Una vez más, sus ojos se abrieron, teniendo la sensación de tener el corazón en la garganta. Su frente estaba llena de sudor y su camisa estaba apegada contra su cuerpo. Era lo mismo todas las mañanas. Sentir que estaba muriendo cuando sus ojos se abrían, recordando aquella apuñalada en la espalda y la visión de su madre siendo asesinada.
Todo se sentía como hace dos años.
Miró la cama que estaba al lado de la suya y vio como la castaña dormía tranquilamente encima de esta. Él sonrió levemente para después empezar a levantarse de su cama. Se sentó a un lado de la cama, mientras sus ojos azules miraban detalladamente a su hermanita. La respiración de la castaña era lenta y al parecer se veía bastante tranquila. A veces desearía poder dormir como ella.
Su mano se levantó y se acercó lentamente hacia la pálida mejilla de su hermana. Acarició lentamente esta con la yema de sus dedos, sintiendo el calor que la mejilla emanaba.
Melanie era su todo. Era la única cosa en el mundo que le mantenía los pies en la tierra. Había sido su primera amiga y su única compañía durante mucho tiempo. Sentía que debía dedicarle su vida entera al bienestar de su hermana.
Aunque eso significará arriesgar el suyo.
Una potente mirada azulada se posó brevemente por su mente y fue cuando recordó al rubio que había venido ayer a su casa. El tal Chris. Con solo recordarlo, su piel se erizaba y su corazón latía lentamente ante el nerviosismo. Pensó una vez más en esa propuesta que le había dado el hombre ayer. Y nuevamente, no tuvo nada que decir.
No era como si él fuera virgen o tuviera miedo de tener relaciones sexuales. Había follado con John unas tres o cuatro veces, pero acostarse con un completo desconocido era algo que no estaba a su nivel.
Tal vez Dean tuviera una belleza salvaje o un aspecto algo rústico, pero no era para nada salvaje o rústico. Era el chico más callado y tímido de su salón y nunca tuvo amigos, hasta que nació Melanie. Además, era muy inocente con respecto al sexo y con respecto a la crueldad que sostiene al mundo.
Su madre pudo haber sido una prostituta y tal vez vivían en un lugar tan rudo como el infierno, pero él seguía siendo aquel pequeñín que solo conocía aquellas cuatro paredes que llamaba hogar. Ese trabajo no era lo suyo. Lo suyo tal vez era ser mesero en una cafetería en el centro, pero nunca podría cumplir su sueño de montar alguna.
Pero la prostitución era muy sencilla cuando hablábamos de ganar dinero. Pero el castaño suponía que debía de ser bastante agotador tanto físicamente, como psicológicamente.
Por un momento, algo pasó por su mente: Había sufrido tantas cosas en su corta vida, que estaba seguro que vender su cuerpo no iba a significar seguramente nada. Miró nuevamente a Melanie. Sus mejillas pálidas, su cabello castaño y su rostro lleno de dolor...debía hacer algo.
Tenía que hacer algo.
Fue entonces cuando se levantó de la cama y tomó algo de ropa de su ropero. Al salir de la habitación miro la hora y se dio cuenta de que se había levantado con cuatro horas antelación; eran las siete de la mañana.
Se dio rápidamente una ducha y cuando salió del baño —ya completamente vestido—, ando hacia la cocina. Preparó dos sándwiches, uno para él y otro para su hermana. Mordió entonces el pedazo de pan y cuando bajó la mirada, vio encima de la mesa de la cocina aquella tarjeta que el hombre rubio le había dejado ayer.
Dean leyó lo que decía la tarjeta. Había un nombre registrado, el cual posiblemente era el nombre del prostíbulo y debajo de esto, estaba el nombre del rubio y un número telefónico.
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Fire Breather.
FanfictionDean es inexperto en el tema de ser un caballero de compañía, siendo este trabajo de las pocas cosas que su madre le había dejado además de su enferma hermana. Con muchas deudas en su bolsillo y un pasado tétrico en la espalda, Dean considera su vid...