Capítulo 7. Habla conmigo

517 48 31
                                    


El amplio terreno estaba mojado, pero no había llovido en toda la noche. A pesar del frío constante el viento ese día no me molestaba, pues me ayudaba a mantener los malos pensamientos quietos. Llevábamos aproximadamente quince minutos caminando por la colina y a lo lejos aún se alcanzaba a ver la mansión.

—¿Qué pasa señor Lawliet, es que se ha aburrido de la casa?—hablé con burla después de tanto silencio, con frecuencia era yo quien iniciaba una conversación.

—Hoy no está lloviendo y está bien caminar de vez en cuando, despeja tu mente.

—Vaya frase, te veo futuro como promotor de salud. Hablando en serio, pensaba que querrías decirme algo.

—Sí, eso creo. Gracias por lo del teléfono, por no armar un alboroto ni hacer preguntas extrañas.

—Me agradeces por lo que me obligaste a hacer—contesté. Al menos yo lo veía de esa forma y seguía sin encontrarle sentido a su plan. L se limitó a suspirar con pesadez.

Seguía mirándole por el rabillo del ojo, con la misma falta de confianza para perderle de vista. Siquiera un momento.

—Siempre estás viéndome así, ¿seguirás intentando escapar? ¿o piensas que prefieres delatarme?

—Es culpa tuya, hablas de delatarte como si lo que haces fuese malo. Dices creer en la justicia pero parece que buscas lo contrario. Yo sólo quiero que te vayas L, Ryuzaki, o como sea que te llames, quiero trabajar en paz, estar tranquila y que las cosas se lleven a cabo de la forma que tenía prevista.

—Tú piensas que voy dañarte o que el caso terminará afectándote (...) Argento, entiendo tu desconfianza, pero estás equivocada. Esto no tiene que ver contigo, insisto.

—Y aún así me encuentro en medio del caos.

—Es necesario que pregunte ¿qué hago para que me creas y nos dejes a ambos cumplir nuestro deber?

—Si lo preguntas es por miedo. Está perfecto, viviré ignorando que intentas deshacerte de mí sin que haga nada—sonreí sarcástica, pero a L no pareció molestarle. Fruncí el ceño preguntándome en el fondo qué tan distante podía ser aquel hombre.

Finalmente descifrarlo me resultaba imposible. Suspiré casi tan cansada como él y le pregunté qué quería de forma directa.

—¿Cuál es tu idea para nuestra convivencia, L? Sé que te das cuenta, he permanecido lo más tranquila que puedo porque tampoco es mi intención fastidiarte la vida. ¿Pero qué es lo que tú qué tienes en mente?

L se quedó pensando antes de contestarme, sin preocuparse del tiempo. Seguíamos caminando, pero la mansión ya no se veía por ningún lado y el sendero había terminado. En lugar del camino de piedras y tierra mojada sólo había hierba seca a nuestro alrededor, no se escuchaba algo más que el viento y tampoco se veía señal de civilización. Aún así, el olor fresco de los campos era el mismo. Todo junto era como... una buena versión del fin del mundo.

—Dime—su voz me sacó de mis pensamientos—. Argento... ¿podrías enamorarte de mí?

Yo... no pude contener una carcajada.

—Enamorarme de ti—repetí con una sonrisa para confirmar que lo que acababa de escuchar no fuera un error o alucinación mía. Cubrí mi boca con el dorso de mi mano sin poder parar de reír—. Lo siento L, es que... suena tan comprometedor viniendo de ti. El amor es el último tema que hubiese pensado tratar contigo, realmente... ¿A qué vino eso?

L apartó la mirada y giró la cabeza intentando evitarme, o eso fue lo que percibí.

—En el pasado... alguna vez dije algo similar.

No hay necesidad de encariñarse. (Death Note: L x lectora).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora