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Bajé del taxi junto con mi valija y admiré el gran edificio con la palabra "Google" con letras grandes.
Ésta era una gran oportunidad para mí y mi futuro.
Me puse en camino hasta los dormitorios del lugar para dejar mi equipaje. La habitación era pequeña; contenía una cama individual, un sofá y un escritorio junto con una lámpara. Dejé la maleta a un costado de la cama y salí de allí en busca de comida.
Regresé al edificio principal directo a la cafetería.
Pedí un café y un pastelillo de chocolate. Amaba el chocolate.

—¿Cuánto te debo?— le pregunté al chico que atendía.

—Nada.

—¿Nada? ¿Disculpa? ¿De ésto?

—Gratis— me sonrió muy amable—. Todo lo que quieras.

—¿Todo? ¿Tal vez unas papas? ¿O un pudín?— pregunté confundida.

—Sí. Todo aquí es gratis. ¿Quieres otra cosa?— me sonrió ampliamente.

—No. Así estoy bien. Muchas gracias.

Tomé mi café y mi pastelillo y me senté en una mesa vacía.
Cuando recibí la notificación de que me habían aceptado para ser practicante en Google no cabía de la alegría. Mis padres estaban muy entusiasmados con la sola idea de que lograra obtener una plaza en Google.

—¿Katrina?— miré hacia arriba. Ay, no.

—Cody, qué sorpresa

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—Cody, qué sorpresa.

—¿Puedo tomar asiento?— señaló la otra silla.

—Claro. Adelante.

Tomó asiento y puso su café sobre la mesa.
Cody era nada más y nada menos que un exnovio. Ésto era muy incómodo.

—Esto es genial— me dijo—. Google es un sueño, ¿no?

—Ya lo creo.

Conversamos un poco. Cuando cortamos habíamos quedado en buenos términos. Él se mudó de ciudad y no le vimos ningúna razón para seguir juntos, por lo que terminamos. Yo en verdad estaba muy enamorada de él.
Terminamos nuestros alimentos y decidimos ir a nuestra primera plática sobre Google.
Nos dieron una gorras un tanto coloridas; azul, amarillo, rojo y verde. Sus colores representativos. Y con la palabra "Nuglero".

—Qué lindas gorras— murmuró Cody algo irónico.

—Lo sé.

Era un auditorio con gradas de madera en donde se nos citó.
Habían muchos chicos y chicas con sus gorras puestas conversando animadamente entre ellos. Cody y yo nos quedamos parados entre la multitud.

—Oh, mira eso. Están tan...viejos— me dijo haciendo un ademán con la cabeza hacia un par de señores. Uno rubio y el otro alto.

—Vaya.

—Están muy grandes para ser internos, ¿a que sí?

—¿Por qué los de veinte parecen de doce?— pude escuchar que el rubio le preguntó al otro.

𝐓𝐡𝐞 𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐧𝐬𝐡𝐢𝐩 ► 𝑺𝒕𝒖𝒂𝒓𝒕 𝑺𝒕𝒊𝒍𝒊𝒏𝒔𝒌𝒊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora