Capítulo 10. Interés particular

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Abrí los ojos poco a poco, pero mi almohada era lo suficientemente suave bajo mi mejilla como para que quisiera levantarme. Pensé que había dormido demasiado puesto que tenía la vista algo borrosa, así que parpadee un par de veces para que se aclarara y noté que había cuadros alrededor... Esa no era mi habitación.

Al darme cuenta mis ojos se abrieron como platos y miré de reojo junto a mi rostro, la camisa blanca de L estaba ahí. ¡No dormía sobre una almohada suave, era él!

—¡Lawliet!—grité incorporándome y apartándome rápidamente de su pecho—. ¡Por qué dormía contigo!

—Yo no estaba dormido—contestó sin destacable expresión—. Tomando en cuenta que te desvelaste toda una noche es lógico que te quedaras dormida sin darte cuenta.

—¿Por qué no me despertaste y subiste a tu recamara?

—Bien, porque me dejaste con la palabra en la boca cuando te estaba preguntando sobre la investigación, como tardabas en contestar y no te estaba mirando cuando te hablé imaginé que pensabas tu respuesta... eso hasta que sentí tu cabeza sobre mí. Hubiera sido descortés que te moviera sabiendo lo agotada que estabas, si te parece incorrecto lo haré la próxima vez. Te mueves mucho al dormir ¿sabes?

—Qué dices—pronuncié tartamudeando—. No habrá una próxima vez. Es decir, procuraré no quedarme así de nuevo.

Pasé una mano por mi cabello para despejar mi frente pero el nerviosismo me hizo continuar jugueteando con mis manos. El de cabello negro se encontraba impasible, se levantó rumbo a la cocina y regresó con un frasco de cerezas en las manos.

—¿Qué haces?

—¿Mm? Tengo hambre—por supuesto, era obvio ¿por qué otra razón alguien sacaba comida? ¿Por qué creí que traía eso para compartirlo conmigo? ¿Qué rayos estaba pensando, en una velada?

Sonreí con burla para mí misma al sentirme idiota, definitivamente pasar tanto tiempo sola con un hombre me había afectado, era completamente normal.

"Relájate (...), te pasaría lo mismo con este raro o con cualquier otro sujeto" me dije.
L me miró y su expresión se suavizó con otra sonrisa, como si se preguntara qué era lo que me causaba gracia. Al verlo tragué saliva, entrelacé los dedos detrás de mi cabeza y junté los codos cubriendo mi cara, intentando disimular mi vergüenza. Idiota...

Me molestaba que mientras yo era incapaz de controlar mis reacciones exageradas internas, él luciera tan tranquilo siempre. Pero no le decía idiota a él, no era su culpa. Lo pensaba para mí, por infantil.

—Dime—habló lamiendo el dulce de la punta de sus dedos como un pequeño—. ¿Por qué te interesaste en esto de repente?

—Porque... tal vez así te vayas antes y pueda trabajar sola por fin.

Bien hecho (...) Argento, porque cuando estás nerviosa dices todo menos lo que en realidad sientes. Hasta ese momento ya había dejado de comportarme grosera con él, comencé a preguntarme si tenía alguna especie de retraso mental que por consecuencia me volvía altanera. 

No... creo que se me daba natural.

Me arrepentí al segundo siquiera antes de terminar de hablar, y más al ver la cara de L. Me volteó a ver con el ceño fruncido de una manera ¿triste? ¿decepcionada? No estoy segura de qué era.

—Vaya que sabes ser amigable—contestó y continuó comiendo, ignorándome esta vez. No imaginan que amargura sentí en ese momento.

Subí desanimada a mi cuarto y me di una ducha. La tarde se encontraba nublada como de costumbre en el lugar, pero aún era temprano para salir. Tomé mi chaqueta y como al llegar a la puerta principal L no se encontraba, supuse que había vuelto a su habitación y decidí no molestarlo, o más bien no me atreví.

No hay necesidad de encariñarse. (Death Note: L x lectora).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora