Allen Fleming murió la mañana del diecisiete de septiembre, a los dieciocho años de edad. Cuando se suponía que debía bajar a desayunar con su familia como era de costumbre, no lo hizo, y suponiendo que solo se había quedado dormido, nadie fue a ver que le pasaba. Fue cuando su mamá subió, a decirle que bajara a almorzar, que lo supieron.
Allen había sufrido de problemas en el corazón desde que nació, y según el informe forense su corazón se había detenido mientras dormía, siendo incapaz de seguir latiendo como lo había hecho todos esos años. No sufrió, no sintió miedo, ni se desesperó ante la situación que pasaba, él solo se fue a dormir con la esperanza de despertar al día siguiente, y no fue así.
Mi mamá lo supo antes que yo. Mi papá lo supo antes que yo. Y ninguno de los dos supo cómo decírmelo al momento. Esperaron, y esperaron, y reunieron todas las fuerzas que pudieron para hacerlo. Decidieron que era hora cuando baje a avisarles que iría a casa de Allen y que volvería más tarde. Papá me sostuvo de los hombros, mientras mamá hablaba con suavidad y una tristeza terrible en el rostro. Recuerdo que eso me molesto de sobremanera, porque creí que no era cierto y nadie debía jugar con una cosa así, menos sabiendo la condición de Allen.
Pero algo dentro de mí dolió, como si se hubiera roto, como si mi corazón también hubiera dejado de latir y la respiración se me trancara en el pecho. Sentí en ese momento todo lo que debió de haber sentido Allen: desesperación, miedo y un gran sufrimiento.
Supe por ello que debía de ser cierto.
No me dejaron salir de casa hasta que se aseguraron que no sufriría algún tipo de colapso en el proceso (cosa que no sirvió de mucho). Durante el funeral, estuve junto a la madre de Allen y casi no hable con su padre porque nada le salía de la garganta, su hermano me abrazo por horas preguntando ¿por qué no había ido antes por él? Y diciendo
que tal vez, solo tal vez, si hubiera ido lo habría podido salvar. La culpa era compartida por todos nosotros, y el dolor sencillamente no podía ser dividido en partes iguales, porque todos parecíamos sufrir más que los otros. Antes de irme a casa ese día, recibí por parte de la señora Kathleen un gran sobre amarillo.
—Lo encontró Charlie, estaba junto a varios papeles en la gaveta del escritorio de Allen, tiene tu nombre y queríamos dártelo ahora, queremos darte muchas cosas pero aún no podemos entrar a su cuarto sin derrumbarnos.
Me abrazo con fuerza y lloramos juntas un rato más. Le pedí que no se apresurara a nada y que intentara ir al paso que deseara, porque ella no estaba lista para desprenderse así de él y yo no estaba lista para tener tantas cosas suyas y saber que Allen no estaría ahí molestándome constantemente para que se las regresara. Cuando volvimos a casa me sentí completamente extraña, papá me quito el celular antes de salir y no me lo había regresado, yo quería ir a pedírselo porque sentía la necesidad de escribirle a Allen lo que había hecho en el día como era de costumbre, pero ya no había nadie a quien escribirle.
Fue una de las peores noches de mi vida, y lo que se vino después sencillamente no mejoró en lo absoluto.
Al día siguiente en su entierro, comprendí varias cosas como que: 1) realmente era cierto lo que estaba pasando y no se trataba de una pesadilla o una broma muy pesada (aunque nadie se juega así); 2) ya verdaderamente no volvería a ver a Allen, ni hoy, ni mañana, ni nunca; y 3) realmente me estaba quedando sola y sin mí mejor amigo. El dolor en mi pecho se intensifico y un dolor agudo punzó durante toda la ceremonia de entierro. Estando en otra situación habría bromeado junto a Allen, habría sacado un chiste de mal gusto acerca de su disfuncional corazón y habríamos estado muertos de la risa durante horas. Ahora me sentía culpable, por burlarme tanto. Siempre supe lo serio que era y jamás me mentalice este momento, nunca, ni en un millón de años me imagine enterrando a mi mejor amigo a esta edad.
ESTÁS LEYENDO
Dear Leah
Short StoryAllen siempre tuvo presente que no viviría todo lo que le prometía a Leah por culpa de su enfermedad. Aun así, dedico cada momento de su vida a su mejor amiga, para hacerla feliz y darle una vista de lo maravilloso que puede llegar a ser el mundo, i...