Venecia

361 31 6
                                    



La luz dorada del amanecer se reflejaba en las aguas tranquilas y la fría brisa mecía las góndolas atracadas en fila. Llegaron volando hasta el puerto de la Santa Croce y atravesaron a pie el Ponte della Costituzione, el primero y más moderno de los puentes que habrían de cruzar en su visita a la ciudad de los canales. Las barandillas de cristal transparente y su diseño fluido sorprendieron a los dos magos, más acostumbrados a los materiales nobles.

-¿Qué hacemos ahora? -preguntó Liva, ensimismada con los preciosos escaparates de las diminutas tiendas abarrotadas hasta el techo de máscaras y delicadas marionetas talladas y pintadas a mano.

-Prepararnos, recabar información. Hemos entrado en el territorio de un vampiro, cuanto más podamos averiguar sobre ella antes de acudir a su refugio, mejor -comentó Snape haciendo ondular su capa entre los estrechos callejones venecianos.

-Vale, ¿por dónde empezamos?

-¿A dónde irías en busca de información? -preguntó él sin darse la vuelta, avanzando entre callejuelas y diminutos puentes que cruzaban estrechos canales.

-¿A una biblioteca? -preguntó Liva, extrañada.

-¿Y dónde hay grandes bibliotecas y fuentes inagotables de conocimiento?

Liva frunció el ceño, desconcertada. No pensaba en serio ir a una biblioteca, ¿verdad? Le siguió de cerca sin responder a su pregunta, intrigada y recelosa, hasta llegar a un canal mucho más amplio. Allí, en el distrito de Dorsoduro, bordeado a dos lados por agua, se alzaba la sede de la Universidad Ca' Foscari. Sus muros lisos y cuadriculados bien podrían pasar por una edificación contemporánea, tan sólo delatada por su balconada de arcos ojivales y sus frisos decorados con cuadrifolios, al más puro estilo gótico.

Cruzaron otro puente y finalmente llegaron a la gran puerta. Sobre la entrada, un friso de piedra con el blasón de la familia Foscari y un yelmo, custodiado por un león con alas desplegadas, les recibió con solemnidad pétrea. El sol matutino ya iluminaba claramente la ciudad y podían verse diversas embarcaciones navegando perezosamente las aguas turbias.

Ambos se internaron en la Universidad y sus pasos resonaron sobre el suelo de mármol tan pronto se encontraron a cubierto. El frío húmedo se les metía en los huesos y a Liva le costaba agarrar su varita dentro de la túnica. Caminaron por varios pasillos agazapándose tras los muros cuando algún encargado o algún alumno madrugador se cruzaba en su camino, con la máxima de intentar ser lo más discretos posibles. No sería una tontería pensar que una vampiresa tuviese ojos y oídos repartidos por toda la ciudad.

Después de vagar por los desiertos pasillos de la Universidad durante un buen rato, finalmente consiguieron dar con la biblioteca. Las puertas se encontraban cerradas para aislar la sala del posible ruido exterior, por lo que, muy a su pesar, los goznes de hierro forjado chirriaron cuando se adentraron en ella. Liva se maravilló con lo que vio: las paredes estaban completamente forradas de estanterías llenas de libros hasta los altos techos, formando filas laberínticas de madera, papel y polvo. Justo frente a ellos, coronando el centro de la estancia, una gigantesca mesa de madera maciza tallada a mano desprendía un tenue olor a cera con los tímidos rayos del sol primaveral, que entraban a raudales por el amplio ventanal por el que se veía el Gran Canal al completo.

Snape no se detuvo ni un segundo y torció hacia la derecha en cuanto entraron. Caminaba con paso firme entre las hileras de libros, descartándolos con una sola mirada. Se detuvo entonces en una de las estanterías, casi en una de las esquinas de la biblioteca, y acarició el lomo de los volúmenes con mucha más parsimonia.

-Comencemos con estos.

Trasladó unos cuantos ejemplares antiguos a una pequeña mesa de estudio cercana.

✔️ Liva- parte 2/3: El fin de una guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora