Primera cena con los Dylantis.

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Agradezco a los mil cielos que comencé a llevarme mejor con Bryan, si no ya habría agarrado mi diccionario de insultos. Claro, si todavía existiera.

Literalmente tenía un diccionario de insultos, en varios idiomas, pero mi travieso hermano me lo quito y lo quemó. Luego yo destruí 3 de sus video-juegos.

No bitch, nadie se mete con Zoe Alentis. 

Le dijeron a Channel que se sentara al lado de Bryan, y lo hizo. George y Carmen se sentaron en las cabeceras de la mesa, Bryan al lado de su madre, Channel a su lado, Mi padre al lado de George. A mi me tocó el asiento que estaba al lado de Carmen, por lo que quede enfrentada con Bryan. Alexandra a mi lado, y al lado de Alex mi madre. Mis padres se encontraban una en frente del otro. George y Carmen se encontraron uno en frente del otro. Alex y Channel se encontraban una en frente de la otra. Bryan y yo nos encontrábamos enfrentados. 

¿Y los niños? Se sentaron en la mesa de niños a unos metros de nosotros.

¡Era genial estar en la mesa de los grandes!

Mis ojos aún seguían lagrimosos y algo rojos, por lo que estuve la mayoría del tiempo con la cabeza baja.

Mi madre y Carmen conversaban y reían. Mi padre y George las imitaban y reían. Alex y Channel observaban a sus padres y luego reían con sus malos intentos de afinar la voz para que se parecieran a la de sus mujeres. Yo comía, o por lo menos raspaba los ravioles con el tenedor y los pinchaba cada 4 minutos. Y Bryan... el chico trataba de que levantara la mirada y lo mirara.

En uno de sus intentos frunció los labios de una manera divertida, y reí. Siguió haciendo gestos y caras divertidas, por lo cual yo seguía riendo.

¡Incluso se cubrió la cara con las manos, se destapó y soltó un "Aquí 'toy"!

Era genial reír y olvidar los problemas por un rato. Más si quien te hacía reír era un chico sexy que estaba como para echarle crema y chocolate encima, y luego comerlo y definirlo como el mejor postre.

Comenzamos a hacernos gestos y caras raras mutuamente. Ambos reíamos junto al otro. Incluso picaba los ravioles más seguido.

Sentía como el apetito me volvía y las ganas de sonreír también.

También sentía como mi corazón palpitaba un poco más rápido, pero era algo que no quería hablar. Tampoco lo quería sentir. No tan rápido. No por un jugador.

Por más que ese jugador sea el que me saca sonrisas y risas últimamente, no quería, porque el es un jugador y los jugadores siempre lastiman.

Olvidé y dejé de lado todo lo que se estaba mezclando en mi interior y seguí haciendo caras y riéndome.

Alguien se sonó la garganta y noté que todos habían quedado en silencio hacia un buen rato y que los únicos que emitían sonidos éramos Bryan y yo.

Y también todos nos estaban viendo.

#Incomodo.

-¿Todo bien, chicos? -dijo mi padre con una voz de profesional.

Oh oh. Mi padre está celoso.

Mi cara se volvió roja y volví a agachar mi cabeza. Mi padre no se pone celoso por todo chico, si no por los que les doy una atención especial. Y él notó eso en Bryan.

-Claro que si, señor Alentis -Bryan trataba de ocultar su risa, pero su intentó era en vano.

Mi padre sonó su garganta, otra vez.

-Ya Amadeo -dijo mi madre- déjalos. Son adolescentes y solo estaban riendo.

-Michelle -trató de seguir la oración, pero un salto en su silla mostró que mi madre lo había pateado por debajo.

El Efecto BryanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora