•Capítulo quince.

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                                     15.

             Con las manos en la masa.

Alexander se detuvo frente a la puerta, con la mano sobre la manija dorada durante un par de segundos antes de finalmente entrar. Las ventanas estaban abiertas, al igual que las cortinas, y la suave luz del día iluminaba la estancia; Jonathan se giró, visiblemente sobresaltado, con las manos en la masa. Alec no se sorprendió, debería haberlo hecho, pero durante las últimas semanas el rubio le había dado las pistas suficientes para saberlo. El que usara ropa tan sencilla al estar en casa, que desapareciera durante horas allí abajo y el persistente olor a gasolina en el que parecía bañarse a diario.

Hola. Murmuró con timidez, cerrando la puerta tras él.

Jonathan parecía congelado justo en donde estaba, su penetrante mirada verde clavada en Alec. El moreno se quedó junto a la puerta, mirándose los zapatos, quizás no había sido tan buena idea hacer eso. De repente se sintió muy estúpido, así que se apresuró a disculparse y hacer lo que mejor sabía: salir huyendo para evitar situaciones incómodas.

Lo siento, no debí.Dijo con rapidez, sin mirarlo a los ojos, abriendo la puerta.

Está bien.Replicó Jonathan, poniéndose en pie.

Alec se detuvo a mitad de camino, observó como Jonathan se alejaba del caballete y colocaba el pincel que estaba sosteniendo sobre una mesilla auxiliar. Sin poder evitarlo miró la pintura en la cual el rubio estaba trabajando, un precioso paisaje helado, con muchos tonos de azul distintos y una cordillera montañosa extendiéndose a lo lejos.

Los Alpes Suizos.Dijo en voz baja, en caso de que a Jonathan le molestara.

Había oído de muchos artistas a los que no les gustaba que vieran sus obras antes de estar terminadas. Se quedó allí, de pie en medio de la sala, con los brazos cruzados y un sentimiento de incomodidad embargándolo.

Me encanta Suiza, de todos los sitios a los que he ido es el que más me ha gustado.Dijo Jonathan, limpiándose las manos en un trapo viejo y  acercándose al caballete. Valentine nació en la mansión Morgenstern, solía llevarme varias veces al año cuando yo era niño. Ésa es la vista desde el balcón del dormitorio principal.

Es un lugar hermoso. Aceptó él, escondiendo las manos en las mangas de su suéter; le quedaba algo grande.

Jonathan asintió distraídamente, perdiéndose en la pintura; Alec observó sus bellos ojos verdes, brillantes y expresivos, Jonathan era muy guapo. Pasó su mirada por aquellos hombros anchos, la espalda amplia y las caderas estrechas; se sonrojó furiosamente cuando sus vaqueros comenzaron a sentirse apretados. Por el Ángel, él estaba tan enamorado de aquél hombre.

Puedo irme si estoy interrumpiendo.Dijo en voz baja, sacando al rubio de su ensoñación.

Jonathan negó con la cabeza, girándose hacia él y extendiendo sus manos con las palmas hacia arriba. Eran muy pálidas, de dedos largos y delgados; Alec las tomó.

“Ven aquí.Susurró el rubio, atrayéndolo hacia su cuerpo, lo recostó contra su pecho y besó su mejilla. ¿Te sientes bien?, ¿qué es lo que sucede?

Alec se encogió de hombros, enterrando su cabeza en el cuello del otro joven e inhalando profundamente. Sintió como el rubio se reía, abrazándolo con más fuerza, Jonathan besó suavemente su mandíbula, mordisqueándolo.

Segunda oportunidad. {Jonalec}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora