Emma se despertó asustada. Podía comprender a su esposo. Desde que todos se fueron a buscar a su hija, escuchaba las voces de los demonios. Susurraban su nombre, y le decía que estaba marcada, que les pertenecía.
Ella sabía a qué se referían.
Amanda, una de las pocas humanas que estaban en el Reino Celestial, le cambiaba las vendas todas las noches pero ¿de qué servía?
Recapituló el momento en que todo ocurrió.
Cuando la criatura de humo y fuego la lanzó por el ventanal hacia afuera, no solo tenía heridas por los pedazos de vidrios que se le habían incrustado en la piel, tenía algo peor. La criatura de humo y fuego que la había lanzada le había hecho un pentágono sobre el pecho.
–Símbolo del demonio –le había explicado su madre una vez cuando era niña y aún vivía en el Reino Solitario –. Nunca debes dibujarlo para invocar al mal.
Ella había obedecido toda su vida ese consejo. Pero ese momento no era ella quien lo había dibujado, el mismísimo demonio lo había hecho sobre su pecho.
Cuando la luna se colocaba en lo más alto el pentágono en su pecho brillaba con una intensidad que la cegaba, pero la ceguera no evitaba que sintiera el dolor, como si se lo hubieran hecho con una aguja afilada muy caliente.
Sabía que sí le hubiera dicho a Caleb sobre eso, él no se hubiera ido de su lado. Pero ella no le importaba su vida, le importaba la de su hija, aunque pensándolo bien ya estaba muerta.
La última noche que resistió ese sufrimiento, ya Caleb y sus acompañantes se habían ido hace dos semanas, se levantó de su cama y salió al pasillo. Pero realmente no era ella, era un impulso involuntario quien la movía hasta allá.
–Señora –la llamó Amanda –, ¿a dónde va?
Amanda no tenía una confianza plena para tomarla por el hombro y detenerla, así que solo la siguió.
La siguió hasta que la reina Emma llegó a la torre más alta del castillo. Miró a Amanda y la empujó con una fuerza demencial y cerró la puerta tras ella para evitarle el paso a su criada.
Emma lloraba, los movimientos involuntarios la llevaban a la muerte, ella lo presentía. Sus extremidades superiores tomaron las costuras de su vestido y se los arrancó de un solo tirón. Colocó una caja enfrente a la ventana y se subió a ella.
Amanda golpeaba la puerta con desesperación porque escuchaba los llantos de Emma del otro lado, ¿qué pudo pasar por la mente de esa mujer?
Emma se subió sobre la ventana se colocó de espalda. La puerta se abrió de golpe y Amanda entró muy agitada a la habitación.
–¿Qué está haciendo? –chilló su criada al verla sobre la ventana.
–¡Diles que los quiero! –sollozó muy bajo. Era inevitable, lo que estuviera controlando su cuerpo dio un paso en falso hacia atrás y cayó. Suponía que aunque no le dijo a Amanda para quién iba dirigido el mensaje era muy lógico.
Mientras Emma caía desde el lugar más alto del castillo miró hacia la ventana. Amanda gritaba horrorizada. Emma aún así se sentía libre. El viento le alborotaba al cabello, lo cual le hacía cosquillas (Debo de verme horrible, pensó). Comenzó a sentir frío pero no se movió solo esperaba el impacto.
Era verdad sobre lo que decían que tu vida pasa enfrente a tus ojos.
Ella recordó el día en que ella y Rebecca, su hermana, desarrollaron sus poderes y tuvieron que irse del Reino Solitario por el acoso de los campesinos. Cuando conoció a Faunus, un gran amigo, y su padrino de boda. Cuando por su puerta cruzó un ángel llorando con un humano entre sus brazos, lo cual le cambio totalmente la vida. Cuando se sintió vacía por la muerte de su hermana y su tío. Cuando se enamoró perdidamente de Caleb Coin, o Caleb Lawrence Coin, realmente no importaba, lo único que sí importaba era que lo amaba. Cuando sintió esa primera patada dentro de su abdomen que le indicó que estaba embarazada.
Revivió varios momentos felices que pasó con su hija y su esposo. Recordó lo hermosa que estaba su hija el día de la boda con su vestido celeste.
¿Qué sería de su familia cuándo se enteraran de su muerte? Tal vez como ella se sintió al ver morir a sus seres queridos. Lamentablemente, a las mejores personas les ocurren las peores cosas.
¿Cómo se vería su cuerpo contra el suelo lleno alrededor de sangre? Posiblemente, como Vladimir cuando Charles lo asesinó hace más de veinte años. A veces tenía pesadillas reviviendo el cuerpo inerte de Vladimir.
–Los amo tanto, Caleb y Celeste –fueron sus últimas palabras, mostró su última sonrisa y derramó la última lágrima que recorrería su rostro antes de sentir el impacto contra las rocas duras y frías.
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Las Aventuras de Caleb Coin: Arrástrame al Infierno
AdventureSAGA COIN 3 En esta tercera parte Caleb Lawrence Coin sufría físicamente por el dolor en sus venas y moralmente por culpa de las voces que le susurran desde la oscuridad. En la víspera de la boda de su única hija ocurre una tragedia que hará que Cal...