Ella lo tiene todo

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"Tener un cuerpo de infarto" era el punto n°1 de la lista que confeccioné cuando aún estaba en tratamiento. Mi nutricionista decía que sesenta kilos me sentarían de maravilla pero descarté su consejo porque me pareció de una imbecilidad lúcida. Cuando alcancé los cincuenta kilos pude volver a casa y seguir mi tratamiento de manera ambulatoria, con mis padres convertidos en la policía de las calorías. Que me controlaran todo el tiempo era un precio pequeño por volver al mundo real. Nos habíamos mudado a Frankfurt para tener un mejor acceso a diversos especialistas y allí también hice mi carrera universitaria.

En esas estaba en 2013, cuando mi eterno tormento consiguió cumplir uno de sus más grandes sueños.

"Chelsea, último campeón de la Premier League, ha oficializado la contratación del atacante alemán André Schürrle, procedente del Bayer Lever..."

— ¡Oye, yo estaba viendo eso!—mi madre desconectó el televisor dejándome en medio de un ataque de furia.

— ¿Qué no tienes nada mejor que hacer? ¿Estudiar, por ejemplo?

—¡Estoy harta de todo esto! ¡Soy mayor de edad! Deberías dejarme en paz, tengo derecho a ver lo que me parezca ¿Quién te crees que eres?

—¡Soy tu madre! ¿Te parece poco? ¿Crees que te dejaré pasar el resto de tus días lamentándote por ese tipo? ¿Por tan poca cosa?

Salí de allí echando chispas. Había puesto a prueba mi capacidad, conseguido un puesto de reportera cubriendo la liga regional y esperaba dar el gran salto en cualquier momento. Ya no era una tonta que podía ser fácilmente manipulada, me iría a Londres de ser necesario.

Claro que no contaba con que él ya tenía a alguien en su vida: Montana.

Marc interrumpió la línea de mis pensamientos.

—Sólo serán cinco kilómetros—terminó de atarse los cordones—No necesitas más, estás forzando demasiado tu cuerpo últimamente.

Refunfuñé, más para obligarme a dejar de recordar que para protestarle por ponerme limitaciones en el ejercicio. La universidad había sido el primer escalón para reinventarme y no podía arriesgarme a repetir otra mala experiencia. El problema de haber sido gorda es que te cuesta media vida desprenderte de esa imagen mental y yo hacía deportes incluso, entre una clase y la siguiente: ballet, yoga, voleyball, cualquier cosa con tal de qué la aguja de la báscula se moviera hacia abajo. La primera probada del éxito la tuve un día en que llegaba a una clase vestida con una camiseta de tirantes y uno de los chicos más guapos se paró en seco al verme pasar, maravillado y con la boca abierta. Jamás olvidé lo que se sentía.

—Me fastidia el invierno, en poco tiempo ya no podremos hacer nada al aire libre.

Habíamos salido a correr por Jardins de Can Sentmenat, un bosque inmenso que satisfacía varios de nuestros caprichos: el enamoramiento que tenía Marc por la arquitectura (pensaba hacer carrera universitaria una vez que dejara el fútbol) y muchos desniveles donde yo podía dejar la piel hasta que el último de los músculos me ardiera por el esfuerzo.

—He estado pensando en eso—Marc imponía el ritmo de la corrida, hablando y hablando sin perder la velocidad en ningún momento—La familia y tú podrían irse a Marbella unos días, después del año nuevo.

—¿Irme sin ti?

—El receso de invierno lo pasaremos aquí, yo no me puedo ir pero a ti te vendrían bien unos días lejos de Barcelona.

Desde que nos habíamos mudado a España ni Marc ni yo hacíamos el mínimo esfuerzo por desplazarnos de vuelta a Alemania. Los viajes con la selección se le hacían autenticas torturas y se ponía nervioso si el regreso a Barcelona se le demoraba así sea unos minutos. Amábamos nuestro país pero preferíamos vivir lo más lejos posible de nuestros demonios: el cancerbero bávaro Manuel Neuer, al que se le había metido en la cabeza que tenía que perpetuarse en el arco de la selección... y André, que había vuelto a Alemania después de una traumática experiencia a las órdenes de José Mourinho.

—Mis padres llegaran a Barcelona en algunos días, se llevan bien con los tuyos. Estoy seguro que se lo pasaran todos de maravilla y en Marbella hace mucho menos frío.

—Yo también tengo compromisos, Marc. No puedo largarlo todo sólo para tomarme vacaciones en Marbella.

—¡Vamos! A Jael le encantará...—sonrió con picardía.

Extraño a mi hermanita. Es como una muñeca y me encantaría tenerla más cerca. Marc sabe lo que hace, dónde tiene que poner la bala para desarmarme por completo.

—Sí, tal vez tengas razón—concedí—Hace meses que no la veo...

Empecé a sentir una punzada en el costado izquierdo, quedándome atrás. Con el último atracón había ingerido más comida de lo que mi reducido estómago podía aceptar y había llegado el momento de morirme de hambre de nuevo.

—¿Daniela, estás bien?

—Me quedo sin aire...—levanté los brazos por encima de la cabeza.—No me encuentro bien...

—Llevabas semanas prácticamente sin comer nada y te acabas de meter tres kilos de pastel de chocolate en el cuerpo...

—¡Ya lo sé, Marc! ¿Ok?—le grité.

—Daniela...—comenzó a acercarse a mí, preocupado.

—Sigue tú—le señalé el camino—Te esperaré en el coche.

—Claro que no—sacudió la cabeza, rodeándome la cintura con el brazo—No te sientes bien, iremos a casa.

Marc y yo vivíamos en una magnífica propiedad a orillas del mar en Castelldefels. Disfrutábamos una vida de ensueño. Pocas zonas más tranquilas y con mejores vistas pueden encontrarse en esa parte del litoral catalán.

Una piscina de piedras azules y con cascada da la bienvenida a la casa. Situada en una elevada ladera, las dos plantas tienen espectaculares vistas de la ancha costa de Castelldefels. Frente a la piscina cuidábamos con celo de un pequeño jardín en cuyo exterior solíamos comer, solos o con invitados.

En nuestro tiempo libre, y si acompañaba el clima, aprovechábamos para tomar el sol, lo que le daba un color dorado a mi piel que él envidiaba. Los dos amábamos la lectura y teníamos una biblioteca inmensa donde había desde teología hasta novelas juveniles.

—¡Pero si es la preciosa novia!—Renate, mi suegra se demoró acariciando mi cabello—¡¿Marc, le estás dando de comer?! Dani está muy delgada.

—Hago lo que puedo, mamá. Si nos hicieras unos panqueques de manzana, tal vez...

Mi suegra acababa de llegar a Barcelona con Erich, el padrastro de Marc, para pasar las fiestas navideñas con nosotros, como todos los años. Mis padres ya estaban allí y yo estaba completamente embelesada con mi hermana, que no paraba de hablar.

—Soy la única niña de mi clase que tiene un cuñado—observó.

—Claro que eres la única—la abracé—Eres una niña muy especial.

—¿Puedo ir a jugar con Delfina?

Luis Suarez y su mujer vivían a pocos pasos de nosotros y su hija tenía la edad de mi hermana. Marc acordó llevarla luego del almuerzo. Observando esas cálidas escenas me paré a pensar que de todas las cosas que me había propuesto conseguir, la mayoría ya las tenía, incluso más. La única que se me escapaba ni siquiera estaba segura de quererla ya. Marc era un regalo del cielo, como mi madre solía decir, ¿Por qué querría tachar ese último ítem de mi lista?

—Ah, Daniela ¿Te ha llamado Marco?

—¿Marco? ¿Marco Reus?

—Sí, me pidió tu email pero como parecía algo preocupado me pareció mejor darle tu teléfono—Marc no dejó de prestarle atención a Jael mientras me hablaba.

—¿Y te dijo para qué me buscaba?

—Sólo que necesitaba comentarte algo respecto de la entrevista que le hiciste antes del juego contra el Madrid, o algo así...esa en la que también estuvieron Götze y Schürrle.

—Sí, ya sé cuál. Me pregunto qué querrá...

Debería haber preguntado con mala cara "¿Qué quiere él contigo? En lugar de eso solo dijo: "¿Es extraño, no? Le sonreí, dándole la razón, como si no me hubiese dado cuenta de que la vida acababa de dar un vuelco y no había marcha atrás. 

Liebe mich! || André SchürrleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora