¡Está roto!, ¡Cuidado!, ¡No toque, no toque!

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Casimiro, bello nombre que denota una exaltación de pensamientos repentinos y no razonados en el momento más bello de una gorda desdichada, caminaba muy lentamente por una acera de rocas bien puestas, construida por pobres sangrientos que ya murieron sin poder pisarla.

Casimiro Dolores llegó a un lugar que bien teniendo puertas, ventanas y todo aquello que a un lugar ordinario se me pide para alcanzar su común aspecto, aún existía para él.

Casimiro Dolores Aaron fue y abrió la puerta, miró a la gente que se unía en una, en alguien llamado Jacob, y se acercó. Dijeron las gentes «¿Qué queréis?», y respondió «Me dijeron que viniera aquí»

—¿Quién te lo dijo?

—Alguien bueno, creedme, alguien santo

—Pasamos hambre

—Pues comed

—Pasamos sed

—Pues morid

—Pasamos vida

—Pues morís, pobres gentes. Morid en mensajes contradictorios y fallecer bajo la mano implacable de vuestras mentes. Jodeos, por favor, jodeos.


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