Sostén de encaje rojo, bragas a juego acompañadas de unos tirantes que se unían a sus medias acariciando sus muslos y unos zapatos de taco aguja que habían aprendido a dominar en los tres años de trabajo que llevaban eran las únicas prendas que ambas chicas habían optado por utilizar juntas. Se presentaron ante Yoel y Matías de aquella forma, mientras esperaban en una esquina alejada de su hogar a que uno de los hombres de Ferrero pasase a recogerlos. Yoel no podía quitar los ojos de encima a Antonella. La forma en que las medias hacían relucir sus largas piernas, la forma en que su cabello se encontraba aún trenzado, el maquillaje natural que había aplicado en su rostro y el sostén que afirmaba y resaltaba sus senos le estaban enloqueciendo, pero se las arregló para permanecer serio y profesional, acomodando su saco de vestir negro en el momento en que un Audi negro aparcó frente a ellos, abriendo la puerta trasera y la del copiloto. Todos ingresaron y fueron conducidos hasta el prostíbulo donde las jovencitas trabajarían bajo el nombre de Matías Ramírez. Una vez allí, se adentraron por los pasillos hasta llegar a un salón, donde unas sillas aguardaban delante de un escritorio en el que, del otro lado, se hallaba una silla decorada con joyas lujosas en los bordes. Todos se quedaron de pie.
"El señor Ferrero los recibirá en breves momentos." dijo el que fue nuestro conductor para posteriormente desaparecer. En cuestión de segundos, un hombre hizo aparición, parándose delante de todos y asintiendo a modo de saludo.
"Señor Ramírez. Yoel." Saludó a los dos hombres del salón. Caminó hacia Antonella y Melanie y, sosteniendo su mano, asintió hacia ellas. "Señorita Rosales." Volteó hacia Antonella, sonriendo en su asentimiento. "Señorita Kovshnikova, por fin tengo el placer de conocerla."
"Señor Ferrero, tenemos una oferta que proponerle." Yoel habló una vez que se sentó frente a Marcos, juntando sus manos sobre la mesa.
"Soy todo oídos." Marcos tomó asiento, reclinándose en su silla.
"Las señoritas Rosales y Kovshnikova trabajarán para usted bajo el apellido Ramírez, es decir, que cuando nuestro contrato finalice, también lo hará el de las jóvenes." Ferrero frunció el ceño, acercándose a la mesa.
"Si yo acepto esta solicitud, ¿qué obtengo a cambio?" Sus ojos volaron a los de Matías, quien sacó de su saco una carpeta con nombres y fotografías de chicas jóvenes, muy hermosas y recién ingresadas.
"Estas cuatro chicas acaban de ingresar al prostíbulo ruso del señor Klaer. Son jóvenes nuevas, que podrán traerle una mayor clientela que estas dos jóvenes que ya se encuentran agotadas y heridas." Ferrero examinó las mujeres de la carpeta con atención. Por más que le cueste aceptarlo, era cierto. Acercó el contrato y comenzó a anotar el nombre de Matías y Yoel, el de Melanie y Antonella y el plazo de trabajo de tres semanas frente a los ojos de todos.
"Verán que soy muy compasivo. Firmen aquí." De mala gana, les otorgó el contrato a ambas mujeres, quienes leyeron y firmaron satisfechas de que haya resultado mejor de lo esperado.
"Aquí tiene, señor Ferrero." dijo Antonella, haciendo entrega de su contrato firmado. Melanie la imitó.
"Mañana comienzan a trabajar. Ahora váyanse." Se despidió de todos y se marchó.
"Seremos libres, Melanie."
En el camino a casa, Melanie se había quedado dormida con mi cabeza en el hombro de Yoel, quien iba al medio de las muchachas.
"Señor Ramírez, se lo agradecemos mucho." Una sonrisa genuina apareció en sus labios.
Una vez en casa, Melanie fue cargada por Yoel hasta su habitación, donde la recostó y arropó, dejándole descansar. Se acercó a la sala, donde Antonella había dejado su saco para acostarse nuevamente. Estaba por cerrar los ojos cuando el frío de la mano de Yoel le hizo tensar. Un suspiró se escapó de los labios de Antonella.
"Entiendo que te traiga loca, pero aún no te he tocado y ya suspiras muerta." Una risa bajita llenó los oídos de Yoel.
"No estaría contigo ni aunque fueras el único chico en la tierra." Se acercó a su oído, relamiendo sus labios para hablarle.
"Cuando me besaste no pensabas lo mismo, ¿o me equivoco?" Se alejó, riendo satisfecho.
"Cierra la boca, tonto." Se sonrojó levemente, riendo a las palabras de Yoel.
"Admítelo cona, soy irresistible." Ambos volvieron a reír antes de acomodarse cada uno en su colchón, cerrando sus ojos para conciliar el sueño. Un brazo rodeó la cintura de Antonella de forma protectora, haciendo que la morena sonriera para finalmente caer dormida en los brazos de Morfeo, lista para su primer día de regreso en Madrid.