01. Il Creatore.

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Dos mil diecisiete

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Dos mil diecisiete.
(Aproximadamente).


El reino de la tierra en lo alto, es por mucho, un empírico paisaje en donde la explosión de colores contrastan de un modo sobrenatural. Hay luz en donde quiera que sea visto; como si las tinieblas huyesen perseguidas por la pureza impregnada en el lugar.

Un par de pies descalzos, con marcas amarillas en su piel, corren entre el pasto corto, sintiendo viva cada fibra de su ser; sus manos están tendidas y la brisa fresca acaricia su pálida piel y corre al son de su sangre. Tres personas siguen al chico que está corriendo, como si su vida dependiera de ello.

¡Señor, tenga cuidado!

—¡Señor!

  El joven hombre llega en el borde de un acantilado y se detiene de inmediato; una potente brisa se levanta desde las rocas en lo bajo, hasta él en lo alto y sacude sus bucles de color algodón, revoloteando cada mechón y provocando una sonrisa preciosa y auténtica. Este respira hondo y profundo, tomándose el tiempo de admirar el aire tan puro y frío, que refresca todo su interior.

El grupo de personas llegan a él y jadean exhaustos, ya que lo siguieron veloces durante unos cuantos minutos. El chico posa una mano en su pecho, observando el horizonte mientras murmura:

Majestuoso.

—Señor, no huya así —le dice uno de sus sirvientes en tono de angustia—. Podría sucederle algo malo.

—Lo siento —responde el chico volteándose a ellos con una sonrisa de disculpa; trae puesto una sudadera celeste cielo, pantalones caqui flojos y no tiene calzados. Sus ojos; ámbar derecho y celeste izquierdo, contrastan con su piel grisácea y su cabello blanco; unas extrañas marcas de estilo tribal color amarillo, imperan en su sien, cuello, manos y pies. El chico mete las manos en los bolsillos frontales de su abrigo, mientras añade:— Siempre debo aprovechar el tiempo que estoy aquí, lamento mi entusiasmo inapropiado.

—No se disculpe Señor Ithis, entendemos su energía —concede un segundo, dedicándole una leve sonrisa. El mencionado asiente y balancea los brazos en ambos costados; su mirada se desvía tras ellos. Una idea fugaz se cruza en su mente, como si fuese una máquina acelerada que no puede relajarse ni quedarse quieto en un lugar, por un breve intervalo de tiempo.

—Oh... De ser así —empieza Ithis pensativo mientras sus servidores le prestan atención, expectantes a su orden— ¡El último en llegar al Fabren Bastion es un Blight!

  Y empieza a correr ágil y grácil en sus infantiles acciones; los sirvientes ríen y uno que otro suspira, para luego empezar a perseguirlo nuevamente y gritar que tenga cuidado con alguna que otra roca intrusa en su camino.

[...]

—Señor, por favor no se revuelva tanto.

Famine (+16) »AMOLAD.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora