Los cabellos rubios y la boca risueña forman a la niña que anda por esa vereda sin final que delante suyo se levanta.
Sus piececitos sin agujetas andan. No sudan, no lloran al sucio ocaso de las roñosas baldosas, sino que descansan a cada actividad que placentera desempeñan.
Es horrenda e irritante. Es irritable y esquizofrénicamente sanguinaria aquella mano que mientras ve a la criatura blanca, mancha su pelaje claro con el tomate de sus vasos.
«Muere mierda de siempre. Muéstrame tu pus y tus tripas, fruto de la discordia y del sufrimiento. Termínese ya todos termínese ya...»
Y tras lloros y desgarros que terminan con todo atisbo de posible existencia de vida, pasa el hombre que la ve, que a las gentes gritas y al mundo redime, y con tan inacostumbrada simpleza, que rozar puede el absurdo, dice la parte más bella de la historia de la humanidad y el mundo, la más magnífica y espléndida de las rebundancias y desatéis meditados y brotados de la faz del agua y tierra:
«Qué adorable, la niñita. Buenos días»
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Perfecta Imperfección
No FicciónLos humanos están aburridos. El aburrimiento los condena... Después de la segunda venida de Cristo al mundo, el ser humano habita tres planetas, y las personas tienen la posibilidad de alargar sus vidas por medio de la inmortalidad. Sin embargo, ent...