Dos voces, dos historias

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André

Es ella. Estoy seguro que es ella aunque no me mira, y yo sin poder moverme ni decir nada. No se me movía un músculo. Me quedé como congelado. Apenas hablé. No me importaba ya, porque había quedado como un idiota ¡Soy un idiota! ¿Cómo puedo ser tan lento? No me puedo ir así nada más. Tengo que decirle que la recuerdo, tengo que reaccionar y dejar de mirar el encaje de su sostén. Necesitaba mostrarle que la reconocí. Que sabía perfectamente quien era. Que recordaba cada detalle. Que podía dibujar cada faceta de sus pupilas que se me habían quedado grabadas en la memoria como un par de brasas lastimeras. Tenía que decirle que lo sentía. Y pedirle perdón.

Daniela

Me encontré buscando el reflejo de mis ojos en el café humeante que acababa de traerme el camarero. André me inquietaba, todo era demasiado intenso, demasiado oscuro. Mi hígado gimió ante el sabor amargo del café sin azúcar al caer en mi estómago vacío. ¡Odio temer! ¡Detesto dudar! Sentí deseos de abofetearme. Había llegado el día por el que tanto había esperado pero mi cuerpo no mostraba ni un atisbo de emoción positiva.

—Qué pequeño es el mundo—él aún se veía sorprendido, mientras la nuez le subía y bajaba en la garganta—¿Ahora te llamas Daniela?

—Me cansé de que la gente aquí en España preguntara con cuantas eles se escribe DanieLLe.

Fue el editor en jefe de Sport el que sugirió que me cambiara el nombre, que me aferrara a mis raíces hispanas para despertar la simpatía de la Madre Patria y me aceptaran como a una de los suyos. No me cambié el nombre para esconder mi pasado, sino para convertirme en la persona que nadie pensó que merecía ser: Daniela Cordero.

—Cuando nuestro jefe de prensa dijo tu nombre, ni siquiera me imaginé que podrías ser tú. Pero luego recordé haberte visto anoche en SportsCenter y, aunque tu nombre es distinto y hayas cambiado tanto...No me lo tomes a mal, no quise decir que antes no fueras guapa...—sus mejillas ardieron en ese instante—Pero cuando te miré a los ojos supe que eras tú.

—No tienes que mostrarte tan sorprendido, André. Me quité ese horrible disfraz, me cansé de ser la asquerosa, la cerda, la gorda...—los reproches atorados en mi garganta por tanto tiempo amenazaban con desbordarse en un manantial incontenible.

—¡Yo no quise lastimarte!—dijo con voz pausada y firme—Solamente te dije que no...

Lo recuerdo...

—No sé qué haces perdiendo tu tiempo con Cerdicienta.

—¡Necesito pasar literatura, si suspendo alguna asignatura mi madre me arrastrará de vuelta a Ludwigshafen y terminaré trabajando en un banco!

—¡¿La estás usando para que te ayude en literatura?!

—¡No la estoy usando! Danielle es muy inteligente, nos hemos hecho amigos...

—Pues díselo a ella, ¡He visto como te mira, André! La gorda se está pasando películas contigo, que te la llevarás en un caballo blanco y te la cogerás entre las violetas del campo...

—Cierra la boca, ni siquiera me ha insinuado algo así.

— ¡Y vaya que le gustaría!—La piel del puente de la nariz de Chris formó una arruga de desagrado—. Pero Danielle Bohn no sabría qué hacer con una polla ni aunque le pegaran en la cara con ella.

Chris levantó la pierna derecha enyesada con ambas manos y dejó escapar un sollozo que ahogó antes de que empeorara.

—André, tienes que cortar con eso ahora. Puedes mandar al diablo a tu madre, ni siquiera necesitas terminar el instituto—volvió a observarse la pierna—Tuchel te necesitara antes de tiempo...

Liebe mich! || André SchürrleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora