•Capítulo veintidós.

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Los Herondale no mueren tan fácil.


Robert Lightwood le dio un sorbo generoso a su copa de vino antes de colocarla vacía sobre la mesa. El banquete había concluido unos minutos antes y los invitados se habían desplegado por el salón; algunos, como Jace y Clary, conversaban animadamente junto a la mesa de los postres, pero la mayoría se encontraba en la pista de baile. Jonathan y Alec bailaban al son de su quinto vals consecutivo, en su pequeña burbuja romántica, donde no existía nadie más que ellos. Jia había coaccionado al propio Robert para que bailaran algunas piezas y él la había complacido, encantado con la fina melodía que el cuarteto de cuerdas interpretaba.

"Ese solo de violonchelo realmente ha sido conmovedor." Le comentó a la persona que estaba junto a él.

El joven se sobresaltó de una forma graciosa, pues pensó que Robert hablaba con otra persona y no con él.

"Antoine, ¿cierto? Alexander no nos ha presentado. Soy su padre, Robert." Prosiguió él, instando al muchacho a entrar en confianza.

El joven le dirigió una mirada, sonriente.

"He oído de usted, Inquisidor Lightwood." Fue todo lo que dijo.

El hombre soltó una carcajada, sirviéndose otra copa de vino mientras negaba con la cabeza.

"Solo Robert, por favor. El uso de ese título es muy relativo, Antoine."

El muchacho se apresuró también.

"Tony."

Robert observó como Clary se le acercaba al joven y le susurraba al oído antes de volver con Jace. Tony le dio una sonrisita burlona a Robert antes de levantarse de la mesa.

"Yo soy más de viento madera. Las cuerdas están realmente sobrevaloradas."

Le guiñó un ojo con picardía a Robert y salió del salón con rapidez, alisándose las arrugas del traje. El Inquisidor Lightwood se quedó boquiabierto por unos segundos antes de soltar una risa. Los muchachos de hoy en día, se dijo a sí mismo.

°°°

"¿Qué haremos con ellos?" Preguntó Alec, señalando con un ligero y sutil movimiento de la cabeza a los dos jóvenes sentados junto a las puertas de cristal del salón.

El movimiento causó que uno de los delicados pensamientos azules se desprendiera de su tallo y se le enredara en el pelo del flequillo; Jonathan pensó en retirárselo pero no lo hizo, pues el intenso color de la flor resaltaba entre la negrura del cabello de Alec. Se fijó en lo que su esposo le decía y frunció el entrecejo.

Mia Herondale se hallaba analizando el postre como si nunca antes hubiera visto una torta de queso en su vida. A su lado, el chico, Marcos, le señalaba la base de galleta con un interés casi científico. Jonathan sonrió, negando con la cabeza, tan solo eran un par de adolescentes, poco más que niños. No deberían representar tanto problema, ¿verdad? Se giró hacia su atractivo esposo y suspiró, deslizando su mano que descansaba en la cadera ajena hasta el glúteo izquierdo. Apretó a Alec contra
su cuerpo y lo sintió gemir contra su oreja antes de que le envolviera el cuello con las manos.

"De verdad desearía que estuviésemos solos." Le susurró al oído, besándole la mejilla.

Alec recostó la cabeza contra su pecho.

Segunda oportunidad. {Jonalec}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora