Disputas

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Liva hizo llamar a la Directora y a madame Pomfrey para anunciarles que el chico había despertado por fin. Cuando llegaron ya había recuperado un poco el color, aunque seguía muy pálido y aún no tenía fuerzas más que para decir unas pocas palabras.

-¡Cuánto me alegro de que haya despertado, Adams! -dijo la directora McGonagall-Ahora mismo escribiré a su familia para que vengan a visitarle.

-¿Cómo te encuentras? -preguntó Liva.

-Te... tengo frío.

Madame Pomfrey tardó un solo segundo en cubrirle con mantas y en traerle un tónico de pimienta. Era una mujer de lo más diligente.

-¿Recuerdas algo de la cena? ¿Algo fuera de lo habitual?

-No mucho... sólo... -jadeó el chico- había algo que sabía raro. Como... a ajo.

-Bueno, señores, me alegro de haber servido de ayuda. Ahora, si me disculpan, me retiro a mis aposentos a descansar un poco -dijo Elliot, marchándose precipitadamente.

Snape frunció el ceño y salió detrás de él un minuto más tarde, haciendo ondear su capa por los oscuros pasillos. Sabía que Elliot tenía algo que ver con todo aquello. ¿Es que no se daban cuenta de lo sospechoso que resultaba que se encerrase en su despacho nada más envenenarse un chico y aparecer de pronto con un antídoto que nadie más ha conseguido encontrar? Estaba claro que estaba ocultando algo, y Snape no descansaría hasta dejarle en evidencia.

Le siguió sigilosamente a una distancia prudente para que no se diera cuenta, y le sorprendió ver que Elliot pasaba de largo por delante de la puerta de su habitación. Siguió caminando hasta salir a los terrenos del castillo, hacia el bosque prohibido. Se adentraron entre los árboles, cada vez más espesos, a unos cuantos metros de distancia. De pronto Elliot se detuvo y miró en rededor, como buscando algo. Snape se agazapó con la varita preparada detrás de un grueso tronco, observándole. Y vio con sus propios ojos cómo Elliot sacaba su varita y lanzaba un hechizo hacia la espesura del bosque. Caminó unos pasos más y recogió del suelo lo que parecía un conejo muerto. Sacó un cordel y ató al conejo dejándolo colgar de una rama baja. Entonces Snape pudo ver cómo sacaba un puñal plateado y se lo clavaba al animal, dejando un reguero de sangre a su alrededor mientras se mecía de la rama como un péndulo. Después, Elliot salió del bosque prohibido y volvió a adentrarse en el castillo.

Snape paseó durante horas en su despacho, debatiéndose entre contarle lo que había visto a la Directora o si esperar a averiguar algo más sobre todo aquel asunto. Sabía que si le contaba a McGonagall que el nuevo profesor de Pociones se dedicaba a cazar conejos por la noche después de haber quedado como un héroe despertando al chico, le tomarían por un loco paranoico. Así que decidió seguir con la investigación él mismo antes de que Elliot se diera cuenta de que le vigilaba.

Mientras tanto, la vida en Hogwarts volvía poco a poco a la normalidad. Las clases empezaron después de las vacaciones y todos volvieron a su rutina. El chico envenenado era capaz de permanecer sentado en su cama de la enfermería y hacer allí sus deberes, pero aún se encontraba muy débil para poder volver a las clases.

-Me preocupa el chico, Minerva -dijo Liva un par de días después en la sala de profesores-. Está muy débil, no recupera la temperatura ni el color. Y rechaza casi todo tipo de alimento.

-Lo importante es que ha despertado. Démosle algo más de tiempo, estoy segura de que terminará recuperándose.

Liva asintió despacio, pensando para sí que tal vez tuviera razón, pero con una sensación dentro de ella que le decía que tal vez no fuese así. Durante sus años de formación en San Mungo nunca había visto nada que se le pareciese. Había escuchado casos en los que un hechizo muy potente dejaba algunas secuelas permanentes, pero nada con esos síntomas.

Elliot entró a la sala de profesores y sonrió ampliamente al ver a Liva.

-¡Liva! Cuánto me alegro de verte -dijo sentándose en el borde de la mesa, demasiado cerca de ella-. Me gustaría que hablásemos de algunos asuntos, si no te importa. Tu experiencia en medimagia me resultaría muy útil.

-Claro, lo que quieras. Mañana le toca turno a madame Pomfrey en la enfermería, podría hacerte un hueco.

-Tonterías -sonrió ampliamente-. Te invito este fin de semana a tomar una cerveza de mantequilla en Hogsmade y así podemos hablar tranquilamente delante de una bebida caliente o dar un paseo entre la nieve. Me ha dicho un pajarito que eres del norte, ¿cierto?

Elliot giñó un ojo descaradamente, acentuando su sonrisa pícara. Liva, tímida hasta la médula, no pudo evitar sonrojarse ante la actitud del nuevo profesor, por lo que aceptó con un débil "claro".

Snape, que estaba decidiendo la fecha del próximo examen sorpresa de Defensa, observó toda la escena con una mueca de desprecio pintada en el rostro. Había algo en aquel tipo, su actitud descarada, que le recordaba a un joven Sirius Black, y a Snape no le gustaba nada que revolviesen en sus recuerdos, así que salió de la sala de profesores dando un portazo para no seguir teniendo que soportar aquel descarado y patético intento seducción.

Durante la cena en el Gran Comedor Snape estaba especialmente irritable. El hecho de sentarse entre Elliot y Liva no ayudaba en absoluto a mitigar su mal humor, ya que no dejaban de parlotear entre ellos, mientras él permanecía rígido entre los dos. Cuando ya no pudo soportarlo más, se levantó de golpe y se dirigió a las mazmorras, dejando a los dos algo violentados.

Esa noche, Liva llamó suavemente a la puerta del despacho de Snape, que abrió la puerta con brusquedad y una mirada asesina.

-¿Qué haces aquí?

-¿Puedo pasar?

-Estoy ocupado. Vuelve en otro momento -dijo empezando a cerrar la puerta, pero Liva la sostuvo con una mano.

-¿Qué te pasa? Antes te has ido muy bruscamente.

-Oh, lo siento por haber fastidiado vuestro incesante parloteo de tortolitos -dijo con sarcasmo.

-Esto es ridículo -dijo Liva abandonando el tono suave. Dio un empujón a la puerta y entró en el despacho de Snape, cruzándose de brazos- ¿Se puede saber qué demonios te pasa ahora?

-Me pasa que Elliot no es de fiar -dijo casi gritando.

-¿Y qué demonios te hace pensar eso? Espera... no estarás celoso, ¿verdad? -preguntó divertida.

-No seas estúpida. Te digo que no es de fiar. El otro día le seguí hasta el bosque prohibido.

Snape le contó todo lo que había visto aquella noche y cómo le vigilaba cada vez que tenía oportunidad. Liva se sentó junto al fuego sin que Snape la invitase a hacerlo, pensativa.

-Estoy seguro de que debía ser alguna especie de ritual. Eso, o es un perturbado que disfruta descuartizando animales.

-Vale, admito que es un tanto extraño -dijo Liva con cautela-. Pero tiene que haber alguna explicación lógica, parece un tipo encantador, no tiene pinta de ser un mago oscuro ni de estar metido en nada raro.

-Eso ya lo veremos. Pero no deberías salir con él.

-¿Desde cuándo eres tan sobreprotector conmigo, Severus? Ya no soy una niña, puedo cuidarme sola.

-Cuando eras una niña no sabías distinguir lo que no estaba bien y ahora parece que tampoco.

-¿Qué? ¿Tengo que recordarte con quién estuve entonces?

-Exactamente. Era tu profesor. Podría haber sido un verdadero mortífago y tú jugabas con fuego. Podría haberte hecho daño.

-¿Acaso te arrepientes de lo que pasó?

-Por supuesto -respondió él sin dudar, como si fuese una obviedad.

Liva se levantó del sillón y se marchó del despacho de Snape sin decir nada más. Ahora entendía por qué se sentía tan tenso estando ella en el castillo.

✔️ Liva- parte 2/3: El fin de una guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora