C A P Í T U L O | C U A T R O

24 5 6
                                    

"¡Muy buenos días a todos, soy Folagor y bienvenidos a Pokémon Liquid Crystal Hardlocke, bienvenidos a esta grandísima serie, y vamos a continuar!" dijo con la misma euforia y emoción que ponía en cada video, tomando la consola entre sus manos para comenzar la partida en cuestión. Se acercaba el final de la primera parte, pues luego le tocaría recorrer Kanto para finalmente acabar con toda la partida de Hardlocke, cuando al ingresar en el laboratorio, la sorpresa de Bruno y sus ansias de pelear me hicieron acojonar. "Por favor, no tengamos un disgusto ahora, me cago en cona, Bruno por favor." Alcanzó a decir antes de iniciar la batalla.

Todo iba de maravilla, cuando Swampert hizo aparición en la escena. Laku... Su querido y amado por todos Slowpoke sería clave en este combate.

"Swampert ha utilizado Terremoto." JODER.

"Terremoto no le mata, aguántalo Laku por favor." Comenzó a golpear los botones, observando cómo el terremoto destrozaba lo que quedaba de vida de su último Pokémon. Fin del juego para él. "Vale hermanos, estamos a pocos días de Pokémon Sol y Luna, y... he perdido. Lo siento hermanos, lo dejamos por aquí. Hablaré con los desarrolladores para ver si pueden colocarme unas dos o tres vidas, mas la vida cero, para terminar el juego en forma de Nooblocke. Un saludo y nos vemos, ¡ADIOS!" Colocó su dedo en la sien izquierda, haciendo su típico saludo de despedida.

Apagó la grabadora, tomó sus lentes y se dispuso a editar el video con algunos efectos de sonido, acercamientos de cámara a mis reacciones, etcétera. A las dos horas de edición, su mente se hallaba cansada, pues aún no finalizaba. Volteó con la ayuda de las ruedas de su silla, observando el traje que yacía acomodado sobre su cama.

Casi veintidós años y se veía envuelto en una doble vida que, tarde o temprano, acabaría matándole.

Su gran pasión ha sido ser youtuber, pero el criticado trabajo de su tedioso padre le ha arrastrado a las calles más oscuras de España, aquellas donde las apuestas, peleas de gallos, prostíbulos y tráfico de droga se encontraban con cada paso dado. Calles donde la trata de mujeres era muy popular en el siglo veintiuno. Y se ve en la obligación de colaborar, dirigiéndose a distintas partes de Europa para traer bellas y voluminosas mujeres hasta los ojos de su odioso padre.

Su vida era perfecta. Tenía a su novia, a su madre, a su hermana Sara o Saray, como siempre le han dicho. Todo era maravilloso, hasta ese treinta de octubre de dos mil cinco, cuando su padre cometió su peor error: invitar a sus amigos de apuestas y permitir que golpeasen a su madre y hermana.

Con tan solo nueve años, recuerda despertarse asustado a las dos de la madrugada a causa de unos agudos gritos por parte de su hermana mayor Saray. Con sigilo y sosteniendo su peluche, al cual nombró como Hax, caminó por el pasillo del departamento donde todos vivían, encontrando a un hombre adulto golpear sujetar el cabello de su hermana con firmeza haciéndola llorar, seguido de una bofetada a su mejilla derecha que la hizo a caer al suelo. Se recargó contra la pared, llorando en silencio hasta tomar el valor suficiente para soltar a Hax, correr hasta la habitación de su padre y tomar de entre los cajones el arma que éste poseía en su casa. Un simple arma reglamentaria de sus viejos tiempos como policía de Fuenlabrada, Madrid. A pasos discretos, se acercó hacia el living, donde se producía la atroz escena que quedaría en su memoria por mucho tiempo.

"Aléjate de mi hermana." dijo con voz firme, sintiendo el sudor en su frente y su mano temblar, casi fallándole. Cerró sus ojos, suspiró y...

Disparó una sola vez.

Una bala atravesaba la frente del agresor, dejándole caer en el suelo sin vida de forma inmediata. Su hermana se levantó adolorida para correr hacia él, arrojar el arma de su mano y abrazarle, cargándole en sus brazos mientras éste comenzaba a llorar de la conmoción.

"No llores, pequeño bebé." Intentó consolarlo con palabras dulces. El pequeño temblaba en brazos de la mayor, pues había crecido en unos simples segundos. Había tomado una decisión de adulto a la edad de once años. Las manos de Saray lograron calmar las palpitaciones de Yoel en unos minutos, haciendo así que respirase de forma más calmada. "Gracias, pequeñajo." Se separó para observarle esbozar una débil y tímida sonrisa.

"Te amo, Saray." Alcanzó a decir, antes de cerrar sus ojos, sintiendo sueño de repente y un alivio en el corazón al saber que ella estaba bien.

Al primer mes de ocurrido el incidente, su padre decidió pedirle el divorcio a su madre para irse con otra mujer. Un meses más tarde, luego de aquel suceso que destrozó a su madre, éste pidió la custodia de Yoel, saliendo victorioso de la manera más sucia: amenazando a una indefensa Andrea que solo quería lo mejor para sus hijos. Por más que quisiese, era obedecerle o perderle.

Aún recuerda el día en que una patrulla aparcó en frente al apartamento en el que los tres vivían, ingresando posteriormente en el establecimiento, subiendo por el ascensor y tocando la puerta de su hogar, enseñando una orden que exigía la custodia total de Yoel Ramírez por tiempo indefinido, hasta que Andrea decidiese presentarse en la corte para volver a pelear por la tenencia del entonces niño de doce años recién cumplidos hacía apenas unas horas.

Yoel aún recuerda con tristeza el momento en que su vida fue hecha pedazos en tan solo un momento, cuando una mujer de largo cabello rubio lo cargaba lejos de su madre hacia su padre.

Seduced and Cheated <yrp> ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora