Le dolía la cabeza. Había despertado pero no se atrevía a abrir los ojos. Pero, con el pasar de los segundos fue imposible y decidió hacerlo.
Las lámparas resplandecían, tanto que su dolor de cabeza se agudizó hasta un poco insoportable. Cuando sus ojos se ajustaron a la luz del lugar, su dolor corporal empeoró por completo.
Todo le dolía. Ahora podía notar que estaba en una sala de enfermería, conectado a un millón de cables que pitaban su estado. Miró a su lado y observó a otras dos camas a su alrededor.
Los dos eran de su tropa, pero de esos con los que hablaba en muy contadas ocasiones.
Bajo la mirada y vio su pierna izquierda enyesada y siendo levantada por unas cuerdas. Entonces, inevitablemente, recordó lo que había pasado la última vez que había estado consciente.
Una gran parte de su tropa falleció. Entre esa tropa, dos de sus mejores amigos y otro del que no sabía absolutamente nada.
Antes de que pudiera sumirse en su miseria, la puerta de la habitación se abrió. Renee entró, con sus cabellos rubios atrapados en un moño desaliñado y con su cara limpia de maquillaje algo rojiza.
No se veía bien. Tenía ojeras y sus ojos rojos de probablemente estar llorando como una loca. A penas lo vio despierto, corrió hacia él, abrazándolo por el cuello y aferrándose a él como una chiquilla desamparada.
—Romie, maldito bastardo —murmuró ella contra su cuello, sollozando—, me vuelves a dejar así y te juro que voy a encontrarte y matarte yo misma.
Ella se oía desesperada. Estaba vestida con su uniforme, probablemente cumpliendo servicio. Cuando se alejó de él, logró visualizar mejor sus ojos rojizos y sus mejillas mojadas.
—Estuviste dormido unos días. Pero estás estable, al menos físicamente. —Comenzó a explicar ella, mientras derivaba su atención hacia las máquinas que pitaban, mirando de vez en cuando el pálido rostro de su amigo— ¿Qué lo último qué recuerdas?
—A Paul. —dijo él. Recordó perfectamente aquella gruesa viga atravesando el estómago de su compañero, recordó perfectamente el dolor en su mirada mientras fallecía— Él falleció justo en frente de mí...
—Romie...
— ¿Cómo está Zack? ¿Dónde está?
—Roman... —Él la miró, con sus ojos grises completamente apagados. Renee respiró, sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas y empezaba a dolerle la cabeza, consecuencia de todo el drama y estrés que había estado viviendo los últimos días.— Él murió. —Murmuró ella, aún sin poder creer que aquel joven y amable muchacho había fallecido— Hubo una explosión y murió ahogado. Romie, no debes alterarte...
Roman iba a alterarse. Alejarse de todas esas máquinas que lo mantenía estable, brincar sobre su pierna funcional y matar a todos los que acabaron con la vida de sus amigos y de toda su tropa. Pero no lo hizo. Pudo sentir como su corazoncito se rompió dentro de su pecho y prefirió mirar al techo, tratando de alejar todo el dolor.
Y para Renee, eso de alguna manera había sido peor.
Cuando despertó, sudor caía de su frente y unos ojitos azules le miraban. Estaba amaneciendo y su respiración estaba a mil por hora. Dean, cubierto con la sábana color café, le miró preocupado.
— ¿Estás bien? —Susurró el menor, con su bonito rostro fruncido en una leve mueca.
—Solo fue una pesadilla. —dijo él, tratando de no seguir preocupándolo.
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Fire Breather.
Hayran KurguDean es inexperto en el tema de ser un caballero de compañía, siendo este trabajo de las pocas cosas que su madre le había dejado además de su enferma hermana. Con muchas deudas en su bolsillo y un pasado tétrico en la espalda, Dean considera su vid...