Conejo Blanco

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Snape no pudo dormir nada bien aquella noche. No dejaba de darle vueltas al comentario que había hecho Liva sobre Elliot. ¿Para qué demonios querría saber cómo vivir sin que te lata el corazón? ¿Estaría preparando algún ritual de magia oscura? Sus pensamientos eran vagos e inconexos y no dejaba de dar vueltas en la cama. Y cuando por fin consiguió dormirse, una inoportuna Liva apareció semidesnuda en un sueño de lo más surrealista.

La vio aparecer en el Gran Comedor durante el desayuno y se maldijo a sí mismo por seguir pensando en ella de manera poco decorosa. Llevaba tanto tiempo sin tener contacto con una mujer, que sus hormonas pensaban por sí mismas. Al fin y al cabo, sólo era un hombre.

Liva tenía un dolor de cabeza espantoso, hacía mucho que no recordaba haber tenido una resaca como aquella y se arrepintió de haber bebido tanto la pasada noche con Elliot. Pero más se arrepintió cuando entró al Gran Comedor y se encontró con la mirada fija y desaprobadora de Snape. Recordó el episodio en su habitación y su cara empezó a ponerse roja de vergüenza. Quiso dar media vuelta y esconderse como un topo bajo tierra durante una buena temporada, pero pensó que para salvar la poca dignidad que le quedaba, debería intentar sentarse y desayunar como si no hubiera pasado nada.

-Buenos días -dijo Liva con voz muy baja y temblorosa al sentarse junto a Snape.

Este, mirándola con una desaprobación casi paternal, simplemente le acercó una pequeña copa con un líquido amarillo. Liva supo perfectamente que era una poción para la resaca, y la aceptó volviendo a ponerse roja.

-Gracias -susurró, sin mirarle.

-No hay de qué -contestó él dando un trago a su café negro-. Más te vale explicarme luego todos los detalles de tu cita con Elliot.

-No es asunto tuyo -le miró por fin, frunciendo el ceño.

-Me refiero a aquello que tanto interés tenía en saber sobre medimagia. Vuestros asuntos personales no me importan lo más mínimo.

Liva volvió a ponerse roja. No había empezado el día con buen pie, eso estaba claro.

-Y te he contado todo, no preguntó nada más. Enseguida desvió el tema y... bueno, hablamos de otras cosas.

-¿Y qué le contestaste?

-Que no es posible, claro. ¿Qué esperabas que le dijera?

-¿Nada más?

-Bueno, le dije que...

En ese momento Elliot entraba al Gran Comedor y se sentó en su sitio, saludando con una gran sonrisa a Liva. Snape se levantó apenas un segundo después y se marchó después de una inquisitiva mirada a la bruja.

Liva aprovechó un hueco libre que tenía para pasar por el despacho de Snape. Su conversación se había quedado a medias, y aunque sabía que ella no le debía ninguna explicación, se había quedado con mal sabor de boca. Además, también quería pedirle disculpas por el vergonzoso espectáculo que le había ofrecido la noche anterior. Un seco "pase" recibió a Liva.

-Pensaba que no ibas a venir -dijo él sin levantar la vista de su pluma.

-Quería disculparme por mi comportamiento de anoche, no es propio de mí -dijo ella con toda la dignidad posible, quedándose de pie frente al escritorio.

-Debo admitir que disfruto de tu vergüenza. ¿Hoy no tienes calor? -preguntó con sorna.

-Serás... -dijo Liva, dando media vuelta con intención de largarse.

-Aún no me has dicho qué le contaste.

-¿Tan importante es? -contestó molesta.

-Podría serlo. Sabes que no me fío de Elliot.

✔️ Liva- parte 2/3: El fin de una guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora