Capítulo 7.

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Nicolás.
Y nuevamente me había cerrado la puerta en la cara.
"Gracias" pensaba con sarcasmo.
Tenía un muy extraño sentimiento en mi interior, estaba en cierta medida preocupado por ella; desconocía los detalles de lo que en aquella casa pasaba, pero por cómo y con qué explicaciones ella había llegado a la mía quedaba más que claro era de todo menos bueno.

La noche ya iba cayendo en el camino de regreso, los colores rojizos pintaban el cielo de manera preciosa, pero al ir cabizbajo viendo al piso apenas lograba distinguirlos de reojo. No tenía muchos ánimos de pararme a admirar como el mundo era feliz mientras yo internamente tenía una guerra de emociones que no sabía siquiera quién iba a ganar.

Al por fin llegar a mi casa y entrar, lo primero que hice fue irme a la cama. Pensar tanto me tenía agotado, quizás le daba muchas vueltas a la situación que podría estar ella viviendo y en cómo la podría ayudar; pero aún así siempre llegaba a la misma conclusión. No podía hacer nada.
No podía hacer nada y por varios motivos, el principal de ellos era que yo aún era un completo desconocido, el haberle abierto las puertas de mi casa en un momento de necesidad y haber sido de lo más hospitalario con ella no nos hacía mejores amigos ni mucho menos; yo tan solo hice lo que creí correcto.

No la conocía y ella tampoco a mí, ni siquiera sabía si la volvería a ver, no sabía a qué instituo iba o qué hacía; no sabía a dónde le gustaba ir o qué le gustaba hacer. Aquel encuentro en el parque pudo haber sido simple casualidad, posiblemente no le gustase ir muy seguido allí, o quizás si, pero no lo sabía.

Oficialmente si le estaba dando demasiadas vueltas a un asunto de una chica que no me correspondía y a la cual, recalcaba, posiblemente no volviese a ver.

Poniéndome boca abajo en la cama y la almohada sobre mi cabeza me obligué a dejar de pensar tanto y finalmente dormir.

Verónika.
A la mañana siguiente me desperté temprano, exactamente tres minutos antes del sonar de mi alarma. No había cenado la noche anterior -por obvios motivos-, y me moría de hambre.
Me alisté lo más rápido que pude y bajé de manera veloz, tanto mi madre como padre no daban señales de vida pero aún así no quería arriesgarme.

No quería verlos y me esforzaría por lograrlo.

En cuanto comí el pequeño y vago desayuno que me había alcanzado a preparar en tan poco tiempo, tomé mis cosas y salí de aquel lugar camino a uno que tampoco es que fuese mucho mejor, si era sincera.

Si de por sí en mi casa ya me sentía abandonada y sola, en el colegio las cosas no eran muy diferentes. Debido a mis comportamientos en años anteriores me había ganado una reputación que en lo personal no se lo deseaba a nadie, "la puta".

Y ciertamente me la merecía, a los 15 y 16 había hecho de todo, había robado novios, había roto corazones, había humillado a chicos; de todo. Todo eso por tan solo intentar llenar el vacío que había en mi interior, pero estaba de más mencionar el nulo resultado que tuvo todo aquello.
Cierta parte de mí esperaba que entre juego y juego con cada chico que se me cruzase, hallase al "indicado" como las películas tanto presumían, pero ahora comenzaba a darme cuenta de por qué era que esas situaciones aparecían solamente en las películas.

Caminaba por aquellos abarrotados pasillos en una completa soledad, las miradas se fijaban en mí con desprecio, asco y molestia. En un incio fui capaz de devolver aquellas miradas de la misma manera intentando demostrar algo de voluntad propia y orgullo, pero luego me cansé y me acostumbré a todo. Era prácticamente mi pan de todos los días.

Nicolás.
Mientras hablaba en el pasillo junto a mis amigos, divisé un rostro apagado que se me hizo familiar, tuve la intención de acercarme pero al Chase llamar mi atención me fue imposible.

Con cada cambio de clase era más notorio -para mí- la manera en que los demás chicos la miraban.
No alcanzaba a reconocer perfectamente quien era y todas las veces que intentaba acercármele algo me lo impedía, si no era Chase era Peter u otra cosa.

No fue hasta la hora del receso que tras verla ir a sentarse sola, ya consciente de quien se trataba, bajo un frondoso árbol del patio, me fue posible ir.

Y con mi almuerzo en las manos y una bebida extra, me senté a su lado con una sonrisa.

-¿Quieres una Coca-cola? -pregunté.

Ella, quien parecía nunca haber notado mi presencia, levantó su vista del plato mi me miró sorprendida. Yo también lo estuve cuando descubrí de quien se trataba en el cambio de clases previo al almuerzo.

-¿Nicolás? -preguntó- No sabía que íbamos al mismo instituto.

-Yo tampoco -admití-. ¿Pero la quieres o no? -pregunté bromista.

-Dámela -aceptó con igual tono.

Reí un poco entregándosela, pero aquel tono jovial se desvaneció con su siguiente oración.

-No deberías dejar que te vean conmigo. No tengo muy buena fama.

Miré a mi al rededor y noté cómo todos los demás nos miraban y murmuraban, también noté que Chase estaba igual de extrañado que yo; al parecer éramos los únicos que no sabían de la supuesta "mala fama" que Verónika tenía.

-Me han tachado de puta -confesó.

La miré nuevamente sorprendido, ahora todo tenía sentido. Si había escuchado de una chica que supuestamente había salido con casi todos los chicos de la promoción, pero no había escuchado su nombre; era lógico que no lo supiera.

-¿Y? -pregunté

-¿Acaso quieres que creen rumores de nosotros dos? -refutó con un deje de molestia- Estar cerca de mí te arruinará la vida.

Escuchaba atentamente cada palabra que ella dijo, y sin pensar en lo que hacía respondí:

-Que se arruine, si eso implica estar contigo pues no me molesta que lo haga.

Y tras darle una última mirada a nuestro alrededor me dispuse a comer.

Verónika no era mala, yo eso lo sabía... O por lo menos eso quería creer.

¿Quieres una Coca-Cola? [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora