Capítulo 9: Caleb Coin

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     Caleb ahogó un grito cuando sintió como si alguien lo tomara por los hombros y lo arrojaba hacia una altura considerablemente mortal. Cuando la gravedad hizo su efecto se vio en la necesidad de planear sobre el aire, lo cual retrasaba solo unos nanosegundos la caía.

     Sintió que su cuerpo comenzó a moverse involuntariamente y se colocaba con los pies hacia el suelo duro y frío. Si cayera de esa forma seguramente se rompería todos los huesos de la cadera y su columna vertebral.

     Miró a sus espectadores, mientras Hades lo miraba muy sonriente, tal vez esperaba que muriera o tal vez eran porque sabía que lo lograría y desafiaría la gravedad; y luego estaba su familia, Leonart Grace y Oliver Newt quienes lo miraban con horror. Cerró sus ojos con fuerza.

     Entonces su caída cesó. El chillido de sus espectadores se convirtió en gritos estrangulados. Caleb pensó que debía de haber muerto y que los gritos estrangulados eran porque lo veían morir, pero no había notado ningún impacto contra el suelo duro.

     –Pa... pa... Papá –logró escuchar la voz nerviosa de Celeste.

     Él abrió los ojos. No estaba cayendo: flotaba sobre el aire, a pocos metros por encima del suelo. Por un momento miró a Hades, ya que pensó que pudo haber sido él quien detuvo su caída pero él también estaba asombrado.

     No estaba flotando, concluyó Caleb en su mente. Notaba una presión bajo sus pies, como si estuviera de pie sobre una plataforma invisible.

     –¡El aire me sostiene! –dijo.

     –¡Entonces dile que te baje con delicadeza, no quiero verte herido! –chilló Celeste.

     Caleb pensó que dejarse caer era más sencillo, ya que estaba a solo a dos o tres metros, pero para no alterarle los nervios a su hija le dijo al aire que lo sostenía que lo dejara sobre el suelo con delicadeza, y sorprendentemente este le obedeció.

      ¿Solo podría controlar el aire con sus pies?

     –Sé lo que piensas –le acusó Hades, ¿él podría hurgar en sus pensamientos? –. No solo controlas el viento con tus pies, aventurero. Inténtalo con sus manos, pídele al aire que se desplace de un lado al otro y quiero que los guíes con tus manos –su tono pasó al de un tutor que ordenada a aprenderse la lección del día.

     Caleb colocó sus manos a cada lado de su dorso, y de forma mental le pidió al aire que se moviera hacia su hija. Entonces, como magia, el vestido de Celeste silbó y se movió como si estuviera recibiendo una ráfaga de viento. Ella no pareció haberlo notado, ya que lo miraba con admiración, con orgullo.

      Sentía una emoción por dentro. Ver a su hija enorgullecida de él hacía que él entendiera que hacia lo mejor, al fin y al cabo, debería ser un buen padre y esposo.

     Esposo. ¿Cómo estaría Emma? Seguramente cuando ellos lleguen, ella ya los había visto desde la ventana y correría escaleras abajo para abrazarlos con ese ímpetu encantador. Ya quería volverla a ver, volver a besarla, volver a sentirla entre sus brazos, quería... no, deseaba volver al lado de su esposa para amarla por el resto de vida que le quedara junto a ella. La amaba tanto y nada, ni nadie podía evitarlo. Tenía que disculparse, pensó Caleb, tenía que disculparse por la actitud que había tenido antes de venir. Le encantaría hacerlo en ese momento, pero tenía que salir del infierno.

     –Solo falta el elemento tierra –la voz de Hades lo sacó de sus pensamientos, y este estaba asintiendo sin expresión alguna –. Ese será difícil de identificar.

Las Aventuras de Caleb Coin: Arrástrame al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora