Capítulo XI

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Angélica POV

Cuando era niña creía que los príncipes azules existían y que uno iba a llegar por mí cuando fuera grande e íbamos a ser muy felices. Ya sé, fui una ilusa porque para empezar ellos no existen.

Una vez me iba a casar, quería a Ronny, no lo amaba. Lo que sí amaba era el sueño de ser "la mujer de", y es por eso que definitivamente lo nuestro no hubiera durado. Hablé con él y me entendió, quedamos como amigos, aunque ya nunca nos volvimos a ver, pero eso fue mejor que terminar odiándonos y encima con un divorcio. Después de eso empecé a pensar que el amor no es para mí.

- ¿Angélica, puedes venir un momento? – me pregunta Rosy.

- ¿Qué pasa?

- Necesito que ensayen esta escena – dice y me da el guion -. Es del capítulo tres, pero la muchacha que va hacer a la modelo se tiene que ir esta semana a una gira y tenemos que hacerla ya.

- Está bien, que le den llamado para mañana y grabamos.

- No, no se puede mañana – me dice enojada -. Tiene que ser hoy.

- Mira, Rosy, ya te pasé dos veces que me pongas una escena el día que no me toca grabarla – me enoja muchísimo que haga esto -, yo no puedo estar aprendiéndome el libreto una hora antes de grabar, porque después esta novela va a ser un asco.

- Angélica, hazlo por favor – me quiere convencer porque acaba de cambiar su tono de voz a un más dulce-. Es más, hasta creo que conoces a la modelo, es la novia de Jaime.

¿Qué? ¿Es en serio o está de broma? Menos acepto si voy a estar a un lado de esa tipa.

- No, no puedo. Que ella posponga su pasarela o lo que va a hacer, mi problema no es si tiene que salir de la ciudad, total, conseguimos a otra. Debe de haber muchas modelos que sepan actuar y sean profesionales – dicho esto, me doy la vuelta hacia mi camerino.

Dos horas después...

Estoy acostada leyendo a Nabokov cuando tocan la puerta.

- Adelante – respondo incorporándome y sentándome en el sofá.

Pensaba que era Jaime o Rosy queriendo hablar conmigo, pero es nada más y nada menos que la tal Heidi.

- Hola – me saluda con un tono de voz muy bajo.

- Hola. Siéntate, por favor – le señalo el sofá que está frente a mí -. ¿Qué se te ofrece?

- Pues... yo... no sé cómo decirlo ni cómo empezar.

- Por el principio ¿no?

Me sonríe y se acomoda el cabello hacia un lado.

- Yo sé que no nos hemos llevado muy bien últimamente o más bien desde que nos conocimos – se corrige cuando levanto una ceja -, y quiero que hagamos las paces.

- ¿Por qué?

- Por Jaime, él de un modo u otro nos tiene unidas, ¿sabes?

- No te entiendo – le digo la verdad.

- Sí, mira. Tú siempre vas a ser su amiga, no sé si yo su novia, pero para él eres la mujer perfecta – mi cara ha de ser un poema porque se ríe nerviosamente -, nunca le vas a reprochar por qué no llegó a dormir, te puede contar cualquier babosada, siempre te va a tener ya sea para reír o para llorar. Mientras que yo tengo que pasar todos sus enojos - ¿y ésta cree que yo no o qué? -, esperarlo hasta que llegue... muchas cosas que no te puedo explicar ahora. Pero cuando sea una fiesta familiar tendremos que convivir porque vamos a estar las dos y creo que sería muy incómodo si nos caemos mal y estamos compartiendo mesa, ¿no crees?

- Sí.

- ¿Entonces qué dices? ¿Aceptas que seamos amigas?

- La verdad es que no puedo ser amiga de alguien, así como así, tratare de que nos llevemos bien y nos toleremos, pero dudo mucho ser amigas.

- Bueno, algo es algo. ¿Y ahora te puedo pedir un favor?

- Ya sé que quieres y la verdad no tengo ganas de pelear así que tendremos que hacer la escena, total, yo nada más salgo atrás con las del cuartel.

- Muchas gracias, Angélica – me dice y me da un abrazo.

Grabamos la escena, pero Jaime se ve un poco distante conmigo en los ensayos, lo más seguro es porque su queridísima novia está aquí y eso me molesta mucho, debería de ser igual, no una persona distinta. Así que cuando terminamos, me cambio rápido y me voy directo a mi camioneta (que arreglaron un día después de que se descompuso), cuando llego a mi casa me doy una ducha y pongo la música a todo volumen.

Cuando salgo de la ducha, escucho el timbre de la casa así que como no está mi mamá, voy a abrir yo, me asomo por la pantalla, pero no se ve nadie así que abro la puerta y cuando veo que Jaime me quedo helada porque soy consciente de que lo único que me cubre es la toalla que tengo alrededor de mi cuerpo.



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Perdón por la ausencia, pero he tenido mucha tarea. Las quiero.

Locura en televisión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora