Lagrimas negras

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Quise estrenar un ligero vestido de gasa turquesa que había comprado en una de las boutiques del hotel. No porque considerara que era una noche especial sino porque no quería llevar a una cita con otro hombre, ninguna de las prendas que Marc había elegido a la hora de ayudarme a hacer la maleta. Era algo realmente retorcido.

Me miré al espejo y me gustó lo que vi, el vestido me quedaba como hecho a medida. Me vi hermosa, poderosa, muy mujer. Me delineé los ojos cuidadosamente y en profundidad y usé un labial rojo.

—Ese vestido es demasiado corto como para una cena con tus suegros y tus padres.

En circunstancias normales mi madre me habría alabado, pero con André cerca había encendido todas sus alarmas. Por un momento me sentí descubierta.

—Soy una persona pública, mamá. Así cene con mi familia no puedo darme el lujo de andar como en casa, tengo que verme bien.

—No me tomes por tonta, Danielle—me tomó del mentón para obligarme a verla a los ojos—Prométeme que no vas a verlo.

—¿Ver a quién, mamá?—me reí—Estás haciendo una tormenta en un vaso de agua.

—No hagas algo de lo que te vas a arrepentir.

Tenía que reconocer mi anhelo de sentirme deseada. Pero iba mucho más allá de eso. Había soñado años con el momento en que pudiera enrostrarle en la cara lo que se había perdido. Gustarle era como mi venganza personal.

Durante la cena mi suegra quiso saber cómo iban los preparativos de la boda. Se habían enviado casi 200 invitaciones, el propio Lionel Messi estaría ahí para cuando Marc y yo diéramos el sí. Nos casaríamos en la Basílica de la Santa Cruz y Santa Eulalia, a pesar del deseo de Marc de hacer la ceremonia en la Sagrada Familia. Pero me daba escalofríos casarme junto al cadáver de Gaudí, por muy ídolo suyo que fuese, ya que solo la cripta estaba habilitada para ese tipo de ceremonias y no podíamos decorarla ni cerrarla durante el proceso.

—¡Miren quien está ahí!—dijo ella, de pronto—¿Es Marco? ¡Sí! ¿Qué están haciendo aquí?

—Vienen a entrenar en un clima más cálido—contesté rápidamente—Aprovechan el receso de invierno.

Reus se dirigió a nuestra mesa y, después de saludar a los padres de Marc, me dirigió una mirada indescifrable ¿Se preguntaría acaso si André y yo nos habíamos puesto de acuerdo? ¿Hasta qué punto era capaz de no sumar dos más dos y sacar conclusiones erróneas?

— ¿Y Marc? ¿No ha venido?

—Ellos no van a salir de Barcelona, el receso lo pasan en la Ciutat Esportiva—trataba de descifrar su cara de póker y al mismo tiempo no dirigir ni una mirada hacia donde cenaba el plantel del Borussia Dortmund.

—¡Qué pena! Me hubiese gustado verlo—me dirigió una mirada maliciosa—Tendré que esperar hasta la boda, supongo.

Se disculpó para ir a cenar y sentí un alivio exagerado. Me estaba vigilando porque sabía que intentaría algún acercamiento con André. Miré discretamente el reloj y eran casi las nueve y media de la noche. ¿Qué estoy haciendo? Bostecé y al tapar mi cara con las manos desparramé parte de mi maquillaje. Quería una excusa para faltar a la cita, meterme en la cama y dormir.

—Mamá, tengo mucho sueño—Jael cabeceaba en la mesa y se le cerraban los ojos.

—Voy a llevarte a dormir—mi madre se levantó pero la detuve—No hace falta mamá, quédate. Termina de cenar tranquila que yo la llevo, también me voy a acostar.

—¿Estás segura?

—Sí, tuvimos un día muy largo.

Me despedí y me apresuré a meter a mi hermana a la cama. Como siempre, no demoró ni cinco minutos en quedarse dormida. Le eché llave a la puerta que comunicaba con el cuarto de mis padres y dejé una luz encendida por si despertaba. Tampoco pensaba demorarme tanto.

Liebe mich! || André SchürrleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora