Capítulo 19.

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Nicolás.

—¿Vero? –la llamé al estar frente a su puerta– Vero, ya llegamos.

Ella simplemente murmuró algo sin sentido y se abstuvo de moverse. En algún momento ella había sucumbido ante el cansancio y se había dormido en mí.

Suspiré y traté de despertarla una vez más, tras un par de intentos, lo logré y se bajó de mi espalda soltando un bostezo.

—¿No me puedo quedar contigo? –preguntó frotándose un ojo– No quiero estar en mi casa, la verdad.

—¿Quieres enfrentarte a la ira de tu padre otra vez? –reí un poco para que la pregunta no sonase tan seria, aunque si me preocupaba un poco lo que su padre le pudiese hacer.

Ella se encogió de hombros. —No tendría que enfrentarme a ella si nunca regreso. La verdad, es que desde muy pequeña soñaba con escaparme y correr lejos, muy lejos de aquí; de aquí y de mis padres. Hacer una vida nueva, desde cero, empezar de nuevo y ser finalmente feliz, pero nunca lo hice. Nunca. No tenía tampoco a donde ir y en aquel momento mi conocimiento sobre el mundo exterior era básicamente nulo, seguro hubiera muerto si lo hubiera intentado.

Me quedé callado ante todo lo que dijo, no sabía qué decirle al respecto, ni siquiera si asentir o quedarme completamente quieto; hasta que rió.

—Pero ahora –continuó– estoy segura que si realmente decidiera irme de ese infierno, tendría a alguien que estaría ahí para mí.

Seguidamente me miró y sonrió de la manera en la que solo ella sabía hacerlo, logrando que mi corazón se acelerara un poco.

—Bueno, debo entrar... Hasta mañana, Nicolás –se despidió plantando un corto y rápido beso en mi mejilla antes de correr hacia su puerta de entrada.

Me despedí de ella con la mano y una sonrisa boba; una vez cerró la puerta seguí caminando esta vez hacia mi hogar.

Verónika.
Cerré la puerta con la mayor delicadeza posible, no había ruidos en casa, así que muy posiblemente mi madre estuviese tomando su siesta de la tarde -y con resaca-, y mi padre no estar en casa; pero fuera cual fuera el caso no me quería arriesgar a averiguarlo.

Me quité los zapatos en la entrada y sujetándolos con una mano me dispuse a subir velozmente las escaleras hasta mi habitación.

—Bienvenida, hija –la voz de mi madre resonó por el salón.

"Demonios" maldije internamente.

—¿Por qué tan contenta? ¿Sucedió algo especial hoy? –cuestionó acercándose.

A mi mente vinieron los recuerdos de todas las cosas que habían pasado exactamente ese día con Nicolás, y no pude evitar que el calor subiese a mi rostro de forma súbita.

—Tomaré ese sonrojo como un si, ahora ve y enciérrate en tu cuarto como tanto adoras hacer. Yo saldré un momento, no tengo ganas de verle la cara a tu padre cuando regrese.

Asentí corriendo las escaleras hacia mi habitación; pocos eran aquellos momentos donde mi madre realmente parecía una madre. Sobria, hablando normalmente sin alzar la voz, preguntándome cómo me había ido, sin ningún acompañante extraño que yo jamás hubiera visto, etc. A veces mi madre si podía parecer una madre, como si realmente hubiera sabido actuar como tal en el pasado.

"Mi madre ya no ha traído extraños a casa..." pensé, con la esperanza que por fin hubiera desistido de aquello y hubiera decidido rehacer su vida finalmente. "Ahora solo tiene que dejar de beber y fumar" reí un poco para mis adentros, eso quizás sería demasiado soñar.

Fuera como fuera, me deshice de todos esos pensamientos deprimentes sobre mi situación familiar y cerrando la puerta de mi pieza con llave, me lancé a la cama junto a mi celular a escuchar música y leer; mientras inconscientemente esperaba que cierta persona me mandase un mensaje.

Nicolás.
Caminé hacia mi casa sumido aún en lo más profundo de mis pensamientos. Repasaba y repasaba cómo había iniciado nuestra historia y cómo de rara había sido desde un inicio.

Sonreí al recordar la primera frase que le di.

Llegué hacia mi hogar y entré, mi hermana no estaba y al parecer mi madre tampoco por lo que caminé directo hacia mi cuarto. Bueno, no sin antes pasar por algo para comer rápidamente a la cocina.

Tras lanzarme a mi cama con la bolsa de papitas en una mano, saqué mi teléfono, los desbloqueé y abrí rápidamente la conversación con aquella chica.

¿Ya me extrañas? –pregunté dando inicio a la conversación.

Verónika.
Al vibrar de mi teléfono me sorprendí, lo desbloqueé velozmente y abrí el chat.

¿Ya me extrañas?

Reí.

Uff, men. Super si. JAJAJAJA

Me encantaba hablar con él. Me encantaba estar con él. Con él podía ser siempre yo misma sin mayor miedo, podía llorar, reír, insultar o sonrojarme sin mayor vergüenza.

Lo amaba... realmente lo amaba. Eso había quedado suficientemente claro luego de aquellos besos tan dulces y cargados de sentimientos. Recordé el tacto de sus labios sobre los míos y pasé mi dedo índice por éstos, suspirando luego.

Una nueva notificación me sacó de mis azucarados pensamientos, un mensaje suyo.

Yo también te extraño

Sentí automáticamente cómo el corazón me dio un salto y sonreí como una maldita niñita enamorada.
Aunque... eso era. Una maldita niña enamorada... perdidamente enamorada.

Y repetía nuevamente en mi cabeza: "¿Qué me has hecho Nicolás?"

Nicolás.
No podía siquiera imaginar lo bobo que me veía mientras hablaba con Verónika. Las cosas cursis que le decía en aquel momento podrían haber matado de diabetes a cualquiera.

Recordaba que antes ir al instituto me parecía algo completamente aburrido, ahora era algo que podría llegar a esperar incluso con leves ansias solo por el hecho de ver a Verónika, verla feliz y sonriente.

Así de bobo estaba, así de idiota por ella estaba.

Así.

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