Capítulo 3

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Alexander no quería admitirlo, pero de pronto se sintió muy interesado en lo que decía el vendedor de libros. A él le gus­taba mucho la historia y leía todo libro de historia que podía con­seguir. En la escuela, la historia había sido su materia preferida; especialmente, historia antigua. Cuando se sentaba a la noche con un libro así, era difícil dejarlo de lado. Natasha, a veces, tenía que recordarle que era tarde, y que tenía que guardar algo del libro para la siguiente noche.
-Deberías haber sido profesor de Historia -se reía ella siempre. El vendedor seguía hablando, pero Alexander todavía no lo ha­bía invitado a entrar.
De repente, Natasha estaba en la puerta.
-Alexander, ¿cómo puedes ser tan descortés? ¿Dónde están tus modales -lo reprendió-. ¡No lo dejes parado en la puerta! ¡Parece un buen hombre, y puedo ver que estás interesado en lo que él está trayendo!
-Lo siento -se disculpó Alexander-. ¡Sí, entra, por favor !  No tenemos mucho dinero, pero me interesa lo que dicen tus libros.

Natasha trajo un poco de té a Leonid, mientras él comenzaba a hablar acerca de los dos libros.
-Si alguna vez te has preguntado por el sentido de la vida, estos libros te ayudarán -comenzó diciendo Leonid.

Alexander miró asombrado a Natasha. ¿No habían estado hablan­do precisamente de esto solo unos pocos minutos antes?
-En esos días en que le parece que todo anda mal, estos libros pueden hacer maravillas -Leonid le pasó la Biblia a Alexander-. Este libro responderá muchas de las preguntas que tienes acerca de cómo tener una vida saludable, y cómo vivir más. Te ayudarán a no preocuparte por si habrá o no suficiente pan en tu mesa, o si Rusia irá a la guerra o no. Los ayudará a tener paz en el corazón ,  y a saber qué hay en el futuro.
La voz de Leonid se suavizó.
-Lo mejor de todo es que les presentará, a tu esposa y a ti ,  al Dios del cielo, que los ama más de lo que pueden imaginar, y que se interesa en lo que sucede en su vida.
-¿Estos libros nos dirán todo eso?
-Todo eso, y mucho más -le aseguró Leonid .
-Es demasiado pedir de un solo libro -Alexander hojeó las primeras páginas de la Biblia-. La . . .  Santa ...  Biblia -lentamente, leyó las palabras-. He oído hablar de ella. Es un buen libro.
-El mejor del mundo. He vendido más copias de él que de cualquier otro libro.
-Cuéntame más.
Leonid se acomodó en la silla, y observó a la joven pareja, que revisaba ansiosamente el libro. Era obvio, para él, que el Espíritu Santo estaba en esta casa obrando ya en sus corazones.
-La Santa Biblia es un libro inspirado por Dios mismo. Nos ha­bla del plan de Dios de hacer un nuevo mundo, en el que no habrá dolor ni sufrimiento.
-¿Y nos ayudará a vivir una vida mejor ahora?
-Sí; eso está garantizado.
-Hmmmm. ¿Y qué de este otro libro...  El gran conflicto. Suena como un libro de luchas y guerra.
-En cierta manera, sí. Habla acerca de la guerra entre el bien y el mal ; entre Dios y Satanás . Pero, no necesitamos preocuparnos.

Dios ganará esa guerra y pronto vendrá a buscarnos, para llevarnos a vivir con él eternamente en el cielo.
El rostro de Natasha se iluminó, y se inclinó hacia adelante, para
poder ver mejor.
-¿Tu libro habla de esto?
-Sí.
Ella sacudió la cabeza, asombrada
-Este libro, entonces, es muy bueno.
-El mejor.
Alexander estudió los dos libros durante unos minutos más.
-Entonces, nos llevaremos los dos -el dijo  abruptamente.
-¿La Biblia y El gran conflicto?
-Sí. Si el mensaje que traen ya nos ha dado esperanza, y ni siquiera los hemos abierto, piensa en cómo cambiarán nuestra vida cuando los leamos.
Leonid escuchó maravillado el testimonio que estas dos personas le estaban dando. Aquí estaban, receptivas al Espíritu Santo y al poderoso mensaje que Dios les tenía reservado.
-¿Tienes aquí, esta noche, algunos ejemplares que podamos comprar ya? -preguntó Natasha, emocionada.
-Bueno, en realidad, no -admitió Leonid-. Pero, puedo volver en unos pocos días y traerles un ejemplar. Mucha gente me pidió libros esta semana, así que debo volver a casa y buscar los libros. Se los podría traer en unos días. Elijan ustedes qué noche.
-¿Tenemos que darte el dinero ahora?
-Pueden hacer eso, o esperar y darme el dinero cuando vuelva.
Alexander miró a Natasha.
-Creo que debemos darle el dinero ahora. Si no tiene suficientes libros para todos, se los dará a los que ya los pagaron, y entonces tendremos que esperar más tiempo -miró a Leonid con expectati­va-. Es así, ¿no?
-Generalmente, así funciona -respondió Leonid, mientras ele­vaba una silenciosa oración, en su corazón, de alabanza al cielo.

Esta era una pareja asombrosa. Estaban hambrientos de la Pala­bra de Dios, y tan llenos de fe  que estaban dispuestos a pagar por adelantado y a confiar en que Leonid les traería los libros.
-Bien, entonces quedamos así. Pero, debes quedarte un poco más con nosotros y contarnos más de lo que hay en esos libros.
Alexander se dirigió al dormitorio, para buscar los rublos a fin de pagar los libros, mientras Natasha volvía a llenar las tazas con té caliente. Y Boris y Lexi se acercaron a Leonid, para que les prestara más atención y para conseguir que les rascara detrás de las orejas.

Todo el cielo parecía haberse acercado a la escena que tenían delante de ellos. Solo unos minutos antes, esta joven pareja había estado cargada con los problemas y los cuidados de este mundo. Ahora, podían sentir el poder de Dios obrando en su hogar. Y ya tenían una visión fresca y nueva de la vida.

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