Capítulo 2

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Ben está en una postura relajada sobre la puerta de la vieja camioneta de su padre

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Ben está en una postura relajada sobre la puerta de la vieja camioneta de su padre. Al verme sus ojos celeste se achinan un poco al sonreírme, le devuelvo la sonrisa mientras bajo los escalones de la puerta principal de la residencia femenina de la universidad. A su lado está Ryan, que está perdido escribiendo un mensaje y por la sonrisa pícara que tiene pintada en su rostro puedo jurar que es una de sus conquistas. Por otra parte Joseph está abstraído en su lectura.

Me acerco a mi novio y lo saludo con un pequeño beso en los labios, que siempre me saben a caramelo. Mi corazón da un brinco al sentir como nuestras bocas se unen. Las manos me tiemblan y apoyo mi peso sobre él en un dulce abrazo.

—Diug, tanto amor me revuelve el estómago —comenta Ryan guardando su móvil. Lizzy se voltea y le propina un empujón —¡¿Qué te pasa loca?!

—Tu cállate, sinvergüenza, lo que debería darte asco es saborear...

—Está bien Liz, entendimos —la corto antes de que diga una barbaridad—, Ryan es un satírico que no le hace asco a nada y que no tiene pudor en tener relaciones sexuales con mujeres desconocidas y tampoco se respeta a él mismo ni a las chicas con las que sale.

—¡Pero encima tiene el descaro de decirles...

—Lizzy, llegaremos tarde, por favor, intenta no discutir con él, me duele un poco la cabeza —Ryan se burla de mi amiga y yo suspiro audiblemente. A veces son insoportables los dos juntos—, y tu cállate, que demasiado compasiva he sido contigo.

Ben se ríe y me abraza por la espalda planteándome un suave beso en la mejilla.

—Amo cuando te pones roja del enojo.

Con delicadeza me saca la maleta de la mano y la sube a la camioneta. Me acerco a Joseph y lo saludo. Una vez que acomodamos los bolsos emprendemos viaje hacia el aeropuerto. Ben maneja y yo estoy sentada en la parte del copiloto, en la parte trasera viajan Elizabeth y Ryan, ambos obviamente separados por el silencioso Joseph.

En un momento en el que todos se quedan en silencio acerco una mano a la pierna de Ben y le doy pequeño apretón. Él se voltea unos segundos para dirigirme una sonrisa afable, de esas que sin decir nada me aseguran que todo iba a estar bien. Él sabe que tengo miedo y por eso no duda en separar un segundo su mano del volante y acariciar mi brazo con la yema de sus dedos para aplacar mis nervios.

La sangre de KhothDonde viven las historias. Descúbrelo ahora