II: You can't

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Me corté un par de veces tratando de recoger en totalidad el desastre ocasionado por YoonGi al quebrar los jarrones de su madre. Ella no dejaba de llorar sentada en el sofá, solo bastaba escucharla para conocer lo difícil de la situación.

—JiMin, ven aquí por favor —pidió la señora Min cuando terminé de limpiar, en lo que presionaba una servilleta de papel contra el dúo de heridas superficiales en mi mano.

Caminé hasta su lado, tomando asiento junto a ella. Seguía disgustado pero no era momento para reprochar, me limitaría a entregarle un poco de mi apoyo, el necesario al menos.

—¿Qué necesita, señora Min? ¿Quiere que le traiga una píldora o agua? —tenía los ojos hinchados por llorar, los labios resecos. Me sentía mal por todo lo que estaba sucediendo.

—Escucha, JiMin. Sé que amas a YoonGi, pero ya no puedes seguir a su lado —mi expresión decayó, no podía creer lo que me decía. Apreté la mandíbula y puse más distancia entre nosotros, traté de interrumpir pero no lo permitió—. Entiende que él está enfermo, no está bien. Tiene que ir a un lugar donde lo ayuden, donde le darán todo lo que necesita para llevar una vida estable. Mira lo que pasó hoy, no puede seguir así.

Ella hablaba pero yo me limitaba a negar con la cabeza cada una de sus palabras. Las lágrimas se acumulaban en mis ojos por más que deseara evitarlo, no quería llorar pero cada una de las sensaciones se sentían a flor de piel. Tan estresado, tan agobiado, no controlaba los impulsos de mi cuerpo.

—Mírate, eres un chico lindo, joven, atento. Podrás encontrar a alguien que te dé una buena calidad de vida; algo que mi hijo no podrá darte. Siempre habrán cuidados y medicamentos, estos episodios cuando él ya no quiera tomarlos y un deterioro en su salud si la cosa pasa a mayores —su voz estaba rota, llena de angustia. ¿Era por mí? ¿por él? ¿o porque yo dejara de insistir y ella pudiera tomar la decisión sin cargo de conciencia?

En ese momento miré mis brazos, sí, mi piel pálida presentaba algunos moretones que YoonGi ocasionó en nuestra última salida juntos ¡pero no fueron a propósito! Él solo se aferró a mí porque creía que quiénes nos rodeaban le harían daño y otras ideas extrañas carentes de mucho sentido, pero logró calmarse, el resto de la tarde fue muy bonita pero un tanto aislados del flujo peatonal.

¿Por qué ella siendo su madre no podía entender razones y la naturaleza de la enfermedad de su hijo? Ella era igual, solo lo encasillaba, solo temía. Parecía olvidar los médicos quienes afirmaron que YoonGi podría tener una vida relativamente normal siempre que contase con el apoyo necesario y no dejara la medicación.

—Señora Min, aprecio mucho que usted se preocupe por mí pero entienda que no puedo dejarlo. YoonGi lo es todo para mi, sabe que él estuvo para mí en los momentos más difíciles de mi vida. No me abandonó. Él podrá curarse, él me ama y yo lo amo, no me importa que esté enfermo porque yo siempre estaré a su lado. Él podrá salir adelante y tener una familia conmigo. Algún día le daré un nieto, señora Min —tomé su mano entre las mías, sin controlar las finas lágrimas derramándose de mis ojos, bajando por mis mejillas—. Perdóneme pero no puedo obedecerla. No me pida que me vaya porque no lo haré.

Sequé mis lágrimas con el dorso de la mano, en un gesto un tanto brusco. Un sabor amargo se instauraba en mi boca, una opresión en mi pecho. No podría aceptar jamás dichos términos.

Ella estaba a punto de seguir hablando, mas bien sermoneando, cuando escuchamos gritos que venían del piso superior; YoonGi llamaba mi nombre. Acudí a su llamado sin pensarlo dos veces, abandonando la conversación a media palabra articulada. La habitación seguía oscura, un tanto fría y él estaba sentado en centro de la cama abrazándose a sí mismo.

—¿Por qué te fuiste? —preguntó junto con verme, frunciendo los labios para luego besar los míos al acercarme. Se veía tan asustado; el dolor emocional que me causaba verlo así, no podría ponerlo en palabras.

—Estaba aseando abajo, YoonGi. Cálmate, amor. —respondí besando nuevamente sus labios, colocó sus manos en mi cadera y estiró las piernas.

Entendí lo que quería, por lo que me acomodé en sus muslos mientras él acariciaba mi cintura relajándose, mirándome fijamente. En estos momentos me preocupaba, no sabía qué cosas le atormentaban y me sentía mal por el hecho de no poder ayudarle.

—¿Puedo tocarte? —cerró los ojos por corto tiempo, al abrirlos llevó sus manos un poco más abajo de mi cadera.

La pregunta me enterneció e hizo gracia al mismo tiempo ¿cómo cuestionaba dentro de ése ámbito cuando más de una vez navegamos en el? Besé la punta de su nariz y tomé sus manos colocándolas sobre mis muslos.

—Tócame.

Le acaricié el pecho, la poca luz colándose por la ventana me permitía ver su rostro con dificultad pero lo suficiente para ver la expresión inmutable en él. Lo empujé hasta que su espalda tocó el colchón, me apoyé en su pecho comenzando un lento y a penas perceptible movimiento de caderas. Sus manos apretaron mis muslos con fuerza media que no llegó a lastimar, luego subió hasta mi trasero donde apretó con más insistencia. Me hizo a un lado, descolocándome un poco, pero pronto se ubicó entre mis piernas tomando el doblaje del suéter que vestía, tiró de éste hacia arriba, subí los brazos permitiendo el despojo de la prenda.

—¿No te provoco ningún rechazo? —cuestionó.

Me molestaba la manera tan baja en la que se refería a sí mismo, su autoestima estaba destruida en más de una forma. Una razón más por la que estado menguaba.

Negué sin pensarlo dos veces, jamás acuñé ese tipo de sensaciones hacia él y dudaba que llegase a pasar alguna vez pero ¿por qué era tan difícil que lo comprendiera y aceptara?

—Jamás podrías causar eso, no hables así —le regañé y él solo arrugó la nariz—. Y me encanta que me toques.

Llevó las manos hacia mi pecho, acariciando cada centímetro de piel que tuvo a su disposición. Me removí un poco al sentir sus dedos pellizcando mis pezones, provocando una corriente placentera en mi cuerpo que los endureció bajo su tacto. Apreté los labios suprimiendo sonidos alusivos a la satisfacción que me embargó cuando tomó uno en su boca, frotando la lengua contra la punta, mordiendo y tirando, luego alternó entre ambos. El calor se acumulaba en mi rostro, las mejillas me ardían y procuraba mantenerme en silencio.

—JiMin... Te amo —murmuró, separándose lo estrictamente necesario para mirarme a la cara.

Le acaricié las mejillas, las apreté sutilmente. El sentimiento era recíproco sin duda alguna, pero se sentía como la primera vez cada vez que lo decía; la emoción siempre afloraba en mi pecho. En determinada ocasión leí que no se debe amar a alguien más de lo que uno se ama a sí mismo, pero con YoonGi no fue un aspecto al que escogí darle lugar en mi vida. Las cosas solo pasaron, los sentimientos solo crecieron más y más.

—Te amo, YoonGi —murmuré de vuelta, con él trazando un camino de húmedos besos desde mi pecho hacia la cadera, dónde mordió suavemente el hueso allí se marcaba.

Ninguno de los dos siquiera imaginó cuánto cambiarían las cosas.

N/A:
JiMin es un «doncel» término
acuñado en mangas y doujinshis
para hacer referencia al individuo
masculino con la capacidad de gestar.
Sería similar a un omega, pero sin ciertas características propias del omegaverse como lo serían: el estro, aromas, lazos, entre otros.

My Mind Lies | YoonMin | EN EDICIÓN |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora