Capítulo 8: Celeste Coin

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     Celeste ahogó un grito cuando llegó al dichoso lago. Era el último lugar que ella quisiera estar. Su excelente sentido de la audición escuchaba los alaridos de las almas que buceaban dentro del agua.

     Eran las almas de las personas muertas por causas de las criaturas que provienen del infierno. El alma de Oliver, y su propia alma estaban allí, tal vez en lo más profundo. No tenía alma, sí; pero nunca se había sentido más viva.

     Miró fugazmente hacia debajo del puente, una de las almas en pena tenía un cabello cobrizo el cual le recordó a Sherry Lemon. Era estúpido que su alma estuviera allí, los licántropos si mantienen su alma en el cuerpo.

     –Licántropo –se quejó Oliver colocándose enfrente al puente que atravesaba el lago entero. Luego su rostro duro y salvaje se torno confuso –. ¿Un licántropo y un vampiro?

     En ese momento Celeste sintió el olor. Ese extraño olor dulce y empalagoso que manaba de Leonart, el olor agrio que manaba de Darwin y Sherry, y el olor de sangre que circula dentro de las venas de su padre.

     El olor a sangre de su padre era extrañamente diferente al que recorvada de los hombres y mujeres del matadero.

     –Es mi padre, y unos amigos –le explicó Celeste tomándolo por el hombro para tranquilizarlo. Oliver aún parecía confuso, y a Celeste le causaba gracia su gesto. No evitó una sonrisa.

     Del otro lado del puente aparecieron tres figuras, dos humanoides y la de un lobo que a continuación se convirtió en otra figura humanoide más. La niebla rojiza y naranja que era un poco densa en ese lugar no le permitía una buena vista, pero el olor era indudable. Seguramente ellos ya sabían que estaba ella allí. Caminó hacia su familia disfuncional –sí, Darwin era parte de su familia, algo parecido a un hermano menor con mañas diferentes–, y casi pisándole los talones estaba Oliver que observaba impresionado.

     Celeste sintió el viento en el rostro y unas manos que le rodeaban la cintura. Cerró los ojos y se aferró, ella sabía que era Leonart quien la abrazaba. Leonart le besó el cuello con delicadeza, luego su mejilla hasta que sus labios se unieron con ímpetu. Mientras Leonart la besaba ella recordó cuando, antes de ser una hija de la noche, y ellos se besaban: sus labios ardían por la gélida piel de Leonart; pero ahora se podía decir que combatían hielo contra hielo.

     Se apartó y miró sobre su hombro. En un movimiento ágil y veloz llegó a los brazos extendidos de su padre. Después de unos segundos su padre la alejó de forma respetuosa, ella no se sintió rechazada porque sabía las razones. Su piel gélida y sin vida hacía que su piel ardiera.

     Darwin la saludó con un gesto, ella lo iba a abrazar pero él caminó por el puente mirando hacía el agua llena de almas en pena. Sin importarle la actitud de Darwin (que sinceramente la sorprendió) buscó a su amiga de rizos cobrizos. No estaba allí, Se quedó en casa con mi madre, pensó sin darle mucha importancia.

     –¿Qué busca? –preguntó Celeste a su padre señalando a su amigo que estaba del otro lado del puente mirando hacia el agua por los alrededores.

     –Busca el alma de Sherry –respondió su padre muy tenso.

     Se sorprendió. Recodó el cabello cobrizo que había visto debajo del puente mientras corría nuevamente a ese lugar para tratar de localizar el cabello cobrizo. Nuevas almas en pena comenzaban a lanzar al alma de su amiga a las profundidades.

     –¡Aquí! –llamó la atención de Darwin. Señaló a donde estaba la melena cobriza hundiéndose y perdiéndose en las profundidades.

    El primero en posicionarse a su lado fue Oliver, y miraba hacia donde ella señalaba. Darwin se acercó a donde ella estaba y miró hacia abajo. Se quitó la camisa negro que usaba dejando al intemperie unos músculos fuerte y definidos que la camisa ocultaba. Tal vez era el novio de una amiga, pero eso no evitaba que pudiera observar un poco, eso no le haría daño a nadie, ¿qué estaba pensando? Esos pensamientos no le pertenecían, pero como si el infierno sacara lo peor de ella.

Las Aventuras de Caleb Coin: Arrástrame al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora