•Capítulo veinte.

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20.
Las cosas no siempre salen de la manera en que se planean.


La cocina del Instituto de París era amplia y espaciosa, con pisos de parqué y azulejos en distintos tonos de marrón recién colocados. Una de las razones por las cuales se tardó tanto en pasar a manos de Jonathan y Alec fue que después de la Guerra Oscura, el instituto quedó prácticamente hecho trizas. Las reparaciones habían tomado un montón de tiempo y dinero, y poco quedaba de auténtico aparte de la fachada de la antigua catedral. El mesón de granito sobre el que la pelirroja embarazada estaba sentada era, de hecho, una de las pocas piezas que habían resultado intactas en la cocina. La cocina estaba en silencio total, el único ruido eran los pasos de Jace, apenas audibles para el oído nefilim. El chico de cabellos dorados se detuvo junto a su parabatai, con el entrecejo fruncido, intentando hallar una explicación razonable a lo que había alcanzado a oír.

"La familia Herondale ha desaparecido casi en su totalidad. Soy el único Herondale." Dedicó una mirada de soslayo a Clary, que seguía sobre el mesón, con las manos entrelazadas sobre el distendido vientre. "Por ahora."

Alec, que no había dejado de observar a la chica desde que entró en la cocina, notó como su semblante se endurecía.

"Evidentemente no es así. Estoy aquí de pie, en donde todos pueden verme. Me llamo Amelia Herondale. Nací aquí mismo, en el instituto de París. Mis padres fueron Céline y Stephen Herondale." Dijo ella, con la barbilla altiva, aunque Alec pudo ver como sus ojos se cristalizaban. "Tú debes ser mi hermano mayor."

Jace abrió la boca, con la confusión grabada en su rostro, pero Alec colocó una mano sobre su brazo, atrayendo su atención.

"Déjala, seguro tiene mucho que decir." Instó el de ojos azules.

"De hecho, así es. Pero es una historia muy larga, y la verdad es que estamos cansados." Dijo ella, dirigiendo una mirada al muchacho de cabellos oscuros con el que venía. "Hemos estado recorriendo todo el país los últimos meses sin dinero y con escasos suministros."

Mientras Jace y Alec se comunicaban de la manera en la que sólo los parabatai podían hacerlo, Jonathan dio un paso adelante y retomó su actitud de quien está a cargo del lugar. Clary bajó cuidadosamente de donde estaba sentada y tomó su lugar junto al joven de cabellos dorados, tomándole de la mano.

"Tenéis razón, siento mucho mi falta de hospitalidad. Tony se encargará de habilitar una de las habitaciones para vuestro uso, insisto en que os toméis el tiempo que sea necesario. Cuando estéis listos, tomaremos el desayuno y conversaremos. Hasta entonces." Manifestó Jonathan, señalándoles a Tony.

El joven, que era un par de años mayor que los chicos, se veía pequeño y delicado al lado de la chica. Ella era muy alta, quizá demasiado para su edad, y el chico con el que iba, aunque flaco y desgarbado, también lucía más alto y grande que el mayor. Jonathan pensó que se debía a que ambos tenían sangre de cazador de sombras, mientras que Tony era simplemente un mundano con la visión. Observó en silencio como Tony los conducía fuera de la cocina, y hacia las habitaciones, frunciendo el entrecejo. No le gustaba nada de eso; su padre jamás había mencionado algo sobre otros Herondales. Solamente había sido Jace, desde hacía bastantes años. Ambos chicos lucían agotados y emocionalmente exhaustos; también mugrosos, Jonathan pensó que podrían usar una buena ducha y algo de jabón para variar.

Se giró hacia los demás nefilim, que seguían callados, estupefactos al igual que él, sin haber procesado del todo las noticias. Jace, sin embargo, lucía más perdido que todos, dando vueltas por la cocina como un león enjaulado. Jonathan seguía pensando en la manera más indicada para proceder cuando sintió como Alec buscaba hacerse un hueco entre sus brazos cruzados. Los abrió y sintió como el cazador de sombras apoyaba la cabeza contra su pecho; suspiró, dándole un suave beso en la mejilla.

Segunda oportunidad. {Jonalec}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora