4. Estás a salvo conmigo, bonita.

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Aaron. 

— ¡¿Que tú qué?! — Grita Evan al otro lado del teléfono.

Gruño con enfado porque, ¡me ha reventado el tímpano!

— ¿Quieres dejar de gritar, grandísimo imbécil?

— Bueno, pues entonces explícame el acto de locura extrema que acabas de hacer.

¿De nuevo?

Se lo he explicado más de diez mil veces.

Bien, aquí vamos otra vez.

— Encontré a una menor de edad en la calle y...

— ¡Y te la llevaste a vivir contigo! — Termina por mí —. ¡A una menor, menor, menor!

— Evan...

— ¡Tú! ¡Aaron Copper! ¡El sujeto más narcisista, egocéntrico y malditamente creído de la faz de la tierra! ¡Ninguno de tus empleados te quiere porque no les respondes ni un puto saludo, y ¿ahora se te dio por postular para ser la siguiente Madre Teresa de Calcuta?!

— ¡Basta ya!

— ¡¿Está buena?! — Pregunta, ignorándome —. ¡Es eso! ¡Ahora te vienen las niñas! ¡Te gusta y...

— ¡Evan, cállate la puta boca!

— ¡Es que no lo puedo creer! — Resisto la necesidad de estrellar el teléfono contra la pared —. ¡Tienes veintinueve años, Aaron, veintinueve! ¡No quince! ¡Pensé que era yo quien no podía mantener la polla dentro de sus pantalones, no tú! ¡¿Ya te la cogiste?!

Y exploto.

— ¡No, no me traje a Bess a vivir conmigo para eso! ¡Es una niña, Evan! ¡¿Qué parte de menor de edad no entiendes?! — Me asomo por el pasillo para cerciorarme de que el grifo del baño aún sigue abierto porque no quiero que Bess me escuche hablar con este hijo de puta. Cuando escucho que el agua sigue cayendo, continúo gritando —: ¡Y si te he llamado, no es para que me eches el sermón del año, es para que me ayudes!

— ¿Tengo otra opción? — Pregunta finalmente con resignación.

— No, imbécil.

¿Mejor amigo y jefe en un solo paquete? — Pregunta con sarcasmo —. Lo mejor que te puede suceder.

— Cállate y escucha — tomo la pizza que hace unos minutos llegó y empiezo a servirla en dos platos mientras hablo —: Necesito que tu hermana me ayude en esto. Yo no tengo puta idea de qué es lo que necesita una mujer y Bess no tiene más que una muda de ropa rota y desaliñada en su poder.

— ¿Christina? ¿Mi hermana? ¿La vas a meter en esto? — Escucho su fuerte carcajada al otro lado del teléfono —. ¡Pero si tú la detestas! ¡Dices que es infantil, gritona y coqueta!

— ¡Tiene la misma edad que Bess, así que supongo que pueden entenderse!

Su resoplido sólo termina por estresarme más.

¡Hijo de puta, se aprovecha de que no lo tengo cerca!

— ¿Te recuerdo algo, Aaroncito?

— Aaroncito tu abue...

— Sí, eso, ¡abuela! Tienes una abuela genial — dice, ignorando mi enfado —. Una madre encantadora y una preciosidad de hermana que si seguramente le pides ayuda, acudirá a tu rescate. ¿Por qué no les pides ayuda a ellas, grandísimo idiota?

Omito la parte en donde me dice idiota, seguro de que mañana me cobraré todas sus burlas.

— No, a ellas no les diré nada. Y si tú abres la boca para decirles, te corto la lengua y se la doy de alimento a las pirañas, ¿entendido?

Ilegalmente Suya |Disponible en Dreame|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora