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¿Doctor Valen? –preguntó la enfermera entrando a la habitación.

Estaba nerviosa o mejor preocupada. Examinaba el lugar, con los ojos muy abiertos, tenía una mirada controladora. En sus manos sujetaba una cuerda de la cual tiraba. En el pasillo donde la cuerda se perdía no se podía ver a quién o que jalaba hacía la habitación. Jaló con fuerza, se escucharon unas cadenas moverse y golpearse, alguien gimió.

-Camina –expresó con rabia.

La persona entró a la habitación, tenía sus muñecas esposadas con cadenas al igual que sus pies, del cuello se amarraba la cuerda. El preso tenía los ojos rojos, las esposas se le marcaban. La cara la tenía llena de cicatrices. La enfermera guio al presó a una silla, lo sentó. Ella examinó el lugar en busca de algo, pero no sabía que elegir, todo quería hacer con aquel preso. Pasaron varios minutos hasta que se decidió. Levanto al rehén de la silla y lo llevó a una mesa donde lo acostó boca bajo para luego amarrarle las extremidades formando una X con el cuerpo. El preso gimió de dolor cuando la enfermera apretó con fuerza los nudos de sus pies. Luego ahogo un grito cuando la cuerda de la mano derecha se enteró en una herida.

-¿Qué me harás? –bufó irritado.

Ella solio rio inocentemente. Verificó que los nudos estuvieran correctamente atados y que la cuerda bien estirada para que no se desatara. Tomó un tubo metálico con grafios en una línea horizontal al final de él.

-No te dolerá.

Colocó el tubo metálico justo al inicio de la espalda y luego empezó a jalar. Al inicio no hacía tanto daño, primero arañaba levemente la espalda. Mientras más lo practicaban las puntas de los picos se enterraban en el cuerpo. Poco a poco la piel se fue rasgando, el rehén gritaba pero nadie podía oírlo. Se movía de tanto dolor pero entre más se movía más le dolía, las lágrimas pronto salieron y suplicaba por su vida. La enfermera gozaba de ese momento, los gritos eran música para sus oídos. La sangre que emanaba el cuerpo era mucha. Se deslizaba por la piel, luego por la mesa hasta llegar a un recipiente los cuales eran dos y estaba uno al lado derecho de la mesa y otra al izquierdo. La enfermera seguía rasgando la espalda de aquel hombre. La carne estaba al rojo vivo. Poco a poco toda la piel era arrancada de su lugar. Pasaron las horas y los huesos empezaban a asomar. Se detuvo, desamarro al rehén quien lloraba, lo puso boca arriba, le bajo los pantalones, se quitó las bragas y se metió el miembro a la vagina.

-Cuando vayas a terminar avísame uno segundos antes, si es que quieres salvarte.

Empezó a subir y bajar, así varios minutos hasta que el preso le dijo:

-Ya.

Ella se bajó y el semen empezó a salir. Tomó algo metálico y le corto el miembro. Este grito de dolor, justo en el mejor momento le cortó el pene. La enfermera tomo un hacha y empezó a descuartizar a su víctima. Luego agarró un cuchillo y empezó a cortar en filetes muy finos aquella carne. Pasaron los minutos, se levantó, fue a la cocina y empezó a sazonar la carne. Llevó los recipientes llenos de sangre a la bañera, donde la tenía llena de ella. Vacío los recipientes. Se quiero la ropa, los zapatos y más. Metió los pies a la bañera llena de sangre de diferentes presos, giró, se sentó, estiró las piernas se acostó en la tina. La sangre recorría su cuerpo como ola de mar. Se hecho el líquido a la cara, enjuagándose. Su expresión era de placer. Se sentía excitada. Paso sus manos por sus senos, rosándolas suavemente con las yemas. Todo aquello estaba teñido de rojo. Se sumergió en la sangre, pasaron los segundos y luego salió dando una bocanada de aire.

-¿Por qué no vienes aquí? –cuestiono con placer.

Unos ojos de gato se asomaban en la oscuridad. El doctor valen llevaba horas observándola desde lo más oscuro, nada se le había pasado. El caminó hacia ella, se detuvo, la examinó. Ella movió el líquido con sus grandes pechos, su mirada era tentadora. Se desvistió sin pensarlo dos veces. Se metió a la bañera. La enfermera se acercó a él con suavidad. Le empezó a mojar la cara. Ambos disfrutaban bañándose en la sangre. Pocos minutos después el doctor Valen penetró a su acompañante. Ella gimió de dolor. Pasó sus manos por sus senos, luego los empezó a lamer con toda aquella sangre resbalando por la piel. No todo el miembro del doctor estaba dentro de ella así que se acercó un poco más. La penetró con mucha rudeza. Ella arañó su espalda y gemía, pero no de dolor, de gusto. La a costó en la tina. Ella cruzó las piernas sobre su cadera luego la sumergió sin avisarle y empezó a penetrarla con fuerza y rudeza. Su miembro entraba y salía de su cuerpo. Segundos después salió a tomar aire. En la cara de la enfermera se reflejaba el orgasmo que aquello le daba. Ambos se sentaron y sin más ella se agachó, metió el miembro a su boca sin importarle que se tragara aquella sangre. Empezó a chupar. La sangre entraba a su organismo. Poco a poco lamía el miembro. Luego se levantó el doctor termino en su vagina. Él salió de la tina y se fue.

-Hay carne fresca en la mesa.

Ella se quedó sumergida en la sangre.

EXPEDIENTE PESADILLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora