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Sentimientos.

Ahora que lo pensaba, nunca estuvo consciente de aquella palabra que había desarrollado dentro de su ser.

Antes y siendo la sinceridad o tal vez su inocencia la que hablaba, dijo a su manera que no le interesaba desarrollar sentimientos por alguien, así que decidió seguir jugando fútbol para no estar involucrado en el tema que hoy en día los jóvenes como él se obsesionaban y que sus padres le habían comentado alguna vez. Sin embargo, nunca imaginó que estaría equivocado en todo lo que había dicho al verla por primera vez.

En ese momento, sintió como su corazón daba un vuelco por alguna razón. Fue extraño, mucho más que las clases de matemáticas, pero aun así decidió hablarle hasta volverse su mejor amigo. Aquel vuelco, que se movía a una velocidad precipitada, llegó al punto en que no lo soportó más porque se había vuelto muy incómodo y fastidioso cada vez que la veía desde la distancia o junto a él, ayudándolo en algunas cosas de la escuela así como del club de fútbol que formaron. Entonces, debido a eso, concluyó que ese movimiento interno no quería dejarlo de molestar por alguna razón, y por siempre estar sintiéndolo empezó a faltar a la escuela y a los entrenamientos de fútbol con la única intención de pararlo, acción que resultó efectiva pues su corazón dejó de moverse de forma tan irritante. No obstante, al estar faltando a las actividades escolares y deportivas, se dio cuenta de cómo su pecho se encogía cada vez que los días pasaban... y no la veía.

Desde ahí pudo ser consciente, pero sin saber cuáles eran de los sentimientos que había desarrollado por ella, hasta hace un mes. Por ello, aseguraba que de algún modo aquellas dos palabras que se atrevió a expresar estaban iluminando y cambiando su vida.

—Endou, ya vamos a reanudar el entrenamiento porque todos se cansaron de esperarte, así que ¿vas a venir o no? —Gouenji asomó su cabeza por las escaleras del transporte de su equipo solo para volver a mirar la misma escena por décima vez.

Aunque... temía a que todo se arruinara repentinamente.

—Déjame decirte que nos dará igual si la entrenadora te castiga por llegar tarde —dijo alzando una ceja—. «...» —el pelirubio bufó entonces mientras se encogía de hombros, y por no recibir alguna respuesta se bajó de las escaleras.

Temía...

Endou se sentó, estirando sus piernas para luego apoyarse en sus manos antes de que su mirada se dirigiera a aquella persona que había considerado en un principio como a una compañera desde que empezaron a crear el club de fútbol. Lentamente movió una de sus manos hasta tocar y apretar su pecho.

—«Temo a perderte...» —sinceró Endou en un susurro mientras un nudo en su garganta aparecía de repente y un dolor de tan solo imaginarse que la perdía rodeaba su corazón.

Ya habían pasado 2 meses desde aquel bello acontecimiento, pero hace poco comenzó a pensar en esa catástrofe sin saber por qué. Cada vez que lo hacía, lo invadía una incertidumbre, y es que si llegara a ocurrir algo como eso... si ella se fuera de este mundo y lo dejara solo por razones que lo incluían o no, claro que no lo aceptaría porque su relación se volvió más especial. Era la niña más importante de su vida, la niña que con la cual ha pasado y está pasando muchos momentos inolvidables a su lado, alguien que lo hacía embriagarse de felicidad con solo verla sonreír.

Sin embargo, ¿por qué ahora... dudaba?

—¡Reacciona, Endou! —aquel grito sobresaltó al mencionado antes de recibir de lleno un balón en la lateral de su cara que provocó instantes después que cayera del techo de la caravana relámpago.

Y bueno, lo único que se escuchó fue el obvio quejido o más bien el grito de este y las un y miles de maldiciones que eran dirigidas a la persona que le había lanzado la pelota hacia su rostro. Con rapidez, se levantó del suelo para inspeccionarse y agarrarse consecutivamente las zonas que ahora sufrían por el impacto.

Me gustas © - Inazuma eleven (F)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora