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Tras la cruel y humillante derrota contra Génesis, los chicos de Raimon pensaban en el inicio de su travesía, inquietos de cuándo terminará. Aquel sentimiento se hizo parte de ellos una vez que supieron que les faltaba mucho por recorrer.

Endou ya había reunido a todos para platicarlo, pues su estado anímico se veía involucrado.

—¡No paren, chicos! —gritó desde la portería.

Todos respondieron con un enérgico «sí» después de darse un descanso de 5 minutos. Sin duda alguna, el ánimo aumentaba ante la actitud positiva del capitán.

—Tch. Pero tú no entrenas... —se quejó Kogure.

—Cállate, Kogure —Kabeyama lo interceptó—. Recuerda que nuestro capitán tiene un entrenamiento específico.

—Lo sé, pero entonces... ¿qué hacen Gouenji, Kidou y Tsunami con él? —preguntó, elevando las cejas.

—Lo ayudan, ¿supongo?

—¡Kogure! ¡Kabeyama! —ese fue Ichinose— ¡No se queden atrás!

Ambos chicos se dieron cuenta de su pausa, estando a unos cuantos metros lejos de sus compañeros. Parpadearon y, mirándose competitivos, comenzaron a correr, pero Kabeyama cayó al suelo. Este tuvo que sentarse para ver que sus agujetas estaban amarradas entre sí. No perdió tiempo en saber quién lo había hecho, por lo que soltó un tremendo grito:

—¡Kogureeeee!

El peliazul rio malvadamente.

—¡Kogure, no pierdas el tiempo en tus travesuras y ponte a entrenar! —regañó Haruna por medio de un altavoz, asustándolo y aturdiendo de paso a las demás gerentes.

El pequeño chico salió corriendo hacia una sección donde algunos compañeros conducían el balón con su pie dominante de una manera intermedia. Kabeyama, en cambio, no tardó en seguirlo.


•••


Endou se encontraba entrenando cada una de sus técnicas junto con la ayuda de sus compañeros. Llevaba demasiados intentos fallidos, el balón siempre lo sobrepasaba. No comprendía qué sucedía, pero su corazón no paraba de bombardear y su estómago contenía nervios.

Decidió que lo mejor era tumbarse en el suelo, usando como excusa el agotamiento.

Ahora que lo pensaba, antes de iniciar el viaje, ya se sentía de esa forma. Y ahora que el próximo partido estaba a la vuelta de la esquina, la desesperación hacía un efecto muy problemático.

—¿Endou? —se acercó Tsunami tras ver que su capitán se había quedado mudo.

No hubo respuesta.

Tsunami se rascó la sien para decir:

—Estás raro —Gouenji y Kidou se acercaron.

—¿Raro? ¿Por qué? —habló Endou, sentándose.

Los tres jugadores no tardaron en mirarse entre sí, cómplices.

—Parece que no se ha dado cuenta —Kidou se cruzó de brazos.

—Sí, definitivamente —concordó Tsunami, riéndose levemente.

—Aunque debemos de admitirlo —Gouenji cerró los ojos y sonrió—, qué progreso.

Entonces empezaron a reírse ruidosamente. Endou no entendía, así que fue lanzándoles miles de preguntas, pero fracasando en los intentos. Ninguno de los tres lo atendía, incluso llegó a parecer que las risas se habían vuelto exageradas. Irritado, se levantó del suelo para encararlos:

Me gustas © - Inazuma eleven (F)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora