiente y miró la foto del chico. Abrió la puerta y entró. Dejó el equipaje y se sentó en la cama. Puede que la búsqueda le durara días. Ese chico trabajaba en el ejército y no era fácil encontrarle.

Suspiró y se vistió adecuadamente para poder ir por las calles. Tapó su rostro con un velo negro, a excepción de los ojos.

Salió por la noche. Caminaba rápido. No quiso ponerse el vestido y decidió vestirse de negro. Sacó unas llaves de su bolsillo y subió a una moto. Condució por una carretera desierta. Estaba todd planeado.

Unas horas después llegó cerca de la base donde supuestamente el chico se situaba. Bajó y caminó en silencio y con cautela. Tenía más del cincuenta por ciento de probabilidades de que hubiera un tiroteo.

Se adentró en una de las casas en ruinas y miro a la gente que dormía. Se escuchaban murmuros y miró por una ventana. Dos militares hacían guardia. Siguió buscando y no lo encontraba, de vez en cuando miraba a ver si alguien la seguía.

De pronto, sintió cómo alguien le tapaba la boca y la metía en una habitación.

No te muevas, o te mataré —susurró en su oído y ella intentaba zafarse. No entendía nada—. ¿Quién eres? —Chantal no podía respirar, a parte, no tenía ni idea de árabe—. He dicho que quién eres —destapó su boca.

—No te lo diré hasta que me suertes —forcejeaba. El joven la soltó, pero ató sus manos. Chantal miró el rostro del chico. No era Litov.

—¿Quién eres? —la castaña tragó saliva.

—Soy Chantal —no iba a mentirle, podía hacerse su amiga para saber dónde estaba leo.

—Yo soy Isaac. ¿Qué haces aquí? —el chico la miró.

—Estoy buscando a alguien. ¿Conoces a Litov? —el chico pensó.

—Sí.

—¿Sabes dónde está?

—Supuestamente está durmiendo, pero se fue por ahí. Seguramente a la ciudad a buscar donde foll-

—Vale, lo entiendo. ¿Puedes soltarme? —Isaac la soltó—. Gracias. Bueno, hasta otra.

—Espera, te acompaño.

Los dos salieron y fueron a donde estaba la moto. Chantal subió.

—Si necesitas ayuda, ve a la playa de la ciudad y entra en una casa gris, allí estaré yo.

A Chantal le extrañó el comportamiento del chico. Agradeció y se fue. Sería difícil encontrar a Litov Graf.

Misión Z (Zodiaco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora