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JinYoung tuvo que observar gran parte de la tarde como YoungJae saltaba de felicidad o sonreía tanto que hasta a él le llegaban a doler las mejillas. Comprendía su alegría, porque él años atrás también hubiese reaccionado de la misma manera. Algo que odió de sus madres adoptivas fue su aprensividad, siempre con la excusa de que no podía salir con nadie o socializar con otras personas porque le podían hacer daño, cuando la verdad era que no querían que nadie más se fijara en su belleza desbordante. Tuvo que estar encerrado en su casa toda la adolescencia cual princesa de cuentos.

¿Qué hay del caballero de brillante armadura entonces? Pues digamos que el caballero lo que más le faltaban eran los buenos valores, como la bondad y sentido de la justicia, puesto a que todos los chicos que llego a conocer —y captaron su atención— resultaron ser unos malditos interesados por su apariencia o por el dinero que su familia adoptiva poseía.

Para JinYoung el amor era una verdadera mierda, y siempre será así, suceda lo que suceda.

La fiesta sería a partir de las diez de la noche, por lo que cerca de las nueve se dio el trabajo de arreglarse. YoungJae le recalcó hasta el cansancio de que un porcentaje importante de quienes asistirían a la fiesta eran de una buena situación económica por lo que, si era posible, usara sus mejores prendas. No sería un problema.

Ya listo, y habiéndole avisado a la señora Ayaka, fue a buscar a YoungJae en el auto personal de su señora. De allí fue junto al castaño a la casa de YuGyeom, el amigo del menor. El chico le resultó ser agradable aunque rápidamente se daba muchas confianzas y eso lo sacó de quicio en varias ocasiones, pero solo eran bromas.

Puede que la noche no sea tranquila como le prometió YoungJae. Pero al fin de cuentas tal vez eso sea lo divertido.

La casa quedaba lejos de la ciudad, detalle que hizo más fácil adivinar que el dueño de casa también pertenecía a una buena clase económica. Le sorprendió escuchar que ninguno de los adolescentes conocía de quien era la casa, puesto a que iban solo porque sus demás amigos de la escuela irían allí. Bueno, por lo menos estaría allí por si la situación se salía de control. Pero esperaba a que eso no ocurriera.

Llegaron a la casa, aunque tuvieron que estacionarse cuadras más adelante debido a la increíble cantidad de autos que había allí, muchos último modelo y otros camionetas enormes. Bajaron y fueron a la gigantesca casa, o mejor dicho una mansión, porque eso era. Atravesaron a la pequeña multitud que tapaba la entrada y enseguida un calor abrasador los rodeó, además de un fuerte olor a alcohol, nicotina y... ¿marihuana?

Siguió a los dos menores, los cuales fueron a su grupo de amigos. Se sentía ciertamente viejo al lado de todos esos adolescentes, muchísimo más cuando estos se enteraron que tenía dieciocho años. Pero fuera de ello, todos eran muy agradables y le resultó fácil adaptarse.

A pesar de que los chicos se vieran tranquilos había riesgos en todos lados, tanto hombres como mujeres, muchos de dieciocho, ofreciendo cigarrillos, marihuana y otras drogas, al igual que el alcohol. Tuvo que actuar como el padre protector dentro del grupo, puesto a que alguna de esas sustancias podría estar manipulada y las consecuencias serían horribles.

Aun así aceptó a que los menores bebieran, incluso él quiso beber aunque fuera una cerveza, pero con la condición de ir ellos mismos por el alcohol para asegurarse de que no estuviera manipulado. Se controló, puesto a que era el conductor designado, aunque las ganas de beber más no le faltaban.

— ¿Me acompañas a ir por otra, hyung? —le preguntó YoungJae a mitad de la noche, luego de terminar su primer vaso. El castaño era demasiado cuidadoso a la hora de beber, tal vez por su presencia o porque era débil frente al alcohol, pero encontraba aquel gesto demasiado tierno.

— Claro. —se levantó y cuando el menor hizo lo mismo fueron a la cocina, donde se encontraba el alcohol. Al llegar se quedaron charlando un poco mientras le servía algo de vodka al YoungJae, ya que este quería probarlo.

Salieron de la cocina y se dirigieron al jardín trasero, donde se encontraban junto a los amigos de YoungJae. Las personas estaban amontonadas unas a otras, bailando pegadas al ritmo de la música. A JinYoung llegó a parecerle que habían muchas más personas que la última vez que fue a rellenar el vaso. Además que el olor a marihuana aumentó considerablemente.

Pero a mitad de la sala se detuvo al darse cuenta de que el castaño no estaba a su lado por lo que comenzó a buscarlo. Se estaba desesperando al no encontrarlo pero sus ojos se abrieron por completo al divisarlo a lo lejos, estando acorralado entre dos chicos. Supo enseguida que tenían malas intenciones con su amigo por la manera en que lo miraban y la caricia que uno de ellos le dio en la mejilla. No dudó en ir a su rescate, sintiendo el enojo subir por su ser.

— ¿Qué tal bonito, por qué tan solo? —preguntó uno de ellos, con el cabello negro y la piel clara.

— ¿No quieres que te hagamos compañía, cariño? —agregó el otro insinuante, con un acento un tanto extraño. YoungJae tenía miedo, no sabía qué hacer y mucho menos cuando los dos tipos ya comenzaban a arrinconarlo en contra de una de las paredes.

— N-no... —alcanzó a articular apenas, más que intimidado por los dos desconocidos.

— ¿No qué? —preguntó el otro, de piel más morena y cabello rubio. — ¿No quieres estar con nosotros?

El adolescente negó repetidas veces mientras miraba como un cachorrito asustados a los dos desconocidos, los cuales se notaba que tenían dieciocho o más. Ambos siguieron insistiéndole en que los acompañara e incluso le ofrecieron un trago, pero se negó al recordar las palabras de su hyung.

Cuando pensó que estaba perdido JinYoung llegó a su rescate, empujando a ambos chicos al interponerse entre ellos.

— ¿Qué mierda te pasa? —gruñó el rubio ante la interrupción sin fijarse bien de quien se trataba, habían estado cerca de haber logrado lo que querían con el pequeño castaño.

— Métanse con alguien de su edad, par de idiotas. —respondió JinYoung, más que molesto, mientras ocultaba a YoungJae tras su espalda.

— ¿Alguien como tú, bonito? —insinuó el de cabellera pelinegra, acercándose peligrosamente a él. — Eh, Jackson, mira esta preciosura.

— ¿Ah? —el rubio parpadeó un par de veces al fijarse mejor en JinYoung, quien se había entrometido en sus planes y sonrió ampliamente. Decir que era hermoso era muy poco. — Vaya, ¿qué tenemos aquí? Es nuestro día de suerte, ¿no crees, Mark?

— Somos tan afortunados por ver a una belleza como esta. —contestó el otro y JinYoung apretó los dientes. Una palabra más y despedazaría a ambos.

Ruta De Escape ; BNiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora