Había una vez, una lágrima.
Que brotó de tus ojos
dejando humedecidas tus mejillas
tu cuello
y cayó en tu muslo.
Dolía tanto la razón, el por qué,
y pesaba tanto su memoria
que dejó una marca ahí donde acabó.
Había una vez, una lágrima.
Que brotó de tus ojos
dejando humedecidas tus mejillas
tu cuello
y cayó en tu muslo.
Dolía tanto la razón, el por qué,
y pesaba tanto su memoria
que dejó una marca ahí donde acabó.