I'd Love You To Want Me

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Entré a la habitación como una tromba y me metí inmediatamente bajo la ducha de agua helada. Temblé un buen rato aún a riesgo de pescar una pulmonía.

En la cama de al lado Mario roncaba a pierna suelta, musicalizándome la noche. Sabía que no iba a pegar un ojo, me había quedado una sensación tóxica en el cuerpo, había sido el mejor y el peor veneno que podía probar. Agridulce.

A la mañana siguiente ni siquiera noté que había dormido menos de cuatro horas, podía sentir las subidas y bajadas de la adrenalina, euforia, excitación, una montaña rusa de energía sexual. Estaba demasiado caliente.

Salimos a correr por la playa antes de tocar la pelota y no sentía ningún tipo de cansancio, solo una necesidad loca de descargar todo lo acumulado. El agua del Mediterráneo me recordaba los ojos de Danielle. Me arrojé de cabeza, hubiese nadado hasta Gibraltar. Me sentía vivo, muy vivo, y quería volver a verla.

—Parece que dormiste bien—Marco me repasó con su mirada, como escaneándome.

—Bastante.—noté el tono de intención en su voz.

—Daniela está aquí, con los padres de Marc...la he visto anoche y sé que tú también.

—Marco—sacudí la cabeza—Mira, mejor no te metas...

—¡Te conozco muy bien!—me interrumpió—¡Te estás encoñando con una mujer ajena y todo se irá a la mierda! ¿Eso es lo que quieres? Terminarás matándote a pajas todo el puto día porque ella no se quedará contigo...

—No sabes nada—le di la espalda, lo dejé hablando solo.

Me ahogaba de ansiedad en ese complejo tan enorme donde podía esconderse de mí meses, si así se le hubiese ocurrido. Ni ella ni yo nos quedaríamos mucho más de diez días, necesitaba actuar rápido.

Estaba así en parte por su confesión. Que dijera que había hecho hasta el más escabroso de los sacrificios por mí me enterneció. Prácticamente me volví loco. La firmeza y la turgencia de su piel y sus músculos sugerían horas de gimnasio, de disciplina férrea. Me había esperado todo este tiempo, sabiendo que nos encontraríamos alguna vez. Su deseo y su fuerza de voluntad habían movido el mundo de su eje.

"Siempre supe que serías así" suspiré. Recordaba el sabor a alcohol y a menta de su boca, su lengua explorando la mía. La tela tenue de su vestido que dejaba adivinar lo que había debajo, sabiendo que se lo había puesto para mí. Corrí al baño, eché llave ¡Cómo me la quiero follar ahora! Me mojé los dedos imaginando su saliva tibia y me corrí una paja sintiendo como se me ensanchaba más y más, me podría explotar. Cerré los ojos y la vi, la olí, la mordí. Aguanté un gemido al acabar, por si Mario había vuelto al cuarto.

Al terminar me sentí ridículo, como si tuviera quince años. Pero era una cuestión biológica, natural. Necesitaba descargarme o la próxima vez que la tuviera enfrente no podría guardar las apariencias.

Pero el fuego estaba ahí, no se iba. La chispa había prendido dentro de mí y ya no me interesaba estrangular el deseo que me estaba asfixiando. Tendría que hacerme cargo de lo que estaba sintiendo y enfrentar las consecuencias.

—Ultima noche en España—Gonzalo Castro levantó su copa y remató en español—¡Salud!

Nos unimos todos al brindis y celebramos en voz alta el haber completado con buen pie esos días de entrenamiento, lejos del impiadoso frío alemán.

—No voltees ahora pero Fraülein la periodista está entrando en el restaurante en este preciso momento—Mario escondió los labios tras una servilleta.

Liebe mich! || André SchürrleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora