Las Aventuras de Caleb Coin: Arrástrame al Infierno

Epílogo

     Caleb no podía evitar llorar. Había perdido a Emma, y no logró despedirse de ella. Las lágrimas se convirtieron en algo cotidiano para él. El dolor se convirtió en su día a día. Por otro lado, Celeste huyó sin dejar rastro y Leonart, devastado, fue a su búsqueda. Caleb quería ir tras su hija pero él sabía dónde se encontraba, era su pequeño secreto, y decidió darle la oportunidad de evolucionar. Además, tenía el presentimiento de que Celeste, su ángel guardia, cuidaba de su hija.

     Sherry y Darwin esperaban un hijo y para Caleb eso le sentó muy bien, era la alegría que necesitaba que volviera a él.

     Sin falta alguna, cada mes que transcurría, Caleb llevaba un rosa a la tumba de Emma y le pedía que cuidara de su hija. Llegaba, se arrodillaba, colocaba la rosa y lloraba. Era el ciclo que cumplía sin falta... había perdido a la mujer que más amaba en la vida.

     Nunca creyó vivir todo aquello. Recordar todo lo que vivió para llegar hasta ese momento fue duro. Tuvo que enfrentarse a muertes, criaturas malvadas, personas desagradables, criaturas inimaginables, Hades, su padre... Su cruel destino.

     Pero tenía que ser fuerte, seguir adelante con sus, nuevos y extraños, poderes, sin Emma... ¡Estaba listo para seguir adelante! Esperar el regreso de su hija.

     –Caleb –le llamó Darwin una tarde mientras dejaba la rosa en la tumba de su esposa.

     –¿Qué ocurre?

     –Solo me preguntaba –Darwin se acercó a Caleb y no dejaba de mirar sus pies –. ¿Qué haremos ahora?

     Caleb lo pensó bastante. Le colocó la mano sobre el hombro al chico y le sonrió muy alegre. El chico lo observó esperando una respuesta.

     –Ser una familia.

     Darwin, satisfecho por la respuesta, sonrió.

     –Me agrada.

     Caleb, junto al hombre lobo, se encaminaron al castillo mientras percibía al viento sacudir los árboles y observaba la tarde convertirse en noche. Una aventura más había terminado y otras comenzarían.