𝐩𝐫𝐨𝐥𝐨𝐠𝐮𝐞.

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ETERNITY

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ETERNITY.
MARZO 2016, MIÉRCOLES 30.
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SAVANNAH THOMPSON:

Me estiré dándome vuelta en la cama y suspiré al momento en que mis huesos tronaron.

—No quiero que te vayas —sonreí al escuchar a Bucky.

Al darme la vuelta lo pude ver cubierto con una manta hasta la nariz, por lo que reí yendo hacia él.

—Debo hacerlo, y sólo serán unos días, luego me darán dos semanas de vacaciones para tu cumpleaños y volveré aquí a Bucharest para darte tu sorpresa —digo acercando mi rostro al suyo.

La CIA me había mandado a cubrir el evento en donde docenas de países discutirían sobre la labor de Los Vengadores en el mundo, ya que gracias a ellos han muerto miles de personas.

Lo cual me parece muy estúpido porque ellos han salvado al mundo de amenazas que el gobierno no podría. Y eso no significa que puedan salvar a todos, ya que eso es lo que intentan.

—Te voy a extrañar. —Dice esta vez quitándose la manta de su boca—. Siempre lo hago.

—Yo igual, pero te prometo que antes de que te des cuenta, ya estaremos juntos—besé sus labios y me levanté de la cama decidida a vestirme.

Sentí su vista clavada en mí mientras me quitaba la camisa para ponerme mi uniforme.

—¿Crees que él estará ahí? —lo miré con media sonrisa. Hablaba de Steve.

—Tal vez lo vea, pero escuché que él no quería saber nada de esos acuerdos. Pero si lo hago lo saludaré, recuerda que somos amigos.

—¿Cuándo sabrá de mí? —se sentó en la cama mientras yo me subía el pantalón—. Ya van tres años, Anna, ¿no crees que ya es el momento?

Rodeé la cama y me senté frente a él para tomar su rostro.

—Sabes lo que piensan de ti, Bu...

—Pero ya no soy esa persona, además él no cree lo que dicen los demás —se apresuró en decir.

—Es muy peligroso —negué—. No podemos arriesgarnos. Sé que ya no haces esas cosas, amor, pero todo a su tiempo —besé cortamente sus labios e intenté levantarme, pero el castaño tomó mi mano y me jaló con delicadeza a sus piernas para besarme.

Estar separados es algo muy difícil para los dos. Casi siempre vengo para Bucharest y paso el fin de semana con él, pero en las navidades siempre estoy con mi tío Nick y eso en parte hace sentir mal a Bucky, porque siempre ha querido pasar las fiestas conmigo aunque sea una vez.

Reí en sus labios—. Bucky, tengo que irme o perderé mi vuelo.

—No quiero que te vayas —repitió, escondiendo su rostro en mi cuello—. Quédate aquí, no te necesitan allá.

—Claro que sí —seguí riendo—. Estaré al mando allá junto con Chris, así que debo irme —besé su cabello y me levanté, pero él seguía sin soltar mi mano. Acaricié el metal de su mano—. Bucky...

—Espera, tengo algo para ti —estiró su mano a la mesita de noche del hotel y sacó una margarita del cajón, lo que me hizo sonreír ampliamente—. La compré ayer cuando te estabas duchando —la tomé con emoción.

Desde pequeña he tenido una gran obsesión con las flores de todo tipo, y desde que tengo memoria las margaritas son mis favoritas. Bucky amaba ver mi reacción cuando veía alguna flor, porque siempre le contaba como florecían, en que época y qué tenían de especial.

Él sonrió viendo como yo veía cada detalle de ella.

—Gracias, es hermosa, la amo —lo abracé con fuerza mientras llevaba la margarita a mi nariz e inhalaba profundamente.

—¿Quieres que te acompañe a la recepción? De todos modos ya debo irme a casa —me levanté corriendo hacia mis maletas y me puse mis botas negras que llegaban casi a la rodilla.

—No es necesario, además debes recoger tus cosas para llevártelas —jadeé al casi perder el equilibrio—. Llamaré un taxi para que venga buscarte.

—Anna, no llevas puesta tus medias —rió.

Saqué las medias del bolsillo pequeño de mi maleta y me senté en la cama para ponérmelas con rapidez.

—Deberíamos irnos de vacaciones, a un lugar frío. Aquí hace algo de calor —lo miré con una ceja alzada.

—Estuviste congelado por años, ¿enserio quieres ir a un lugar frío? —el castaño rió—. Puedo llevarte a Nueva York, allí hay un clima más aceptable para ti —luego de unos segundos, ya estaba lista para salir.

Bucky se levantó y caminó junto a mí hasta la puerta, tomé mi maleta y suspiré estirándome para tomar su mano de metal.

—¿Siempre juntos? —susurro, sonriéndole un poco.

Él sonrió—. Eternamente.

Eternity » James B. BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora