Había una vez, un dedal.
El dedal vivía en una caja de metal
Rodeado de agujas e hilos.
Cada mañana salía a trabajar,
A proteger los dedos de una delicada mujer.
La delicada mujer pinchó al dedal
Una y otra vez
Pero el dedal no podía quejarse, era su trabajo.
Todas las mañanas, el dedal sufría
Deseando que llegara la noche, para que la delicada mujer le dejara en su cajita.
Pero un día, el dedal se quejó.
La delicada mujer tiró al dedal a la basura.
El dedal estaba ahora solo, deseando volver con la delicada mujer.
La delicada mujer lo oyó llorar.
Y volvió a cogerlo, para volver a trabajar
Y volverlo a pinchar.
El dedal, no se volvió a quejar.