Cap. 6

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2 horas más tarde, llegó mi turno de impresionar a los vigilantes. En cuanto escuché mi nombre, me levanté rápidamente de mi asiento, con la intensión de dirigirme hacia la sala donde ellos se encontraban, pero una mano me tomó por el brazo y me detuvo. Me giré para mirar quien era, y vi que Clove estaba parada detrás de mi.

-mucha suerte, se que puedes hacerlo- dijo para darme fuerzas.

Le iba a responder que claro que podía hacerlo, pero en ese momento me olvidé de mi intento por parecer fuerte y superior, en vez de agredirla, le di un ligero beso en la mejilla y me fui a toda prisa.

Sentí como mis labios ardían por lo que acababa de hacer, más tarde me preocuparía por mis sentimientos, pero ahora era tiempo de concentrarme en mis habilidades.

En cuanto entré a la sala, donde los vigilantes aguardaban, volví a a recuperar mi actitud de superioridad. Me acerqué al lugar donde esperaban las espadas. Tomé espada una y comencé a blandirla para demostrar lo bien que la utilizaba, luego cogí un par de de pesas y las lancé contra un maniquíes derribándole la cabeza.

Los vigilantes me aplaudieron y me dijeron que si podía hacer otra cosa, para subir un poco mi calificación.

En realidad yo no tenía planeado hacer algo más, pero bueno... Tendría que improvisar.

Perdí unos segundos pensando, y después una brillante idea se me ocurrió.

Yo sabía perfectamente que yo era el más rápido de todos los tributos, así que tomé impulso y corrí lo más rápido que pude hacia la pared, al llegar a ella solté un puñetazo y la perforé cuarteando la pintura. Era lo mejor que había hecho, grité eufóricamente mientras los vigilantes me aplaudían sin parar, al cabo de un segundo me pidieron que me retirase y le pidiera a Clove que viniera a dar su demostración.

Cuando llegué con ella la abracé fuertemente, levantándola unos pocos centímetros del suelo, y le dije que la suerte que me había dado me había sido de gran ayuda. Ella me devolvió el abrazo y se dirigió a la sala donde se encontraban los vigilantes.

-yo se que tú también puedes- le grité antes de que cruzase la puerta.

Ella no se volvió para mirarme, pero supe que me había escuchado, ña sonrisa se dibujó en mi rostro mientras me dirigía a mi habitación.

La Historia de CatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora