Díez.

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Deje la última caja de la mudanza en todo el medio de mi nueva sala. Podía escuchar con claridad como Will arreglaba todo en la cocina, no había muchas cosas, apenas un sofá que estaba en la habitación de Will, una mesa con dos sillas que nos habían regalado mis padres y un sofá que nos dieron los padres de Will. La mayor parte de las cajas eran de cosas de Will y mías, todo lo que un día adorno nuestras habitaciones ahora venía con nosotros para adornar nuestro nuevo departamento. No era muy grande y con todas las cajas se veía aún más pequeño, a mí no me molestaba porque significaba que se limpiaría fácil, pero Will insistía en que ahorraría lo suficiente para una casa. En la habitación estaban cuatro maletas llenas de toda nuestra ropa, y encima del escritorio que nos habíamos traído de su cuarto estaban las cartas de Allen, dispersas y todas abiertas, aun cuando no había podido leer la décima carta.

Cinco años te sirven para dejar ir muchas cosas, para sanar heridas y saber que aun con dolor podemos seguir adelante. Pero Allen no era cualquier cosa, era mi mejor amigo, mi hermano, era una parte indispensable de mi vida que me arrebataron de golpe y sencillamente no encontraba respuesta a ¿cómo olvidas a alguien que te hizo feliz en cada momento que estuvieron juntos? Aun habían días en los que trataba de imaginar cómo sería Allen ahora, en la sonrisa que pondría al saber que me iba casar con Will, al saber que me gradué y le dedique cada nota (sobre todo las malas) junto con cada esfuerzo que di, quisiera ver su cara al darse cuenta que aun lloro por las noches y me culpo de no haber podido estar ahí cuando todo paso.

Me deje caer sobre mi nueva cama, apartando las cosas que habíamos dejado sobre ella con una mano y con el último sobre en la otra, estábamos a mediados de febrero y afuera seguía nevando como si aún fuera diciembre. Podía sentirse el frio aun con la calefacción puesta, estado a punto de leer esta carta siempre sentía un inmenso frio, no importa cuán caliente estuviera el lugar.

La puerta de la habitación se abrió, y Will entro tarareando alguna canción, se calló al verme y poco a poco su mirada fue mostrando preocupación.

– ¿Interrumpí? –Pregunto.

Negué con la cabeza, sintiendo la nostalgia recorrer mi cuerpo mientras dejaba su carta en la mesita de noche.

–Solo estaba dándole un vistazo a la habitación.

–Es todo esto muy loco ¿no es así?

–Para serte sincera yo siempre creí que cuando me fuera de mi casa seria para vivir bajo el mismo techo que Allen. Y me lo imagine de mil formas, pero ninguna pudo acertar con la realidad en lo más mínimo.

Will camino hasta mí y apartando las cosas de la cama se sentó a mi lado.

– ¿Sigue siendo tan buena como en tu imaginación?

Fuera mejor con Allen aquí, lo admito. Pero no se lo dije, porque a veces estaba tan desconectada por culpa de Allen que sabía que Will también se merecía estos momentos.

–Es muchísimo mejor. Me voy a casar, cosa que siempre vi muy difícil. Ahora viviré con el chico que amo y que supongo que me ama. –Will me empujo, causando que me riera un poco.

Luego me atrajo hacia él y me abrazo.

–Claro que te amo, tonta. Te informare si llegan a haber cambios.

–Es bueno saberlo.

– ¿Quieres seguir desempacando o nos tomamos un descanso?

–Este lugar de por sí parece una cueva, si no lo despejo lo suficiente como para caminar con libertad moriré con un ataque de claustrofobia.

–Y Allen feliz porque te vas con él…

Eso lo había murmurado, lo susurro tan bajo que hasta yo me sorprendí por haberlo llegado a escuchar. La carcajada que solté, en cambio, fue totalmente escandalosa y estoy muy segura que todos los vecinos la escucharon. Will se puso rojo, y aunque estaba sonriendo, sabía que estaba algo avergonzado por hacer una broma así. Eso lo hacía aún más lindo.

Dear LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora