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Podría irse a casa, compró todo lo que la señora Ayaka necesitaba. Pero no, aún estaba en el tercer piso, esperando a que JaeBum apareciera. ¿Por qué no simplemente se largaba? ¿Acaso le daba lastima dejarlo abandonado? Tal vez... Es decir, el castaño fue un amor anoche. No le abandonó en ningún momento e incluso logró que sus amigos dejasen de comerlo con la mirada, como si fuese un pequeño e indefenso ternero entre una manada de hambrientos lobos. No podía ser tan malo como para dejarlo. Además, JaeBum podría mostrarle algún panorama interesante.

Se sentó en una de las bancas que se encontraban cerca de las escaleras mecánicas, mirando hacia todos lados en busca de esa cabellera castaña que tan bien conocía. Pero no le encontraba por ningun lugar y comenzaba a asustarse ¿JaeBum sería capaz de jugarle una broma pesada? Tenía motivos suficientes, siempre le trataba mal —aunque anoche fuese la excepción—.

Se mordió el labio inferior, bastante nervioso. Movía sus pies, tratando de tranquilizarse. No entendía porque se preocupaba tanto si el castaño no aparecía, ni que fuese el mismísimo presidente como para que fuese tan importante. Un peso sobre su cabeza lo sacó de sus pensamientos y desconcertado subió la mirada, encontrando esa cabellera castaña que tanto conocía junto a una sonrisa.

— ¿Te hice esperar demasiado? —preguntó el recién llegado, manteniendo la sonrisa. JinYoung soltó una risita, aliviado de verlo.

— No tanto. —respondió y se colocó de pie, comenzando a caminar. — ¿Por qué me pediste que te esperara?

— Quería hacerte compañía. Salir solo es bastante aburrido.

— ¿Aburrido en casa? —JinYoung alzó una ceja luego de preguntar, sonriendo ladino.

— ¿Fui muy obvio? —respondió el castaño con diversión. Vio como el menor asintió y soltó una risa al ser descubierto. — Digamos que mi familia es aburrida, muy pero muy aburrida. Tampoco estoy acostumbrado estar tanto tiempo encerrado, siempre estoy fuera de casa.

— Wow, tenemos aquí a un hombre ocupado. —bromeó. JaeBum alzó los hombros, internamente contento por haber comenzado con el pie derecho.

Caminaron por el tercer piso, hablando de cosas triviales o lo que se le ocurriese. JinYoung escuchó con atención a JaeBum cuando este contó su experiencia en Estados Unidos, otra vez. En realidad había recorrido muchos lugares, míticos y que fueron escenarios en películas. Lo que sí le sorprendió fue que el castaño supiese sobre lo que hablaba, porque le comentaba cosas que ni él mismo sabía. En realidad no era tan idiota como llegó a pensar.

— Me gustó mucho ir a Estados Unidos. —concluyó el mayor, con las manos en los bolsillos. — Aunque me hubiese gustado ir por otras razones.

— ¿Por qué? —preguntó de manera mecánica, JinYoung.

— Mis padres están obsesionados que en un futuro yo maneje la empresa de la familia. —le contó mientras caminaban. — Ni siquiera quería hacer ese estúpido curso y ellos lo sabían, pero no les importa mi opinión. Nunca les ha importado alguien o algo que no sean ellos mismos. Ni siquiera... se si quiero seguir con el negocio familiar. Pero a ellos les importa las apariencias, como todos.

El pelinegro asintió en silencio, sintiendo lastima por JaeBum. Lo entendía, porque ambos estaban sufriendo del mismo problema por diferentes motivos. Qué pena no poder hacer lo que quieras solo por mantener las apariencias y evitar el qué dirán de ti. Le gustaría decirle que no le haga caso a sus padres y que haga lo que desee hacer con su vida, pero sabía que las cosas no eran tan simples. Había reputación de por medio, y para las personas pertenecientes a la elite, era algo sumamente importante. Mucho más que su propia vida. Ni que decir de él mismo, debía aparentar que era alguien de clase alta y que adoraba su mundillo, cuando en realidad le daba peste estar entre ellos. Al fin y al cabo, apariencias.

— Sabes, pensaba en ir a ver algo de ropa. ¿Me acompañas, o debes irte ya? —preguntó el castaño, cambiando radicalmente el tema de conversación.

JinYoung miró con disimulo la bolsa que traía en su mano. Podía irse, ya había cumplido con lo que debía hacer, pero cuando volviese a casa no haría nada más que leer o estar en el jardín.

— Tengo tiempo de sobra. Vamos. —contestó a los segundos después, junto a una pequeña sonrisa.

Entraron a una de las tiendas más exclusivas del edificio, todo destacaba que los productos que allí había eran de total calidad y bastante caros, pero JaeBum podía darse aquellos lujos. Él no, solo con la ropa que la señora Ayaka le compraba, tal vez con su propio dinero podría comprar algo pero prefería guardarlo para cuando finalmente se largara de Corea a por una nueva vida.

Pensó que sería una corta visita, pero el castaño se quedó embobado con toda la ropa nueva que allí había. Tuvo que soportar verle entrar al probador más de veinte veces con una prenda distinta. Todas le quedaban bien y se lo decía, pero JaeBum no opinaba lo mismo e iba por otra. Al final, y con ayuda de su opinión, compró un par de pantalones y camisas, de tela bastante costosa. Para JinYoung fue un alivio salir de esa tienda, ya que estaba mareando de ver tanta ropa.

Caminaron en dirección a la heladería más cercana, ya que JaeBum decidió invitarle en recompensa por haberlo soportado allí dentro. Claramente aceptó, es decir, era helado gratis. No era tonto como para negarse. El castaño compró dos helados, entregándole uno y continuaron con su recorrido no definido.

A pesar de estar dentro del mismo centro comercial era divertido, JaeBum tenía razón con respecto a salir, acompañado era mucho mejor. Mientras caminaban, el pelinegro no pudo evitar fijarse en una gran librería, la cual conocía bien. Las pocas veces que había venido al centro comercial se la había pasado metido allí mirando libros, que por desgracia mucho de los que le gustaban eran costosos, pero soñar era gratis.

— ¿Quieres entrar? —la voz del mayor lo sacó de sus pensamientos. Lo miró, dispuesto a negarse, pero el otro volvió a hablar. — Ya me soportaste cambiandome de ropa como cincuenta veces, es mi turno de soportarte a ti.

JinYoung sonrió y asintió, entrando ambos a la gran librería. El pelinegro miraba atento cada libro que se cruzaba por sus ojos, encontrando más de alguno interesante. ¿El problema? El precio. ¿Por qué diantres los libros debían costar tanto? En serio iría a colocar una querella por eso, porque de verdad no podía gastar mucho. Perder dinero significaba más tiempo en Corea. Se fijó en una colección de libros, recordaba el autor porque la señora Ayaka le comentó de él tiempo atrás, alegando que era bastante bueno y que en sus libros se concentraba mucho en los paisajes. Se mordió el labio al mirar el precio, esto era una tortura.

— Vamos. —le dijo a JaeBum, ciertamente harto de enfrentarse a lo mismo cada vez que venía.

— ¿Te gustaron? —preguntó el castaño, tomando la colección para observar con cuidado. — Se ven interesantes.

— Sí, pero son carisimos. —respondió, deteniéndose al ver que no le seguía, en cambio iba hacia otra dirección. — ¿A dónde vas?

— Buenas tardes. Me los llevo. —JinYoung casi le da un ataque al escucharlo hablar con la cajera, entregando los libros. Fue corriendo hacia él, tomándole del brazo.

— JaeBum, no. Son muy costosos.

— Pero te gustaron. —respondió con simpleza y sacó su billetera cuando la cajera le dio el valor.

— Pero, Jae-

— Nada. Es un regalo. —le calló, colocando un dedo sobre sus labios para luego sonreírle. Pagó en efectivo y el pelinegro estaba impresionado, no había visto billetes tan grandes en su vida. Bueno, sí, pero no en la cartera de otra persona que no fuese la señora Ayaka.

No dijo palabra alguna, ni siquiera cuando recibió en sus manos la bolsa con los libros. Salió de allí en silencio, impactado que JaeBum haya hecho aquello por iniciativa propia. No era necesario. Miró la bolsa con los libros, sintiendo una extraña sensación en su pecho.

¿Cómo debía tomarse eso?

Ruta De Escape ; BNiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora