Siete.

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Allen y yo habíamos sido aceptados en la universidad de la ciudad, decidimos estudiar ahí porque sabíamos que casi nadie de la ciudad estudiaba ahí, todos preferían irse lejos pero nosotros no queríamos irnos lejos (todavía). Lo vimos como una oportunidad de alejarnos de todos los que nos habían molestado en el colegio y de los que no nos agradaban mucho. No nos quedaba tan lejos de nuestras casas por lo cual seguiríamos en nuestra zona de confort, aunque admito que hubiera sido lo mejor del mundo haber vivió con Allen en un departamento. Will y su prima, Ashley, estudiaban ahí también, ambos estaban en la misma carrera: Arquitectura. Ellos fueron los que me guiaron el primer día y con los que estuve en los ratos libres compartidos de los que siguieron. Ashley era increíble, y a veces me hacía sentir que tenía a Allen a mi lado, algo que duraba poco porque siempre hacía notar su gran diferencia con Allen.

Y así pasaron seis meses. Seis meses desde la última vez que había leído una carta de Allen, seis meses desde que me había hecho novia de Will. Había decidido guardar sus cartas como si fueran un importante tesoro (y para mí sí que lo eran), estaban en la gaveta de mi mesa de noche, llamándome y pidiéndome que me las leyera todas el mismo día. De vez en cuando las ganas me podían más y siempre terminaba abriendo la gaveta, para asegurarme más que todo de que seguían ahí, cada vez que intentaba leerlas la culpa se apoderaba de mí y era como si el mismísimo Allen me observara, por lo cual siempre terminaba dejando todo en su sitio.

La primera semana luego de haber leído su carta me la pase quejándome por la decisión de mi mejor amigo, la fecha era muy lejana y realmente faltaba mucho para ello. Ya cuando comencé la universidad se confirmó lo que tanto decía Allen, soy demasiado aburrida, y lo note un día en que tuve que irme sin Will y Ashley, que no tenía realmente más nada que hacer que ir a mi casa y sentarme a ver la pared. No había tarea pendiente, no había trabajos que hacer, no tenía la cabeza ocupada en mil problemas. ¡Justamente se tuvo que morir el interesante de la amistad! De cualquier manera ya era muy tarde para volver a mi etapa de furia tras la muerte de Allen. Me mantuve sin mi mejor amigo, sintiendo cada día que pasaba su ausencia y aprendiendo que el tiempo jamás se detiene, ni siquiera cuando tienes un dolor punzante en el pecho que te recuerda lo mucho que pueden cambiar las cosas estés o no ahí. Me dedique a estudiar y a soportar las miradas de todo el mundo, que esperaban ver con ansias un avance en mi parte, las ojeras desaparecieron un poco a causa de que ahora descansaba un poco mejor (pero la universidad no ayudaba mucho), engorde un poco (esto a causa de Will y mi madre que me alimentan como cerdo para navidad) y mantuve mi mente distraída tanto como pude, casi podía decirse que estaba volviendo a ser la antigua Leah, pero sabía muy bien que ella no iba a volver, no sin su otra mitad. Había escuchado decir una vez que hacían falta un par de días fuera de casa para sentir como todo había cambiado, pasa lo mismo con mi mejor amigo.

Poco a poco, las miradas de preocupación y condolencia de mis padres fueron disminuyendo. Mamá había vuelto al trabajo y ya no me daba vueltas cual bebé. Y yo sabía muy bien cuál era la razón: la gente olvida. Es simplemente eso, me dolía que todos pasaran de largo sin pararse a ver que era mi mejor amigo al que estaban olvidando, pero eso era lo que traiga consigo el tiempo en todos los que no vivieron junto a él tanto como yo o su familia.

Pude notar un muy importante cambio en mí durante esos seis meses, sonreía más. Y me reía tal cual lo hacía con Allen, lo cual fue un gran avance teniendo en cuenta que llegue a ser un costal lleno de dolor vestida de negro (me seguía vistiendo de negro porque ese era mi mejor color pero ese no es el punto). El motivo de ese cambio tenía nombre y apellido: Will Hamilton. Will era terco, inteligente y siempre peleaba cuando algo no salía como él quería (más que todo con su prima), pero cada vez que lo veía sonreír era como si se borrara cada mal que existía en el mundo, aún tenía ese extraño sentimiento en mi corazón que me hacía quererlo cada vez más. Me gustaba, en serio me gustaba. Había cumplido lo que me prometió la noche de año nuevo y me había acompañado todo ese tiempo, hacía que los malos momentos se volvieran buenos, convirtiendo al azabache en alguien especial y le agradecía todo lo que hacía por mí.

Dear LeahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora