Capítulo 10

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Juan Sánchez

La foto de Pablo me había movido el piso, no sabía qué hacer y lo único que hice fue llorar, lo odiaba si por involucrarme en su asunto pero aún lo quería como un hermano, no podía parar de llorar tenía mucho miedo. Fui llorando al aula y allí lloré estaba de verdad muy afectada, después de unos minutos todas las perras interesadas de mi clase se me acercaron, como si les interesa lo que me pasara, en cuanto sentí una mano por mi espalda en forma de cariño me levanté, mis ojos que con las lágrimas se habían hecho verdes miraron a la maldita de Ana, la primera en socorrer fue ella, la odiaba desde siempre y ahora estaba frente a mí con cara de monja teniéndome pena, estaba tan alterada que rechacé su caricia y acompañe ese rechazo con unas cuantas palabras.

-No me toques maldita -grité muy alterada.

-Solo quería ayudarte Luna -respondió mirando a las demás perras interesadas que también querían "ayudarme"

-¡Pues no lo hagas no te lo he pedido! -seguí gritando.

-Está bien, sabes eso me pasa por querer ser buena persona -respondió mirándome con ira también.

-Jajaja ¿Tú? ¿Buena persona? Se realista, por el único motivo que estás aquí con cara de la Madre Teresa es que quieres enterarte de todo para regar el chisme.

Me seguía mirando con odio, estaba identificada con lo que le había dicho y era verdad Ana siempre quería hacerse la buena pero no era así, era una víbora, conocí su verdadero rostro cuando lamentablemente Pablo se enamoró de ella, era una asquerosa, lo trataba como su empleado, se aprovechaba de él, la odiaba, no tan solo por eso sino porque durante ese largo tiempo que estuvieron juntos Pablo se separó de mí y por consiguiente gracias a la frialdad de Ana encontró una salida... el alcohol y las drogas, sabía muy bien que consumía por eso no me sorprendió cuando me lo dijo, ya yo lo sabía, jamás lo pude ayudar por eso no sabía de donde sacaba para las drogas ni mucho menos a que personas pedía la droga, esa maldita perra no me lo permitía ver y hasta llegó a prohibirle el que se me acercara.
Cuando finalmente ella y Pablo terminaron su relación, él fue a buscarme, recuerdo muy bien que su imagen había cambiado, el consumo de drogas lo hacía ver más adulto y en cierta manera más delgado y débil, era tarde las drogas se había hecho indispensable para él, poco a poco pude ayudar a que su consumo sea menor bueno era en cierta manera menor a diferencia de como él consumía antes, pero jamás supe de quien lo conseguía hasta el día de ayer que me conto acerca de la organización.

No me quedé atrás y también la miré fijamente, no sé cuánto pasó hasta que ella bajó la mirada y se fue, regresó a verme diciendo o ladrando.

-Me la vas a pagar maldita -dijo desde la puerta del aula.

-Cuando quieras maldita perra -dije mientras le mostraba que no me daba miedo, de esa clase de perras ya había conocido muchas y ninguna hace lo que amenaza o lo que presume. A esa clase de perras hay que mostrarle los dientes para que sepan que tienes mejores colmillos y que puedes atacar mejor.


Ya habían pasado dos horas desde aquella pequeña discusión y era momento de aventurarme y rogar a todos los cielos con llegar bien a casa. Caminé hasta la parada del autobús, ese día por desgracia los padres de Sam habían ido a buscarla por lo que tuve que ir sola, cuando llegué me senté en la banca de la parada de buses, el colegio estaba en un barrio muy callado y casi solitario solamente había gente entre ese tiempo de la hora de salida que era a las 12:45 del mediodía y yo salía tipo 3 de la tarde por lo que peor aún no había ninguna sola alma en las calles y el bus por su puesto no era constante; miraba a todos los lados para asegurarme de que nadie me esté espiando o siguiendo, los minutos pasaban rápidamente pero el autobús no llegaba, quince minutos, veinte, veinticinco, media hora ya no había nadie, nadie, ni una sola persona tenía miedo de que aprovecharán la soledad en la que me encontraba para hacerme daño.
A lo lejos vi un auto negro me pareció muy extraño pero no me percaté, unos segundos después el auto se detuvo a unas cuantas calles no se podía ver quienes estaban dentro de él porque sus vidrios eran negros hasta el parabrisas; el auto tomó la marcha, pasó, lo seguí con la mirada y me dejó atrás pero se detuvo y dos tipos salieron y no sé de dónde pero otros dos también por atrás justo detrás de donde estaba esperando el autobús aparecieron, me asusté demasiado, cuando estuvieron muy cerca los dos primeros tipos me apuntaron con una pistola mientras que los otros dos me tomaron bruscamente de los brazos me empujaban hacia el auto, gritaba pero todo mi esfuerzo era en vano, estaba sola y no sabía cómo defenderme, cuando lograron meterme en el auto me amordazaron, ya no podía gritar, mis ojos llenos de lágrimas, de desesperación veían una pequeña manta la cual se dirigía hasta mi nariz con el fin de ponerle un alto a mi mundo.
Desperté en un cuarto muy oscuro en donde una voz femenina conocida me decía que estoy bien y que me comporte, pero en cierta forma la desesperación no me dejaba, minutos después un hombre alto llegaba, abría la puerta y caminaba hacia mí en la absoluta oscuridad del cuarto, podía ver solamente su silueta, no lo pensé dos veces y empecé a gritar, me levanté con el fin de golpearlo con la suerte a mi favor pude darle un solo golpe en el pecho pero su reacción iba más acelerada que la mía y me dirigió un puñetazo con el cuál empecé a perder la conciencia, caí sobre la cama mientras la voz femenina conocida me decía que no debía hacer eso.
No sabía qué hora era, ni cuanto había transcurrido desde que recibí ese enorme golpe, aún permanecía en ese cuarto, me levanté de aquella cama y caminando ayudándome de la pared, en un momento toqué un pequeño interruptor supuse que era para prender algún foco, cuando lo moví el foco se encendió e iluminó todo el cuarto. No me había dado cuenta hasta ese momento que estaba semidesnuda, en la cama había ropa pero no era la mía, no lo pensé dos veces y me lo puse era justamente mi talla, un bibidi de color negro, un pantalón militar negro, una chaqueta negra de cuero, zapatos y correa, una banda pequeña con el nombre MARAH, supuse que querían que me lo ponga pero no lo hice la deje en la cama, cuando estuve consciente traté de salir del cuarto y me dirigí a la puerta, noté una pequeña cámara en la esquina del cuarto y pensé que todo el tiempo me habían estado vigilando.
Cuando me acerqué a la puerta y hale de la manivela esta se abrió con facilidad y salí a un gran pasillo iluminado pobremente; caminé hacia la derecha, ya que por la izquierda no había salida, habían muchos cuartos pero no me aventuré a abrir ninguno, a lo lejos oí una voz masculina tuve mucho miedo y abrí una de las puertas entré a un cuarto iluminado y la cerré hasta que esa persona pasara, sentí su paso y se detuvo en el cuarto en el que yo estaba, al no encontrarme aquel hombre gritó.

A 1300 Kilómetros de DistanciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora