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Un ruido la despertó. La respiración le iba al mil. No sabía en qué momento había perdido la conciencia. Un dolor punzante le recorría desde su tobillo izquierdo hasta la cadera. Sentía algo pesado entre sus piernas. No podía moverse con facilidad. El espacio era muy reducido, apenas cabía una persona. Estaba encerrada en una caja metálica en cualquier parte de aquel horrible lugar. No podía mover su pie, ni verlo. Rodó los ojos examinando donde estaba. Una tenue luz tintineaba en alguna parte de la habitación. La pequeña puerta larga tenía una ventanilla justo a la altura de los ojos y protegida con pequeños barrotes redondos. No sabía, pero alguien se acercaba. Un rayo cayó y reflejó una cara de cuervo que la miraba desde las alturas, detenidamente. Ahogó un grito y cerró los ojos con fuerza. Sentía como la mirada penetraba la puerta y se incriptava en su cuerpo. La persona se puso de rodillas y empezó a golpear el candado con una piedra, poco después abrió la puerta. Se levantó del lugar tomando una bocanada de aire, él retrocedió un poco. Miro a cuervo un instante y luego lo empujó, el Cuervo de espaldas. Nohemi se impulsó con las manos poniéndolas en el suelo para levantarse. Estando de pie se tambaleó, le dolía su tobillo pero no tenía tiempo para mirar, quería salir, empezó correr pero un segundo después cayó al suelo. Su pierna derecha estaba atada a la caja. Gimió de dolor. Cuervo se levantó y caminó hacia ella. Nohemi forcejo la cadena con fuerza para romperla, pero no podía, era muy gruesa. Cuervo se acercó un poco más, la tomó de los brazos para levantarla, pero forcejó intentando liberarse.

–¡Suéltame!– gritó, la sangre le bombeaba rápidamente.

– Tranquila – dijo alguien detrás de la máscara. – Te quiero ayudar.

Cuervo se quitó la máscara y dejo a revelar una cara joven con una mirada negra, penetrante y sin emociones. Un mechón negro de su largo cabello se posó en su ojo izquierdo. Nohemi lo empujó con fuerza que provocó que cayese de nuevo golpeándose en la herida con algo. Gimió Y ahogó un grito. Cuervo la miró y luego a la cadena que la acaba. Pocos segundos después salió de la habitación. Un rayo cayó justo con el sonido de un trueno. La tormenta se estaba intensificando. Ella miró la cadena examinándola. Cuervo entró a la habitación un instante después, en su mano llevaba algo metálico.

– No te asustes – dijo.

Nohemi quedó muda, abrió los ojos y gritó. Cuervo golpeó con fuerza la cadena, una vez, otra vez, varias veces hasta que logró crujir y romperse. Ella, con rapidez, se levantó y corrió al corredor. Estando en el pasillo no supo para dónde ir, estaba todo oscuro y había muchos más pasillos, pero lo que le preocupaba es que no sabía a dónde ir. Si no sobre sí y observó al cuervo, quien la miraba detenidamente.

–¿ quién eres? – Cuestionó, el pecho le subía y bajaba con rapidez. Cuervo la miraba. Y un paso delante y ella uno hacia atrás.

–Soy Joan pero todos me dicen Cuervo .

Una rayó cayó.

–¿Cómo supiste que estaba allí? –señaló la caja de metal.

La volvió a mirar.

– Escuché un ruido mientras pasaba por aquí, mientras buscaba la salida...

– Espera – lo interrumpió. – ¿O sea que sabes cómo salir de aquí?

– Sí. ¿Por qué?

– Mis amigos y yo tratamos de salir – explicó.

– ¿Y dónde están?

Ella miró por los pasillos pero no encontró nada que le diera una señal de hechos.

– No se – dijo. – Tengo que buscarlos, creo que hay alguien que no sigue. – La voz le temblaba.

Dio media vuelta y empezó a caminar. El pie le dolía, no se había percatado de que tenía una herida. Grito de dolor y Joan salió.

–¿Qué sucede?
Miró a Nohemi que estaba en el suelo, examinando su herida. Le habían apretado con tanta fuerza la cadena que esta se le estaba enterrando en el tobillo. Cuervo se acercó y con su túnica le limpió la herida.

–Tengo que irme –dijo.

– No, estás mal –le dijo él.–Además está todo oscuro.

Nohemi miró su entorno, tenía razón, estaba todo oscuro.

–Te acompañaré.

Ella no dijo nada, lo necesitaba, solo ha la lámpara. Emprendieron la caminata, avanzaron por pasillos muy socios y feos, en busca de sus amigos. Con cada paso susurraba sus nombres, pero no había respuesta. Pasaron varios minutos y luego más. Nadie decía nada. El frío en el reclusorio era cada ves más. La tormenta seguía.

–¿Cómo es eso que alguien sigue a tus amigos? – pregunto Joan rompiendo el hielo.

Nohemi pensó en no responderle pero al último hablo.

–Mi amigo Alec dijo que vio a alguien – explicó. – Pero cuando nosotros miramos a su dirección no había nadie. Poco después alguien me tomó de los pies y me jalo, pon...

–Calla –interrumpió.

Ella lo miró con odio.

–¿No quieres que te diga? – Preguntó enfadada.

– No... Si... Bueno guarda silencio –susurro.

–¿Por qué? –quería saber.

–Escuché algo –dijo.

Ella se  quedó muda, del piso tomó un tubo de metal. Joan alumbraba en todas las direcciones.

–Sólo fue el viento – le dijo a él aliviada.

Cuervo asintió. Y empezaron a caminar. 

EXPEDIENTE PESADILLADonde viven las historias. Descúbrelo ahora