2. Somos la familia que no tienes.

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— ¡Dean! ¡Dean, despierta!

Cuando sus ojos se abrieron, pudo sentir como su corazón subía a su garganta ante la desesperación que le invadió en aquel momento. Lo primero que vio fue a Dana, la cual posiblemente estaba más desesperada que él. Se sentó en pleno acto de desesperación, tratando de respirar exhaustivamente y tratando de relajarse a mas no poder. La mano de su mejor amiga subía y bajaba por su espalda, tratando de calmarlo.

—Dios, no puedo seguir así... —murmuró para él, aún con el corazón en la garganta.

Dos años despertando así todos los días era agotador para cualquiera. Sobre todo, porqué su pesadilla seguía siendo tan intensa como el primer día, como si hubiera pasado ayer. Hace tiempo quería asistir a un psicólogo, o a alguien que pudiera ayudarlo. Pero sabía que Melanie lo necesitaba más y que no tenía dinero suficiente como para ayudarse a él y a su hermana. Todo era tan complicado.

—Dean, tienes que ver a alguien que te ayude con estas pesadillas —dijo Dana, llamando la atención del castaño tembloroso—, esto no puede seguir así.

—No tengo dinero suficiente, Dana. —Le respondió a la mujer, aún tratando de calmar sus respiraciones— Lo poco que tengo es para alimentarnos aquí y para cosas básicas en la casa. No puedo perder el tiempo con ese tipo de cosas.

Dean se levantó apresuradamente de la cama cuando sintió que su cuerpo ya no temblaba y ando con dirección al baño, dispuesto a darse un baño todas las mañanas como siempre. Dana venía detrás de él, posiblemente enojada por lo último que le había comentado.

—Tu salud mental es lo principal, Dean. —Le recriminó ella— No puedes dejarte a ti mismo atrás, eso no es sano. —Ella quiso seguir hablando, pero a penas Dean entró al baño, le cerró la puerta justo en la cara, tratando de detener el sermón de su amiga. Pero en realidad, solo había hecho enojar al panal de avispas— ¡Ambrose! ¡¿Quién demonios te crees qué eres?! ¡Eres un imbécil, dame un motivo para no irme en este mismo instante de esta casa y dejarte solo!

—Me amas demasiado como para hacerlo —dijo él, quitándose la ropa y acto seguido, introduciéndose en ducha—, además, quieres demasiado a Melanie también.

Ante tal comentario, la mujer se mantuvo callada y posiblemente, detrás de la puerta. Dean abrió el grifo de la ducha, dejando que el agua fría cayera sobre él y que su cuerpo se relajará a la par que el agua caía.

Habían sido unos días agotadores.

Entre sus pesadillas, su nuevo trabajo políticamente incorrecto y sus interminables deudas que algún día debía pagar, apenas había tenido tiempo para poder respirar con normalidad. Todo esto estaba pasando tan rápido, había pasado de ser un alumno estrella con la hermana más perfecta del mundo a ser un caballero de compañía con una hermana que ni siquiera le hablaba —pero seguía siendo igual de perfecta—.

Tal vez Dean se arrepentía de no haber valorado lo suficiente a su madre, de no haber tratado en más ocasiones hacerse su amigo. Amó a su madre, pero nunca la consideró muy importante en su vida debido a que nunca había participado activamente en la misma. Nunca iba a las clases de Dean, no iba a sus eventos especiales, nunca le preguntaba por como iba en la escuela y nunca le había dicho que estaba orgulloso de él.

Pero su madre, aunque ya fuera muy tarde para poder decirlo, era su heroína. Fue una buena mujer que tuvo que hacer muchas cosas malas por una buena causa. Dean había creído toda su vida que la gente mala hacía cosas malas y la gente buena hacía cosas buenas, pero eso no era necesariamente así.

Que la gente haga cosas malas, no significa que sea gente mala. Su madre había sido un ejemplo de esto, y él ahora el ejemplo de esto.

—Lo siento tanto, mamá. —Se lamentó él, mientras sentía el agua caer por su espalda.

Fire Breather.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora