Cerveza de Mantequilla

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Llegó el fin de semana y Elliot llamó puntual a la puerta de Liva para recogerla.

-¿Estás lista? -preguntó con una sonrisa encantadora.

-Claro, dame un minuto, voy a buscar mi capa.

-¿A quién has cabreado para que te den esta habitación? -preguntó Elliot observando los muebles austeros.

-¿Qué? Ah, no pasa nada, no estaré mucho tiempo aquí, con suerte.

-¿Cómo que no? Sería una lástima que te marchases, apenas hemos empezado a conocernos.

-Cuando el chico esté recuperado, mi trabajo aquí habrá terminado, así que espero poder marcharme pronto, por su bien -explicó ella con una sonrisa dulce.

-Ya, claro... pero podrías quedarte. Para... no sé, ayudar a la señora Pomfrey con los hechizos de forúnculos y esas cosas. Más de uno se ha chamuscado las cejas en lo que va de curso.

Liva rió, negando con la cabeza, y se pusieron en marcha. Dieron un largo paseo por la nieve que había cuajado sobre el pueblo y hablaron de cosas tontas. Empezaron a conocerse, a contarse cosas uno del otro. Cuando el frío empezaba a congelarles, entraron a Las Tres Escobas y pidieron dos cervezas de mantequilla.

-Ah, me encanta -dijo Elliot tras dar un gran sorbo a su bebida-, no hay nada más reconfortante que compartir un trago caliente en buena compañía. Por conocer a gente maravillosa -alzó el vaso para brindar.

-Bueno, decías que necesitabas mis conocimientos de medimagia, ¿qué quieres saber? -preguntó ella tras beber.

-Ah, sí, eso -hizo una pausa, intentando buscar la forma de explicarse-. Verás, es un poco complicado... me preguntaba si es posible que alguien permanezca vivo sin que le lata el corazón. Es pura teoría, claro. Para... una investigación.

Liva casi se atraganta con su cerveza de mantequilla al escucharle. Intentó recordar todo lo que sabía de medimagia, pero no había mucho que contar sobre el tema.

-Bueno... técnicamente no es posible. Es decir, sin actividad cardiaca ni cerebral uno está clínicamente muerto. Sólo se me ocurren un par de excepciones -dijo con algo de miedo-. Los inferis y los vampiros... aunque se les considera criaturas no-muertas. Y quizá lo más parecido que he visto es un filtro de muertos en vida, que mantiene las constantes vitales tan bajas que estás casi muerto, pero el corazón sigue latiendo, si bien es casi imperceptible.

-Entiendo -contestó Elliot, pensativo-. De momento me servirá, gracias. Pero dejemos de lado asuntos tan serios, ¿por qué no me cuentas algo más sobre ti? -volvió a sonreír.

-Dispara, ¿qué quieres saber?

-Veamos... ¿tu color favorito? ¿Qué pasa? No te rías, te lo pregunto en serio -ensanchó su sonrisa.

-No lo sé... el negro, supongo -contestó ella riendo.

-¿El negro? No te pega nada. ¿Cómo a una mujer que ilumina toda la habitación puede gustarle precisamente el color más oscuro y deprimente de todos?

-No es deprimente, es... elegante -contestó ella haciendo una floritura con una mano-, es profundo, relajante... y combina con todo.

-Vale, me has convencido. ¿Y tu comida preferida? -continuó preguntando.

-Esa es una pregunta difícil -dijo dándose cuenta de cuánto le gustaba casi cualquier cosa-. Vale, me rindo, me gusta todo. Desde huevos revueltos hasta pollo frito. Pero lo que más me gusta es la comida de otros países. ¿Has probado el sushi muggle? ¿O el cuscús árabe con dátiles y cordero? -se llevó una mano a su tripa, que rugía ferozmente- Por Merlín, qué hambre me está entrando.

✔️ Liva- parte 2/3: El fin de una guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora